► El filologo y académico ha sido galardonado con el ‘X Premio José Luis Sampedro’.
ÓSCAR MARTÍNEZ GARCÍA.- Años antes de conocer al profesor de griego Carlos García Gual en las aulas de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense –me dio clase de textos griegos a principios de los años 90– había leído con verdadero disfrute e íntima emoción La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro, una lectura que me reveló una sensibilidad, un sentido de la humanidad y una sabiduría que bebía de fuentes antiguas; las mismas sensaciones que siempre he percibido en las lecturas, en las lecciones y en el trato –del que me honro– amistoso con García Gual. Me parece, pues, natural y muy de justicia que esos dos nombres aparezcan ahora ligados con la concesión al sabio profesor del X Premio José Luis Sampedro.
El mismo día que conocí la noticia del premio me puse en contacto con él para felicitarle y al margen de sorprenderse de la velocidad con la que me había enterado –no tiene cuenta de Twitter…–, me expresó una gran y sincera alegría por su concesión. García Gual ha recibido, en efecto, no pocas distinciones a lo largo de su extensa carrera académica y profesional, y aunque no es el lugar de hacer un listado exhaustivo de sus premios sí que merece la pena señalar que, sin ir más lejos, este mismo año leyó su discurso de ingreso como miembro de la RAE, ocupando el sillón J (uno puede pensar que esta letra no es tan griega como la y, aunque yo quiero pensar que de alguna manera lo es aún más, ya que la j, tanto mayúscula como minúscula, proceden de la vieja iota del alfabeto griego, que dio lugar a la i y a la j cuando pasó al abecedario latino, mientras que la llamada «y griega» era en origen una u pronunciada a la francesa). Pero ya que el jurado del premio ha destacado su «contribución al acercamiento, a través de sus magistrales traducciones, de la cultura clásica a nuestros días», también veo preciso subrayar que por dos veces –se trata de un caso excepcional– el profesor Gual ha recibido el Premio Nacional de Traducción: la primera ocasión fue en 1978, cuando el premio llevaba el nombre de «Fray Luis de León»; entonces lo recibió por su traducción de la ‘Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia’, del Pseudo Calístenes; la segunda ocasión fue en 2002, y el premio fue concedido como reconocimiento a su obra entera como traductor (repasemos sucintamente los autores por él traducidos: Homero, Epicuro, Eurípides, Platón, Hipócrates, Aristóteles, Sófocles y un largo etcétera).
Pero su mérito no se queda solo en sus traducciones individuales, sino en su labor como arquitecto de una ambiciosa empresa cultural consistente en trasladar los escritos de los autores clásicos a un español accesible y actual: es a través de su labor como director de la Biblioteca Clásica Gredos como también ha hecho posible que tengamos un acceso cuasi directo a ese importante legado de la humanidad. La importancia de esta labor fue reconocida con la concesión a la Editorial Gredos el premio que la Sociedad Española de Estudios Clásicos concede a las personas e instituciones que se hayan distinguido en la defensa y difusión de la cultura clásica.
En tiempos de la información inmediata y en la palma de la mano, no veo necesario seguir enumerando distinciones que se pueden encontrar fácilmente en la Red, ni siquiera hacer un listado de sus muchos y conocidos libros –varios de ellos marcaron un antes y un después en los estudios literarios y filosóficos en nuestro país: su libro Los orígenes de la novela (Madrid, 1972) no tenía precedentes cuando él lo escribió y su Epicuro (Madrid, 1981) es realmente excepcional–, pero sí que es preciso insistir en algo que se ha dicho muchas veces de él: su capacidad para hacer accesible, bello y evocador el acercamiento a todos los aspectos de la Antigüedad clásica: su ‘Introducción a la Mitología griega’ (Madrid, 1992) o, más recientemente, su Sirenas. Seducciones y metamorfosis (Madrid, 2014) o Grecia para todos (Madrid, 2019), por espigar unos pocos ejemplos. Sus libros son una invitación a la lectura reflexiva y al sosiego, y también un acicate intelectual.
Creo, por el contrario, que tal vez sea más interesante que proceder con un listado de méritos y publicaciones, hacer este breve apunte: la relación de Getafe con Carlos García Gual se remonta, al menos y hasta donde yo sé, a un homenaje anterior en más de una década. Era 2006 y tres alumnos suyos, David Hernández de la Fuente, Jorge Cano Cuenca y yo mismo, tuvimos el empeño de llevar a cabo una labor cultural de edición a través de una asociación. Bajo el sello getafensede «SietenanosEdiciones» los tres quisimos rendirle en pago a sus enseñanzas un tributo en forma de libro que se tituló Tropheia. Tributo a Carlos García Gual, y allí dijimos algo de todo lo bueno que se puede decir de él, como que «su labor cultural queda definida por un esfuerzo perpetuo de acercar el fuego sagrado de lo antiguo a los hombres, a sabiendas que el único camino para ello es la claridad y un honesto rigor intelectual». Enhorabuena a Carlos García Gual, pero también enhorabuena al jurado por esta decisión que creo que les prestigia también a ellos, así como a nuestra ciudad.
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Óscar Martínez García preside la delegación de Madrid de la Sociedad Española de Estudios Clásicos.