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8 de marzo: Conversando con Mercedes Pérez, Historia viva del sindicalismo femenino

► “El miedo jamás puede estar por encima del umbral de la dignidad. 

► “Las Espartanas han resultado ser unas grandísimas luchadoras. Son ejemplares”.

► “El feminismo es un movimiento de justicia social y tiene que desafiar a los clasismos que se interconectan”.

Admiro y disfruto con la gente valiente que invierte su tiempo y vida en resolver situaciones injustas y en posicionarse del lado de los débiles. Curtidas sus manos y alma en batallas, renuncias y jaleos. Todo ello, lo pongo, si cabe, más en valor, cuando te cuentan sus historias, aquellas vivencias  de trincheras, sudores y lágrimas, con humor. Es el caso de Mercedes Pérez. No despega la sonrisa de su brega y no le importa la lluvia. Seréis capaces de escucharle su tono cálido, risueño y con chispa, en cada letra escrita. Porque lo que sale con el corazón bien merece atención. Una mujer que en este 8 de marzo no parará quieta. No en vano, lleva muchos años, desde su posición, sumando granitos. Quédense con eso. Los avances no vienen de la nada, como los castillos necesitan piedras. Ella sabe de construir. Y no está exactamente hoy de celebración, sino de lucha.

Parar para avanzar. Día Internacional de la Mujer. Una jornada en la que, más cosas mediante, se reclama por la igualdad salarial, cese del acoso laboral… Nuevo Crónica les trae la historia de quien ha sido la primera delegada sindical en Casbega y, casi seguro, del resto de la península. Empezó a trabajar en Coca Cola en el año 83, precisamente en Fuenlabrada; después pasó por Barajas. Ella es Mercedes Pérez, a quien conozco de hace unos años y he tenido la oportunidad de entrevistar en alguna que otra ocasión. Para que se hagan una idea de la figura que presentamos en estas líneas, conviene contar que estuvo detenida en la comisaría de Moratalaz porque se tiró delante de un tráiler. La intentaron levantar entre cuatro policías y según lo hacían la tiró Bermejo. El bueno de Paco, su marido. Es una anécdota de defensa por intereses de una clase obrera a la que ampara Mercedes. Efectivamente, un trasfondo absolutamente serio, pero que ella me relata entre carcajadas, que me contagia al ilustrarme fielmente a los cuatro agentes aupándola.

Mercedes se presentó a las elecciones sindicales al poco de entrar a trabajar. Ella sabía de su ADN desde que nació. Un carácter indómito que la convierte en incómoda para los cómodos. Su sangre le pide lo que sus piernas le permiten, recorrer kilómetros de situaciones de conquista social. “Yo siempre he sido muy peleona. Coca Cola en sí misma es una empresa muy machista, aunque, en Casbega, los miembros del Comité de Empresa no lo eran, porque a mí me apoyaron mucho para presentarme. En la empresa estaba muy mal visto, no había ninguna mujer. Eran todas secretarias, telefonistas, un rol muy marcado”, arranca Mercedes, quien rompió un molde. Y es que el mero hecho de presentarse supuso todo un choque para la multinacional. Ella, administrativa, se desempeñaba en el despacho con el director comercial. La sacaron de ahí. Comienza siendo secretaria del Comité de Empresa. A los tres meses de llegar, promueve un encierro al entender que la dirección rehusaba tratar unos asuntos. “Todos mis compañeros se quedaron alucinados. Dijeron, esta tía viene con una furia…”, recuerda la protagonista de este artículo.

Posteriormente, pasó a la Comisión negociadora del convenio de Casbega, uno de los mejores que hay en España por sus condiciones. También sería delegada sindical de CCOO, miembro del Fondo de pensiones, integrante en Salud Laboral. Fue la primera mujer con mando, jefa de ventas  en Coca Cola. Era la jefa de los que llevaban los camiones. Después ya vinieron más mujeres en puestos de responsabilidad. Es algo que costó mucho conseguir.

Mercedes me cuenta que, como consecuencia de su situación sindical, tuvo una represión muy grande en la empresa, lo que la llevó a ser la primera persona que ganó en el Tribunal Constitucional, junto con Bermejo, una sentencia por vulneración de derechos fundamentales. Otro hecho sin precedente. “Sufrimos una represión muy grave, me tuvieron cuatro años en una mesa sin hacer nada, mirando a la pared, sin carga alguna de trabajo”, lamenta.

Eso no es nada comparado con lo que me narra a continuación. Mercedes estaba embaraza de ochos meses y con previsiones de dar a luz en los últimos diez días de septiembre. Sin embargo, el 30 de agosto telefonean a Paco para comunicarle que les quitaban a los dos del puesto de trabajo. Toda una antesala del despido. Paco respondió que  tomarían las medidas que estimasen pertinentes, pero que, ante todo, no se lo comunicasen a su mujer por su estado. El gerente le afirmó haber mandado ya el mensaje postal. Ese mismo día, a las 21h, sacaron al niño. Mercedes tuvo un ataque de eclampsia, le provocaron el parto y su hijo casi se muere al nacer.

Llevamos unos minutos charlando sobre tiempos pretéritos. Mercedes, con la autoridad que le otorgan los años, tiene capacidad de comparación. Le pido que me dé su visión del sindicalismo de nuestros días. “Los sindicatos son el fiel reflejo de la sociedad. Si una sociedad se adormece, los sindicalistas están aletargados también. El sindicato existe porque existe el respaldo de la gente. ¿La figura ahora mismo del sindicalista está denostada? Pues sí, pero hay que ser autocríticos todos. A lo mejor, los sindicatos no han estado cumpliendo toda la función que se podía esperar. Si algo marcha mal, cámbialo, no esperes a que lo haga un tercero”, sostiene.

Otro de los componentes que decoraran el panorama actual laboral es el miedo. Ese sentimiento al que ha derrotado Mercedes y tantas y tantos de su generación. ¿Ha sido en vano, hay un retroceso? “El miedo jamás puede estar por encima del umbral de la dignidad. Nunca. En el 85, 87, 90, ¿yo no tenía hipoteca? Claro que la tenía. ¿La gente no tenía hijos? Claro que los tenía. Te jugabas la vida y la cárcel. Sucede que tenías otro concepto, el de mejorar la situación”, responde Mercedes y añade que “esto del temor no se ha infiltrado en tres días. Es una labor del capitalismo, que ha ido metiéndonos en la cabeza la individualidad. Cuando divides, vences. Ha creado la idea de que individualmente puedes hacer todo y que no te importa lo que pase al de al lado. Y eso ha calado, hemos perdido el concepto de solidaridad, de lealtad, de grupo…” Esto último es algo en lo que ella hace hincapié. Pero no teoriza, sino que conoce la práctica. Y es que la sección sindical de Casbega “es muy musculada, firme y estructurada, desde sus comienzos. Siempre se trabajó mucho el contacto con las personas. La acción y la reacción. Entonces, no es raro que en el momento en que surgió este gravísimo conflicto del ERE, la gente actuara. Ya lo hizo antes, es una cuestión de cultura”. Señalábamos al inicio del texto la importancia de grupo. Esto nos lleva a comentar una clara reivindicación de este jueves, la brecha salarial. Mercedes comparte conmigo una escena encomiable en ese sentido. En Casbega, Bermejo convocó la primera huelga que existió para quitar eso, la brecha. No se empleaba ese término, pero detectó que unas compañeras administrativas cobraban menos que los iguales masculinos. Año 78. Sí, correcto, tiempos de la Transición. Está escrito en los libros de actas, en Casbega a igual trabajo, igual remuneración. Se consiguió. Jamás tuvieron diferencias salariales. Ejemplo de que cortar las cosas desde el principio es importantísimo.

Saltamos de nuevo hasta el 2018. Ahora está metida en los comités europeos. Se está constituyendo uno de Coca Cola y ella es portavoz. En ese equipo, no hay una fuerte representación de mujeres. Están Alemania, Reino Unido y nuestro país. Esto ha dado mucha relevancia y presencia. Les ha permitido ser un referente en Europa. Mercedes entiende que por esto “a la Coca Cola no le queda más remedio que tragar porque saben que nuestro conflicto se extiende como una mancha de aceite. A Bermejo lo llaman ahora para negociar un tema en Alemania. Los alemanes quieren que estemos nosotros. Ahora la empresa ha echado un paso al lado, que no atrás, para no permanecer en el conflicto jurídico en que estaba. Pero no me fío ni un pelo. Me fiaré el día que vea a mis compañeros trabajar y que se haya erradicado la persecución y solventado los graves problemas ocasionados”. Ante esto, mi pregunta es rápida, ¿lo ves posible? “Es muy fácil. Todo este conflicto nace del empecinamiento de Sol Daurella por destrozar Madrid. Lo único que hace falta es una cabeza pensante que no tenga odio, sino que quiera el negocio y se dará cuenta de que no ha hecho más que desacreditar la marca, perder dinero y crear esa mancha de aceite. La propia actitud de la empresa nos ha hecho a nosotros un referente. Es fácil, lo primero cumplir las sentencias y segundo poner las actuaciones más lógicas para el funcionamiento del negocio y que se olviden del rencor. Ha sido una actitud personal de ir a por Madrid por el odio del convenio tan bueno e intentar erradicar la actividad sindical. La gente quiere trabajar. No sería problemático por nuestra parte”, contesta a la par que se acuerda de infartos, intentos de suicidio o bajas por depresión de dos años de compañeros.

Las Espartanas

Y es que, sin lugar a dudas, en un momento de los duros, surgieron las conocidas Espartanas. “Los conflictos, en su mayoría, han estado muy visualizados en los hombres. Pero, la labor de las mujeres ha sido siempre importantísima porque ha desarrollado el apoyo logístico. En nuestro caso, si las mujeres no apoyan, esto no habría continuado de ninguna manera. El campamento propició que se conocieran y tomaran contacto”, reseña Mercedes, y dedica unas palabras a las Espartanas, “han resultado ser unas grandísimas luchadoras. Son ejemplares. Son mujeres normales que no estaban vinculadas a conflictos o sindicalismo. De buenas a primeras, se meten en un engranaje de una fuerza muy importante. Recuerdo, y Gema seguro que también, que me decían que no podían hablar, que si no valían… Yo les decía que hablasen desde el corazón y dijesen la verdad. En un acto, estaban muy apuradas las muchachas, Carmen y Aurora me decían que no iban a poder hacerlo, que no iban a llegar nunca. Les conté que no somos conscientes de la estatura que tenemos hasta que nos ponemos de pie. Este movimiento de las Espartanas ya tiene trayectoria marcada y propia. Un grupo excepcional y de unos valores tremendos. Para mí son una satisfacción”.

Se va preparando la gran manifestación de la tarde noche de este jueves 8 de marzo de 2018. Como final, quiero que Mercedes nos deje un mensaje que sintetice lo que le provoca esta jornada, “el feminismo es un movimiento de justicia social y tiene que desafiar a los clasismos que se interconectan. Esto no es una lucha de 15 años, llevamos tres siglos, documentados al menos, luchando con ello. Cada milímetro conseguido por mujeres ha sido a base de la vida, del sacrificio… No podemos dejar arrebatarnos ni un solo palmo de lo conseguido porque es robarnos la Historia a toda la sociedad. Una sociedad que excluye a las mujeres jamás avanzará”, sentencia.

Son muchas experiencias, porque muchos son los años y mucha la actividad, las que engranan el ya largo recorrido de esta mujer. Podríamos, se lo aseguro, hablar horas y horas con ella. Silvia, una de las Espartanas le ha pedido alguna vez que otra que escriba un libro. Mercedes, con esa chispa de humor tan suya, no duda en dar respuesta: “¿un libro? Si me pongo, lo hago en serio y escribo la Larousse”. Desde luego, tantas vivencias bien valen una enciclopedia. Habéis saltado muchas olas, y qué sigáis nadando, le deseo. “Muy buena frase, Adrián. Continuaremos”, me contesta.

Salud y feliz 8 de marzo. 

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