GETAFE

Fallece Pedro Cid, el ‘cura de la Alhóndiga’

PEDRO-CID

 

♦  Malas noticias; de verdad. A veces se nos pasa la vida sin hacer el merecido, aunque pequeño, homenaje a esas personas valientes, —dignas de todo elogio, aunque humildes, como es el caso de Pedro Cid, el ‘cura de la Alhóndiga’, en Getafe. El vicario de los pobres, de lo desahuciados —no solo en su aspectos físicos— falleció ayer en Salamanca. El funeral tendrá lugar hoy a las 19 horas en su pueblo natal, Yecla de Yeltes.

Aunque era natural (1933) de ese municipio salmantino, su verdadero pueblo, el lugar escogido para su particular visión pastoral, era Getafe y, sobre todo, el barrio de La Alhóndiga. Pedro Cid llegó a Getafe en noviembre de 1975, cuando el municipio crecía de forma incontrolada, emergiendo de la meseta como icono del desarrollismo y del aluvión obrero, a medio camino de la inercia del tardofranquismo y las ansias renovadoras de libertad y democracia.

Pedro Cid Abarca era licenciado en Teología por la Universidad Pontificia (1958), año en el que fue ordenado sacerdote. Desde sus llegada a Getafe, casi veinte años después, estuvo destinado en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, una especie de ‘isla’ en el suburbio de La Alhóndiga, un arrabal —aislado del centro urbano por las vías del tren—, y desde allí se implicó en un trabajo sin descanso contra la marginación y la esclavitud a la que sometían las drogas, y sobre todo la heroína, a los jóvenes de aquel tormentoso momento histórico.

Mi recuerdo de Pedro Cid quedó clavado como una espinita en medio de su relación con nuestro amigo común Fernando Jiménez, ‘ese chico con los ojos azules como el infinito celestial’. A finales de los años 80, Fernando era un joven al que la heroína estaba a punto de doblegar el junco de su vida, de arrojarlo  a la orilla del turbio arroyo de un mundo en que prevalecía ‘vive deprisa muere pronto’. Sin embargo, tuvo la fortuna de cruzarse en la vida con Pedro Cid quien le acogió como un hijo. Y recuerdo, ahora, con una pequeña arruga más en el corazón, como Pedro Cid nos encargó a otro grupo de gente joven que hacía periódicos (El Eco de Getafe, Zona Sur de Madrid) que le mantuviéramos, sin perderlo de vista, ocupado en aquellas tareas nuestras. Periodistas, fotógrafos, distribuidores, etc… Fernando no solo sobrevivió al acoso de las drogas, recuperado como persona, ha tenido un trabajo en el que ha destacado, ha estudiado y lo siguie haciendo. Hasta hace poco se les podía ver a los dos, a Pedro Cid y a Fernando Jiménez, paseando por Getafe.

pedro-cidPedro Cid, a pesar de su condición de sacerdote, era un insurrecto social, un cura ‘rojo’ como se descalificaba antes la vocación pastoral por lo menos favorecidos, siempre amparado por su amor a la gente, por su irrefrenable deseo de amparar a los marginados, de ayudar a quien lo requiriese. Vigente su permanente sonrisa y su análisis político y social, sin ataduras ni cortapisas religiosas.

Sus ideas, métodos y, sobre todo, su vocación social, provocó en 1991 un conflicto en el barrio de la Alhóndiga. Tras quince años de trabajo con colectivos marginados y drogadictos, el arzobispado de Madrid-Alcalá intentó forzar su traslado. La orden verbal, según el estamento eclesial no confirmada,  le conminaba a abandonar la parroquia y a desalojar la vivienda parroquial que ocupaba. Los vecinos de la Alhóndiga se amotinaron contra la decisión.

Nunca supimos al lugar al que era destinado; lo importante era que se quería extirpar del corazón de la Alhóndiga al padre de la ‘liberación’ getafense. Los vecinos, creyentes, agnósticos y ateos, se movilizaron exigiendo su permanencia, recogieron firmas, se encerraron en la parroquia y le entregaron una carta al que iba a ser Obispo de la incipiente Diócesis de Getafe, Fernández-Golfín, en la que se detallaba la labor del sacerdote con los jóvenes del barrio. Al final, las muestras de solidaridad consiguieron que el ‘cura rojo de la Alhóndiga’ se quedara y que manifestara que  el apoyo de los vecinos «le obligaba a trabajar con más fuerza con los niños, jóvenes y adultos del barrio».

Tal llegó a ser su fama de ‘recuperador’ de almas y de cuerpos atormentados que no son pocos los famosos ‘kinkis’ que pasaron por su manos, sus paseos y su ‘terapia ocupacional’ contra la vejación y la sevidumbre de las drogas.

Hace diez años,en 2005, el periódico Getafe Capital le entregó el premio a la Solidaridad y la Cooperación que recogió a pesar de su humildad y su escaso gusto por la notoriedad.

Hoy tenemos una mala noticia; para nosotros y para muchos. Nuestro abrazo para Fernando y para los vecinos del barrio que tuvieron a Pedro Cid por padre, hermano y amigo.  Es el momento de que se le conceda un pequeño homenaje. ¡Qué menos merece que ser nombrado hijo adoptivo de Getafe y que la memoria histórica retenga su nombre con alguna calle o plaza, cerca de la Parroquia, en el barrio por que trabajó durante tanto tiempo: 40 años de amor en La Alhóndiga.

 

 

Entrevista a Pedro Cid 


SANTI LOMAS


5 de diciembre de 2011.— Pedro Cid lleva más de 50 años ejerciendo como sacerdote. Desde hace décadas, la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en el barrio getafense de La Alhóndiga, le ha visto envejecer, siempre al servicio del prójimo. A finales de los ochenta, involucrado en la lucha contra la droga y el Sida, asistió a numerosos jóvenes que, por un problema u otro, necesitaban a alguien que estuviera a su lado. Uno de ellos sería José Luis Manzano, actor fetiche del director Eloy de la Iglesia e icono de una generación cinematográfica, la del cine quinqui, protagonista de éxitos de taquilla como Navajeros, Colegas, El pico o La estanquera de Vallecas. Tras el rodaje de esta última película, su adicción a los drogas le atrapó en una espiral de autodestrucción que propició su encuentro con Pedro Cid.

Cid me recibe en su despacho. Nunca ha concedido una entrevista sobre el tema y lo hace de forma totalmente desinteresada. Se muestra tranquilo porque va a contar “lo que yo viví”, sin más. Señala la cantidad de datos inciertos que hay publicados sobre Manzano en internet. Su espíritu activo se evidencia en lo solicitado que está mientras se desarrolla el encuentro: le llevan ropa para necesitados, le preguntan fechas de boda, horarios, le llaman al móvil… Su mirada se muestra limpia y transparente, y por una hora y media, habla del pasado con tono amable. En su discurso y sus gestos se atisba la generosidad.

 

-¿Cómo conoció a José Luis Manzano?

-Fue por junio de 1989. Yo me relacionaba con mucha gente joven, como bien sabes. Un día un chico, muy amigo mío, me dice que tiene en su casa a “El jaro”[1.32, fragmento de Navajeros]. Me explica un poco quién es –yo había visto alguna película suya- y me cuenta que se lo han traído dos chavales del barrio, tras haberlo encontrado por los lugares donde estaba el mercado de la heroína. Le pidieron que le acogiera en su casa, porque estaba muy deteriorado. Mi amigo vino a mí, viendo que no se podría hacer cargo de él, y yo le planteo mi plan: “si como tú dices está metido en la heroína, habrá que iniciar un proceso de rehabilitación”. Le propuse llevarlo una semana a una casa que teníamos en Guadalajara para la desintoxicación de chicos como él y ver cómo reaccionaba al síndrome de abstinencia. Él lo aceptó y fuimos los tres a la casa, junto a una novia que José Luis tenía entonces por Vallecas.

 

-¿Cómo respondió al proceso?

-El mono no fue muy duro, se sometió muy dócilmente a lo que le íbamos indicando y en diez días se puso bastante bien. Él era una persona muy buena, pero estaba dislocado por el tema de la adicción. Así las cosas, pensamos que algo teníamos que hacer: él no debía volver ni a la calle ni a vivir con aquella novia. No era un ambiente propicio para rehabilitarse. Fue entonces cuando me dijo que por qué no le traía a mi casa, si había traído a otros antes. Yo le contesté que con unas condiciones, que tenia que someterse a unas reglas, porque en casa normalmente había algún otro chico con el mismo problema. Él lo aceptó todo, nos vinimos para acá y empezó a vivir conmigo y otro chico.

Estuvimos bien unos meses, en los que llegué a presentarle a mi familia. Habíamos acordado que a principios de septiembre nos iríamos los tres a un monasterio a pasar unos días, pero José Luis desapareció el día anterior y ahí tuvo una etapa muy desaparecido. A las pocas semanas, apareció en muy mal estado, a pedirme que le prestara cosas. Estaba viviendo con la novia en puente de Vallecas. A continuación me llama por teléfono Eloy de la Iglesia.

 

-¿Ya conocía a Eloy de la Iglesia? ¿Cómo fue ese primer encuentro?

-Ya le habíamos visitado José Luis y yo en un hotel por la Gran Vía. Ahí le conocí personalmente. Y desde entonces mantuvo mucha relación conmigo, me llamaba con frecuencia. Y José Luis también le llamaba muchas veces.

Volviendo a lo de antes, me llama Eloy y me dice: “tienes que hacer algo con José Luis, está muy mal en casa de la novia, únicamente contigo puede seguir un proceso serio”. Al día siguiente me llama José Luis, me pide que le eche una mano y que vaya a buscarle al puente de Vallecas. Y ahí estuvo jugando, que se venía, que se marchaba con la novia…, hasta que a primeros de noviembre volvió a insistir Eloy y vamos a por él otra vez. Ese mes ya se queda aquí, yo le busco un psicólogo, y se centra bastante.

En el mes de diciembre, posa como modelo para el pintor Teo Barba, amigo mío, que está haciendo el mural que has visto que está aquí en la parroquia. Participa mucho, pasa mucho tiempo aquí con él… El mural se inaugura poco antes de las navidades y él, muy contento, me dice que quiere hacer un curso de dirección de cine. Yo le pago una matrícula alta y empieza a estudiar. En marzo, llama Eloy y le propone ir a las Fallas de Valencia con él. Yo no me oponía nunca a las cosas que él decidiera, así que se marcharon juntos. Y ahí ya se desajustó la cosa.

 

-¿Qué sucedió a la vuelta?

-Él no apareció por aquí: se quedó con Eloy. Con el tiempo, me entero por otros chicos de que lo están viendo ir a la Celsa a comprarse dosis de heroína.

 

-¿La Celsa?

-Sí, la Celsa estaba por la parte de Vallecas, muy cerca de la M40, era todo un poblado de gitanos que servía como mercadillo de droga.

En esa época estuvo mal todo el tiempo. Estudiaba, le iba a buscar algunos días a Madrid, desaparecía un poco, y yo ya vi que no se encontraba bien. Viene abril, yo me voy en Semana Santa a un monasterio con un grupo de chicos, y él en cambio se va con otra chica a Santander, creo. Hacia finales de mayo, hace tope y se marcha con esta otra chica a la casa de Guadalajara, porque quiere resituarse. Yo no sé qué pasó entre ellos, pero la cosa acabó mal, ella se vino y lo dejó solo. Al poco tiempo, me llamaron unos amigos de un pueblo cercano a la casa y me dicen que les ha pedido auxilio. Voy allí, y me encuentro que tiene todo el brazo infectado. Los médicos del lugar nos mandan a Guadalajara y allí estuvo ingresado en el hospital unos veinte días, porque la infección era en la sangre. En junio volvemos a Getafe, a mi casa y le digo que empezamos de nuevo.

 

-¿Cómo fue esta nueva etapa?

-Bastante buena y larga. Por septiembre habíamos visitado ya en el Pirulí a Ramón Colom, que creo que era el Director General de Televisión Española, y como le vio bien, le puso a trabajar en Spinto TV, su productora. José Luis ya había terminado sus estudios, aunque malamente.

Eloy, cuando sabía que él estaba bien, inmediatamente llamaba y empezaban los dos a juntarse. A finales del año 1990, yo quería irme con mi familia a pasar la Nochebuena pero tampoco quería dejarle solo, porque le veía regular. Él me dijo que me podía ir tranquilo si le concedía pasar la Nochebuena con Eloy en mi casa. Yo les dejé, y así fue tirando así hasta que después, en el año 1991, vuelve a caer en picado.

Su nuevo declive comienza mientras trabaja en Spinto. Allí empieza a consumir otra vez, primero cocaína, luego heroína, aunque por un tiempo me pide ayuda y yo se la doy. Comemos juntos todos los días. Sin embargo, en el trabajo tenía un ambiente… con el que se fue estropeando la cosa.

En Spinto le ven que no rinde, que no se fían de él, le dan una semana para que se recupere, él se escapa sin decirme nada a un monasterio de Segovia, pero no aguantó, el mono no le dejó. Un día, en el trabajo roba un coche y una cámara muy valiosa y se presenta aquí. Discutimos, y al poco rato llega un chico joven llamando a la puerta. Me dice que no abra, yo me opongo, nos enfrentamos. No le quedó más remedio que bajar la cámara y devolver el coche. El chico le dijo que estaba despedido. Esa noche discutimos él y yo, le dije “no estoy dispuesto a esto, aquí hay unos límites” y él me respondió que se quería ir a casa de Eloy. Hizo la maleta y le llevamos.

Entonces ahí yo le perdí un poco la pista: sería ya por abril de 1991. Me desentendí del tema, aunque me llegaban noticias, él pregunta por mí a través de intermediarios, yo me marché fuera a descansar a un monasterio… A mi regreso, me dicen que José Luis quiere verme, que estaba decidido a hacer la desintoxicación. Se le pagó una clínica, hizo la desintoxicación, yo ya le planteó que a mi casa no va a venir y él responde que se va a vivir a Barcelona. A los 2 días vuelve, aunque a mí ya no me dice nada, porque ha visto mi postura.

Se pierde por ahí, y un dia en el mes de junio me llaman desde una comisaría de Madrid. “Hay un chico aquí que reclama por usted”, me comentan. Me acerco allí y no le reconocí… ¡estaba tan deteriorado! Él empieza a llorar y a abrazarme, pero como te digo me costaba reconocerle de lo deteriorado que estaba.

 

-¿Tan deteriorado?

-La heroína deteriora excesivamente al individuo, le deja delgado; parecía mas pequeño… Tenía muy demacrada la cara… Todo ello, claro, de no comer, porque llevaba ya varios días por ahí, por la Celsa y esos lugares pinchándose con la chuta de otros, con lo que otros le daban y tal. Entonces va a la prisión de Carabanchel, yo le visito enseguida y ahí estuvo unos meses. Intentamos con un abogado conseguir permiso del juez para que pudiera cumplir la condena en un centro, pero se negaron rotundamente, no lo conseguimos. José Luis se enfadó conmigo porque decía que por otros había hecho más que por él, y aunque yo iba con frecuencia a la cárcel a llevarle dinero, él hizo unos reportajes …

 

-El de Interviú, que salió ya en 1992.

-Sí, ese, en el que decía que su madre y yo eramos los únicos que le ayudábamos, y otro más, que a Eloy no le gustaron.
-En el reportaje de Interviú, decía que no tenía contacto con él.

-En los últimos tiempos no. Incluso, viendo el camino que llevaba, Eloy me llamó diciendo: “no quiero saber nada, quítamelo de encima”. Me llamaba constantemente: “¿está en la cárcel todavía?”, porque le cogió prácticamente miedo. José Luis era bueno, pero cuando estaba en esa situación, se volvía agresivo, como todos. Ese segundo reportaje que te comento, me pidió que lo detuviera, porque se sentía mal. Yo intenté detenerlo, pero saldría después de su muerte, para cabreo de Eloy.

Volviendo a lo de antes, José Luis salió luego ya en régimen abierto a la cárcel de Yeserías y esa etapa fue mala, porque estaba muy cerca de donde vivía Eloy, cerca de Atocha. Y entonces él salía de allí, se escapaba, tuvo algunos problemas en la cárcel, y una vez encuentra a Eloy, vuelve a frecuentarle.

Cuando hubo cumplido su pena definitivamente, con ese dinero que le habían dado, el mismo periodista que le había entrevistado y yo, conseguimos que le ingresaran en una clínica madrileña, tal y como habíamos acordado previamente. Yo estuve visitándole porque le encontraban nervioso. Me dio las gracias por todo, me pedía que no le fallara, que era lo único que le quedaba en la vida… Ahí le encontré más raro. Para entonces, yo ya había buscado un centro en Móstoles.

En el centro de Móstoles, no aguantó muchos días. Un día, al llegar a casa, me encontré una grabación en el contestador suya: “Te he llamado, no saben que te he llamado, pero estoy muy mal, no has venido a verme…”. Yo no fui a verle porque me dijeron que no fuera desde la clínica. Él no estuvo de acuerdo, pero yo no podía meterme en los proyectos de tratamiento que tenían. Y continuaba: “yo te necesitaba y te sigo necesitando, pero veo que no estás… No sé, creo que llega el final”. Estas cosas tan dramáticas me preocuparon al oírlas, así que llamé al centro para preguntar por él, pero me dijeron que se había marchado.

No supe de él hasta que a los 3 ó 4 días me vienen a ver unos chicos y me dicen que lo están encontrando muy mal, tumbado, perdido por allí por donde iba a buscar la heroína, y entonces ya el día 20 de febrero por la tarde me llama un chico del equipo habitual de Eloy por teléfono para que me acerque a su casa urgentemente. El chico me espera en la puerta y me dice: “José Luis ha muerto”, me explica un poco la cosa. Yo le pregunto por Eloy, me comenta que está declarando en comisaría, así que llamé a la madre para darle la noticia. Eloy me llama al día siguiente, muy apenado, y me pregunta si considero prudente que vaya al entierro o no. Yo le dije: “haz lo que creas, pero te vas a sentir mal, vas a ver a toda la familia”. (He de decir que yo a la madre no la conocí, conocí a algún hermano y tal, pero nunca fui a su casa). Lo cierto es que Eloy no fue. Y después de eso, me llamó algunas veces más y fuimos perdiendo el contacto. Todo eso que yo he visto por ahí escrito de que José Luis murió en un descampao y tal, todo eso es mentira: murió en casa de Eloy.

Las noticias que tuve de él en los años posteriores fueron a través de la prensa. Alguna vez he pensado que podía haber hecho más por mantener el contacto y tal, pero… yo ya me desvinculé de todo aquello. Sufrí mucho. Terminé muy cansado de todo. Me di un tiempo de no querer saber nada y de limitarme a las cosas que tenía más entre manos.

 

-¿Cómo describiría la relación entre ambos? Se ha especulado mucho sobre el tipo de relación que tenían José Luis y Eloy.

-Del tema de Eloy, José Luis nunca me habló de muchas cosas. Yo tampoco pregunté. Él adoraba a Eloy de tal manera que cuando se enteraba de que andaba mal, alguna noche a altas horas de la madrugada, me hizo salir a verle. Si yo me quejaba por las horas que eran, me decía: “no puedes hacerme esto, ya sabes lo que significa para mí”. Esto me ocurrió como dos o tres noches, tener que ir a estar con Eloy un rato, charlar con él…

Por parte de José Luis, había una admiración a Eloy muy fuerte, una especie de dependencia en cuanto que en ningún momento quería romper la relación con este mito que para él era. Él siempre siguió con la idea de que algún día estarían bien ambos, y Eloy además lo decía, que iban a hacer una película en la que José Luis interpretaría a Sócrates. Él mantenía su idealismo con esas cosas. Tenía también una mala conciencia cuando él estaba bien y de alguna manera sabía que Eloy no: le parecía una traición. Creía que tenía que correr la misma suerte que Eloy, y eso lo llevaba muy dentro.

Han especulado mucho sobre la relación… pero José Luis no era homosexual: era un chico heterosexual. Yo le conocí varias novias, y él vivía con ellas. No iba por ahí el tema. El tema iba más por el enganche que tenía respecto a Eloy: él le había llevado al triunfo y seguía esperando que eso volviera a pasar. Tenían, yo creo, una relación paternofilial muy fuerte. Eloy lo consideraba como un hijo, habían vivido muchas cosas juntos…

Me acuerdo una vez, cuando José Luis estaba muy bien, que después de estar tomando unas cañas por el verano en Las vistillas, donde se juntaba toda esta gente del cine que era del Partido Comunista, Eloy de repente dijo: “¿te acuerdas cuando nos íbamos al parque de atracciones? ¿Por qué no vamos ahora?”. Y me hicieron llevarlos al parque de atracciones, yo ahí como un payaso, y ellos subiéndose en todas las cosas, encantados, gozando como dos chavales. Eloy necesitaba a José Luis, era una especie de compensación afectiva para él. Y yo creo que es lo que había, no más. Pudo haber, no lo sé: yo jamás traté con José Luis ese tema y nunca le pregunté nada. Lo respeté, era su mundo.
-Me pica la curiosidad saber sobre su relación con Eloy de la Iglesia. Él había sido militante del Partido Comunista, había hecho películas muy agresivas contra la iglesia como El sacerdote…

-Conmigo la relación era buena porque estaba José Luis por medio, y como te digo, hablábamos con frecuencia. Me acuerdo una vez que me llamó desesperadamente, no recuerdo cuándo y me dijo: “haz algo que José Luis está muy mal, que ese chico se muere”. Y yo: “Eloy, estoy cansado”. Él me respondió: “¡Pero no puedes hacer eso! ¡Eres sacerdote, te jodes! ¡Y haz lo que tienes que hacer por la gente!”. Y yo (medio en broma): “Sí, Eloy, es muy fácil decirlo…” Y él: “Ve, queda con el, por favor, ahora te va a llamar él y vais a quedar”.

Eloy, según me ha contado gente que le conocía, tenía un componente religioso muy en el fondo, ¿sabes? Y aunque rechazaba la iglesia-institución y la religión institucionalizada y tal, él a mí me veía muy bien. También me han comentado fuentes muy cercanas de la familia que él quiso ser sacerdote y estuvo un tiempo con eso, y como tanta gente, se pasó al otro extremo y se fue al PCE. Esa gente me dice que él mantuvo unos, no sé, unos rescollos religiosos en el fondo. Él se venía a mi casa cuando le parecía, y sabía que yo no le rechazaba, al contrario. El único día que estuvo un poco más agresivo conmigo fue cuando, después de muerto José Luis, debió de aparecer el otro reportaje. Estaba muy molesto por ello y me pidió que lo parara si era posible.

 

-Cuénteme un poco en qué consistía ese proyecto sobre Sócrates que me comentó antes.

-(Ríe con ganas) ¡Ay! Quería hacer Eloy una película sobre el tema griego, y me parece que sacando a los dos grandes filósofos, Sócrates y Platón, pero centrándose más en la vida y la historia del primero. Y le había dicho a José Luis que él sería el protagonista que interpretara a Sócrates, algo con lo que andaba ilusionado. Pero vamos, yo sabía que los dos consumían cocaína, eran fantasías de ellos… (Risas) José Luis me lo decía y yo: “bueno, pues ojalá, ps, ojala hagáis algo”. Ellos dos, juntos soñaban, cuando estaban bien, o yo creo que incluso cuando estaban un poco colocados con la cocaína, que ya sabes que da ciertos aires de grandeza y tal. Ellos soñaban muchas cosas, pero vamos, este proyecto no tuvo ninguna consistencia, aunque creo que Eloy sí estuvo trabajando en el guión.

 

-Querría saber el conocimiento que tenía de las películas de Eloy de la Iglesia y José Luis antes de conocerles, y después. Me interesa su punto de vista sobre estos títulos tan controvertidos.

-Yo había visto algunas, no todas, cuando conocí a José Luis: Colegas y Navajeros, que fue la primera que hizo. Después él me trajo el resto. Recuerdo que luego me quitó El pico y El pico 2 para venderlas cuando necesitaba dinero. A mí me gustaban esas películas porque estaba metido en ese mundo: no hay que olvidar que él vino a mí porque yo formaba parte de la Coordinadora de Barrios de la periferia de Madrid y trabajábamos con la gente mas marginal. Aquí en Getafe, llegó un momento en que nos dedicábamos hasta a sesenta chavales, tirando como podíamos: en centros, otros los teníamos en casa, otros en la casa de Guadalajara,… Yo estaba en ese ambiente y me interesaba ese cine: eran películas que trataban el problema de la droga de una manera muy directa.

 

-Ambos Picos tienen cierto carácter profético. Presentan situaciones que, en cierto modo, se repetirían en su vida, como que acabara en la cárcel de Carabanchel [1.21, fragmento de El pico 2]…

-José Luis se vio convertido en mito representativo de aquellos años, de una realidad muy dura [1.43, tema principal de Navajeros], de un tipo de chaval que está en la calle. Tal vez fue necesario crear ese mito. Un amigo mío, psiquiatra, me dijo una vez: “A este chico se le llevó a la categoría de mito representativo de una realidad. Tenía que fracasar, porque el mito dura un tiempo, y los mismos que construyen el mito, lo destruyen después, cuando se va imponiendo”. José Luis se vio empujado a ser ese tipo de mito, porque no hay que olvidar que, cuando hizo El pico, él no se pinchaba. Él tenia verdadera alergia a picarse: tuvieron que buscarle un doble para las escenas de pinchazos. Eso me lo contó él repetidas veces.

 

-Entonces, ¿no es suyo el brazo que aparece en aquellas escenas tan controvertidas en las que se muestra la inyección muy de cerca? Muchos dan por hecho que los pinchazos eran de los propios actores y que estos ya llevaban coqueteando con la heroína desde la época de Colegas.

-Esto es lo que él me contó. Él no podía ver una chuta en la época de El pico. Nunca lo había hecho. Él no hizo esas escenas. Él no se chutaba entonces.

 

-Entonces debió de empezar en esos años, porque en El pico 2 sí se le ve en plano general.

-Es posible que para El pico 2 ya estuviera enganchado, aunque pudo haber alguna trampa, que realmente no se metiera la chuta, no sé…

 

-En El pico 2, la voz ya no es la suya. José Luis fue doblado. Puede ser una pista de su situación real entonces.

-La verdad es que no sé por qué le doblaron, no te sé decir… Yo tengo la idea de que cuando se hicieron El pico, y creo que también El pico 2, él no consumía heroína.

 

-A finales de los años ochenta, empezaron a fallecer compañeros suyos como Pirri. ¿José Luis se enteraba de esas noticias? ¿Guardaba alguna relación con esa gente con la que había trabajado?

-No, no. Él perdió realmente toda relación con esta gente; solo la mantuvo con Eloy, con la gente de Spinto… Prácticamente se quedó solo, de tal manera que sí se echó en falta alguna presencia más, por lo menos en su entierro. Cuando falleció, me llamó Ramón Colom, Javier Maqua… poca gente. De sus compañeros, por ejemplo, había otro chico, el que hacía de Urko [Javier García, coprotagonista de El pico], del que no supo más. Se lo llevaron sus padres, parece ser, él era catalán,… Alguna vez me comentó que no volvió a saber nada más de él. Me dejó una fotografía grande de los dos, que la tengo por ahí… Sé que hubo celos cuando apareció Urko en la vida de Eloy: a José Luis no le gustó mucho, le pareció que le robaba un espacio, según me contó alguna vez.

 

-¿Cómo vivió él por dentro, emocionalmente, pasar del éxito a la soledad?

-Le resultó duro, muy duro. Aunque muchas veces me decía lo a gusto que se encontraba cuando estaba bien, cuando nos íbamos a pasar unos días a un monasterio o estábamos de viaje, haciendo turismo… “Aquello no es vida”, me decía. Recuerdo cuando fuimos al monasterio de San Andrés de Arroyo la primera vez, por la noche leíamos El nombre de la Rosa, y a él le encantó. Tiempo después, en una de sus cartas desde la cárcel me escribía: “he estado viendo El nombre de la rosa en televisión y me he acordado de ti y del monasterio. Cuánto idealizo y anhelo aquellos días donde era tan feliz y me sentía tan a gusto…”.

 

-A modo de conclusión, ¿qué recuerdo le queda de José Luis Manzano? ¿Qué recuerda en particular de él?

-Fíjate, él tenía un espíritu artístico muy interesante: él era un chico sin cultura, pero sí que tenía sensibilidad artística. Recuerdo la primera vez que fuimos al monasterio de San Andrés de Arroyo. Llegamos un atardecer, a la hora de las vísperas. Las monjas rogaron en una oración por los artistas, decían: “para que la belleza que de ti procede, Señor, la sepan plasmar en sus obras”; y esas cosas le llegaban al alma. Allí quedó extasiado cuando vio el claustro del monasterio, de transición del Románico al Gótico, del siglo XII, de tal manera que a veces desaparecía y se iba allí, al claustro, y se quedaba mirando sus arcos, toda la línea de columnas que había allí, haciendo planos con los dedos… Tenía una parte mística, misticoartística que formaba parte de su fondo bueno. Cuando estaba bien, José Luis era noble, era bueno, sencillo, humilde, volvia a sus orígenes de niño pobre… Tenía esa parte de belleza, de ingenuidad, de espontaneidad, de sensibilidad artística. Y aunque no había estudiado, él vivía las cosas de otra forma.

FUENTE: Cineconsentido

 

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