LOLA MONTORO

El síndrome de Ulises

Viaje cruel e inoportuno en busca de enfermedades poco probables

Hace muchas décadas, en 1972, el Dr. Mercer Rang publicó un artículo en la Canadian Medical Association Journal que fue el punto de origen del que se denominó a partir de entonces Síndrome de Ulises.  De la misma manera que el personaje que Homero en La Odisea, los afectados por el síndrome descrito por M. Rang hacen un recorrido diagnóstico bien intencionado pero innecesario, partiendo de un síntoma nimio o inexistente se enfrentan a crueles pruebas que a veces tienen falsos positivos. Los médicos hablamos de falsos positivos para referirnos a resultados que aparentan una desviación de la normalidad, una enfermedad, cuando en realidad no existe. Cualquier tipo de prueba puede tener falsos positivos, y también falsos negativos, que sería lo contrario, un resultado normal cuando la persona examinada sí está enferma. Los exámenes médicos, ya sean análisis o pruebas de imagen son más sensibles y específicos cuantos menos falsos positivos y falsos negativos se obtienen en los resultados.

En el Síndrome de Ulises los resultados con falsos positivos no bien interpretados conducen a su vez a pruebas nuevas, cada vez más cruentas, que lo único que logran es someter a los pacientes a intervenciones, riesgos y tratamientos que les causan sufrimiento y complicaciones. No podemos asegurar que las intervenciones y pruebas fueran necesarios, eso en el mejor de los casos, porque a veces lo que está claro es que fueron absolutamente innecesarios. El resultado final del viaje que termina donde empezó, son las secuelas psicológicas y físicas.

Lo que caracteriza al Síndrome de Ulises es la buena voluntad del clínico, la ciega aceptación del paciente y la mala interpretación de un resultado positivo de una prueba, pero existen otras situaciones aún más sangrantes y relacionadas con el Síndrome de Ulises. En el Síndrome del Dr. Knock el médico solicita estudios porque el paciente los exige, con la ilusión de que la profusión de pruebas mejorará el diagnóstico. En este caso el síndrome recibe este nombre por la obra de Jules Romains «Knock o el triunfo de la medicina». La frase que mejor define al Síndrome del Dr. Knock es pronunciada por el protagonista de la obra: » La gente sana son enfermos que se ignoran».

Se piensa que el Síndrome de Ulises es un cuadro muy frecuente, aunque no hay datos estadísticos totalmente fiables. Hay en la literatura médica múltiples ejemplos de los periplos de algunos pacientes con éstos síndromes, destaco un clásico, el niño de 7 años JLP que sufrió un traumatismo craneal banal. Visto en urgencias, dada la intranquilidad de los padres y a pesar de no tener ningún síntoma, se realizó una radiografía que no estaba indicada. En dicha radiografía no se apreciaron fracturas del cráneo, pero se encontró una formación inusual en la clavícula. Para aclaración de este hallazgo, se realizó una tomografía con la consiguiente radiación del menor, que, además, no aclaró nada sobre el hallazgo, por lo que se decidió la biopsia. Durante la biopsia se dañó un vaso del cuello y se produjo hemorragia que aunque no causó graves daños, obligó a la hospitalización del pequeño y requirió transfusiones. La biopsia reveló una zona de crecimiento del hueso, sin enfermedad, pero el niño se resbaló en el hospital y se fracturó la clavícula por la zona debilitada por la biopsia.

Se supone que el Síndrome de Ulises y el Síndrome del Dr. Knock tienen su origen en la inseguridad del médico y una sociedad medicalizada, con influencia de la medicina en casi todos los aspectos de la vida cotidiana y cultural que idolatra la tecnología y el imperativo tecnológico.

La superación de estos problemas pasa por una buena formación de los médicos pero la exigencia y la presión social para que se realicen más y más estudios complementarios buscando la seguridad diagnóstica implicarían también una mayor formación de la sociedad y una educación de los ciudadanos como pacientes. Es posible que las personas se plieguen ante la ciencia tratando de suplir con la creencia ciega en los resultados de las últimas tecnologías lo que en otro tiempo fue confianza en los servicios médicos. No existe la seguridad absoluta pero lo más aproximado sería exprimir la máxima especificidad y sensibilidad de los test diagnósticos, pruebas y análisis que se realizaran cuando existe una adecuada indicación y no a demanda del paciente angustiado y sin criterio. Cuando una prueba se realiza a lo loco, la interpretación del resultado puede conducirnos a un desventurado viaje a Ítaca.

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