DESDE LA DOBLE A

Y Fernando levantó un título de rojiblanco

Por fin. Todo llega. El Atleti se asomaba a esta final con la aureola de ganador. Podríamos, incluso, afirmar que asistíamos al último partido de esta competencia con cierta tranquilidad. Desde luego, distinto a 2010, 2012… Sabores diferentes, pero es normal tras la época en que está inmerso el club. Sin embargo, por ahí, siempre hay alicientes que aderezan con sabor propio cada momento. Hoy uno de los afanes ponía el foco en uno los sinónimos que tiene el Atlético de Madrid. No es otro que Fernando Torres. Santo y seña de la institución que tanto años acampó a orillas de la ribera del Manzanares. Todos deseábamos ver al Niño que este domingo se irá crecido encaramando un trofeo con el club de su vida. Un broche de justicia poética a quien lleva ADN atlético en sus venas. Las mismas que se ha vaciado en cada partido, con intachable actitud dentro y fuera de la cancha.

Fernando ganó todo a nivel de clubes y selección, pero lo que él mismo ha calificado como “el más especial”, quizás, ha aparecido en ese momento, en el más especial. Torres vive sus últimas horas con el equipo rojiblanco y el fin de semana se despedirá en el Metropolitano. Mientras esa fecha, que vendrá cargada de emoción y sentimientos, la trae el calendario, disfruta de su noche. Con la que siempre soñó. Y con la que soñamos una generación de chavales que contábamos muy pocos años cuando él arrancó en el Atleti. No era, casi huelga remarcarlo, la misma época. No es que no se ganasen títulos, no se llegaba a finales. En Fernando, en sus despuntadas cualidades, poníamos nuestras esperanzas. Esa historia tuvo un paréntesis, pero El Niño regresó. Fue algo que siempre buscó.
Y en la segunda etapa comprobó lo que es estar en un Atleti ganador, al que se le quiere igual que cuando no. Tiempo después, las líneas de Fernando Torres como jugador del Atlético se cerraron de la mejor manera, si bien su figura permanecerá más allá de una copa. Su espíritu, por supuesto, es más grande que todo eso.

Pero, ahora, en el calor de la celebración, de entonar su cántico, el de Luis, es toda una satisfacción tener ese momento inmortalizado. Fotografía de museo. Historia viviente.
Era su final, en todos los sentidos del término. Personalmente, este Europa League para mí tenía otro gran afán. Brindar en el festejo con mis amigos Andrés y Carlos y el detallazo que me regalaron en la previa. Hace ocho años, los tres juntos, cantábamos en las madrugadas de vuelta a Getafe el himno. El Atleti estaba a unos días de hacerse con su primera EL. Ocho años más tarde estamos en pleno esplendor de un magnífico ciclo, por el que pasaron Supercopas de Europa, Ligas, Copas del Rey… Qué no pare. Eso sí, entre medias, gracias Gabi, Fernando la levantó.

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