LEGANÉS

En el corazón de la CEMU [de Leganés] late un circo

►La CiudadEscuela presenta el libro ‘Padre, ¿cuánto cuesta ser payaso?’

¿Cuántas veces hemos oído que no es bueno mezclar? Ya. Pero, ahora vamos a hacer una excepción; que nuestra sangre ya borbotea con la recién estrenada estación de los cerezos. Eso sí, una mezcla correcta, muchachas y muchachos. Con muchos grados de emoción, de camino y de curva convexa en el rostro. Era el día de la Poesía. Pero en aquella Ciudad, el Circo, también en esta ocasión, se vestía de protagonista. ¿Por qué no fusionar las dos artes? ¿Acaso no fue poesía lo que nos regalaron? Siempre y cuando entendamos poesía como lo más bello que somos capaces de percibir. Y todo ello servido en recipiente cemuero, que remueve los sentidos y pulsa el alma. Y, alguno, si no es por la insistencia de quien cuida los detalles, se habría perdido este amable trago.

Circo Pancracio

Viva el circo para hacer un mundo mejor. La CiudadEscuela de los Muchachos de Leganés, la CEMU, presentaba, ayer 21 de marzo, la historia del niño-payaso, Pancracito, con su libro Padre, ¿cuánto cuesta ser payaso? Un vigilante y cordial aduanero nos indica que nuestra primera parada será el casino-discoteca. Faltan unos minutos para que dé comienzo el acto. Pancracito y Naranjita acaban de salir maquillados, con la importancia que esto tiene para ellos. La joven alcaldesa de la CEMU, Carol, atempera los nervios provocados por su responsabilidad. Ultimaba las palabras que dedicaría a los presentes y que tan bien pronunció más tarde. Nos vamos al salón de actos. Luces tenues. Entra Tío Alberto. Comienza el poema más bonito al que en este día dedica todos sus versos la CEMU, el circo.

“Debo la vida a los niños. Metafóricamente y también literalmente. Fernando me la salvó. Ocurrió en Brujas, por donde ahora anda Puigdemont. Hacía frío y una de las estufas se estropeó. Salía dióxido de carbono. Nos estábamos muriendo poco a poco. Nos íbamos quedando dormidos. Pero él, me salvó y me ayudó a salvar a los demás”. Son palabras de Tío Alberto, quien deseaba todo el éxito del mundo para la obra. Fernando es aquel niño que un día soñó con ser payaso para después respirar esa realidad. Pancracito es Fernando. Siendo un muchacho, vivido en familia humilde, y consciente de que lo suyo era provocar la sonrisa y risa en la gente, se coló en una función circense de Jerez. Firme en sus convicciones, logró hablar con el director, el Padre Silva, un cercano cura, a quien preguntó que cuánto costaba ser payaso. Éste, he aquí toda una lección, le respondió que nada, mientras le apostillaba que todo depende del esfuerzo. Sin duda, esa magia que inspira y traduce nuestros deseos en objetivos cumplidos. Fernando dejaba paso a Pancracito, que recorrería Europa, América y Japón.

Años después, era el momento y lugar de rendir homenaje y de recordar, que es volver a pasar por el corazón. Y de ahí este libro, proyecto coral de los autores andaluces Luis Álvarez y Moisés Caballero. Fueron, créanme, minutos de emoción, donde se ponía en valor el perseguir lo que te hace feliz, donde se evidenció, de igual forma, el sacrificio que ello conlleva. Uno de los presentes en la mesa reflexionaba sobre esa delgada línea que tira hacia un lado o hacia otro, “algunos soñaron con ser grandes y vivir de ello. Pancracio lo ha conseguido. Ha triunfado en Francia. Sin embargo, para otros quedó en un sueño y nos tocó salir por la puerta de atrás sin que nadie reconozca nuestros méritos. En el circo está el que triunfa y el que sale y se busca la vida cómo puede. De esos no nos acordamos”. En ese instante, mi mente, dejando de fondo el circo, se va para aquellos amigos míos que, con tremenda valía, estudiaron periodismo conmigo y hoy buscan huecos en distintas sendas. Desde la CEMU, consiguen hacerme reflexionar. Me provocan motivación para seguir y me siento afortunado de estar aquí. A fin de cuentas es la moneda de la vida. No sabes si mirarás el extraordinario azul o, por el contrario, pintará cruz. Está claro que el esfuerzo siempre te acercará al iris más bonito con el que se puede ver el mar. Y esa tarde lucían iris preciosos.

Vuelvo a conectar. Esa misma persona tiene aún una cosa más que decirnos, certero disparo al corazón de quienes escuchamos con atención, “sabemos que alguien es feliz cuando nos diga con asiduidad dos palabras; perdón y gracias. Si las pronuncia muy poco o nada, alejaos, es una persona tóxica. Ellos daban el perdón a los muchachos que marchaban sin despedirse. Por favor, qué no digamos hoy que nos vamos sin despedirnos”. Tremendo. Silencio.

Actuación de Pancracito y Naranjita

Por último, se dirigía Pancracito al público, quien se había vuelto a pintar la cara años después. ¿Recuerdan unas líneas más arriba? Ellos no serían ellos sin maquillaje. Es el impulso eléctrico que los acciona. “Los niños me han dado la fuerza para seguir siendo payaso, quizás menos clásico, pero el sueño que tuve lo estoy viviendo. El payaso vale para hacer reír, pero también para amar. Y para ayudar a los niños autistas y a niños enfermos. Esta es la segunda vida de Pancracio. La risa es la base de la vida. ¿Por qué se ríe la gente? Busco esa razón. Doy cursos de risoterapia y los participantes me dicen que duermen mucho mejor”, nos relata el payaso.

No se podía echar el cierre sin la mejor de las clausuras; una actuación de Pancracio con Naranjita. Los dos payasos hacen de las suyas, mientras dibujan sonrisas en las caras de jóvenes y más mayores. A la par, observo a dos muchachas y a un muchacho que están a mi lado. Él, ajeno a su edad real, le manda su mente blanca y vive el show como tal. Ellas, sabedoras de la gran cualidad de su amigo, lo cuidan en cada instante y están pendientes de calmarlo cuando es preciso. También el suero de la amistad hace gala en este salón que ya alambica fiesta por los cuatro costaos.

Unos instantes que nos aproximan al circo y nos abren la puerta para seguir conociendo un singular y entrañable mundo. Qué mejor que hacerlo, pues, con este libro. Yo me considero feliz, así que tengo que dar las gracias a quien tuvo el detalle de invitarme y, por tanto, de regalarme estos versos sobre el Circo de los Muchachos. Eso sí, no me despedí del sitio. Pero porque creo que esta excelsa Ciudad merece que contemos más cosas. Hasta luego, entonces.

Termino de dar forma a estas líneas en el ocaso del Día Internacional de la Poesía. Escrito dejó Gabriel Celaya un mítico poema, musicalizado más tarde por Paco Ibáñez. Trasladándolo al lugar que visité quedaría así, “La CEMU (poesía) es un arma cargada de futuro”.

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