► Su sobrina expone que “la aislaron sola en su domicilio y la doctora, en una situación de desborde, dejó de llamarla”.
Luisa. 60 años. Su cuerpo espera desde este jueves en el tanatorio de Getafe a ser incinerado. El coronavirus es el principal sospechoso de haber liquidado su vida. Apreció muerta sobre el suelo de su salón, “esperando a ser atendida tras haberle dicho la doctora de su centro de salud que se recluyese en casa desde el pasado viernes 13 de marzo al ser sospechosa”, llora hoy su familia. Sin hijos, estaba muy unida a su sobrina Pilar Moreno, vecina getafense, quien no duda en sentenciar para nuevocronica.es que “la han dejado morir como un perro” al no atenderla desde entonces ni por teléfono ni por visita en el domicilio, según manifiesta. No será velada.
La pandemia del COVID19 deja ya más de 1.000 muertos y 20.000 contagiados en España, cifras del todo superiores a las que en su momento pronosticaba el Ejecutivo de la nación. Mientras España ve las calles vacías desde los balcones, los hospitales se ahogan, toda vez que los encargados de liderar esta emergencia sanitaria repiten sin cesar desde hace unos días que “lo peor está por venir”. Para muchos ya ha llegado. Es el caso de Luisa, quien cerró los ojos para siempre hace tan sólo unas horas, y, en consecuencia, de su familia, que, aún en shock, intenta asimilar lo acaecido.
Faltan pocos minutos para la medianoche que conduce a la madrugada del 20 de marzo. Quien está al otro lado del teléfono es Pilar Moreno, vecina getafense. Se pone en contacto con la redacción de este medio para denunciar a quemarropa la forma en que ha muerto su tía. Pilar crepita. Sus palabras son una suerte de ensalada amarga que aglutinan los tristes aderezos de la rabia, impotencia, negación y pena. Desordenados y alterados. Son muchos los pulmones que han sucumbido al virus, pero la getafense, en este caso, se afana en los primeros instantes de conversación en señalar el cómo. “Como un perro. Sabemos que están hasta arriba, que todo esto sobrepasa, pero se han olvidado y ha muerto sola. Como un perro”.
Pasaban unos días del inicio de marzo cuando la pareja de Luisa dio positivo en COVID19. Lo ingresaron y a ella le exigieron, antes de que se decretase el estado de alarma y por tanto la obligación legal y moral del confinamiento, que guardarse cuarentana. Desde el miércoles 11, la fallecida solicitó que le practicasen un test. No se lo hicieron, asevera la familia. Tampoco a día de hoy han llegado las pruebas rápidas de diagnóstico que hace cuatro días prometió Sanidad.
Luisa, tal y como explica Pilar, tenía una salud delicada. Había sido operada de corazón y de pulmón y precisaba de una máquina para respirar por las noches. Esto es, todas las papeletas de grupo riesgo; es por eso que su sobrina argumenta que “con más razón para que se hubiese estado pendiente”.
Aunque no logra serenarse en toda la llamada, más pausadamente cuenta que “el viernes 13 su doctora del centro de salud le dijo que se fuese para casa y que le haría un seguimiento”. Atendiendo al testimonio de Pilar, no puede ser todo más diferente. “Ni mi madre ni yo hemos podido ir a verla desde el sábado 14. No nos dejaban salir para visitar a una posible sospechosa. Así que durante toda esta semana hemos estado llamando a la doctora de cabecera. No cogía el teléfono. También hemos llamado al 112 y nos decían que dejáramos la línea libre; tampoco tuvimos suerte en el 062 ni en el famoso 900102112”, relata afligida.
Así las cosas, este jueves llegaría el triste desenlace. “Yo hablé con ella el mismo 19 de marzo sobre las 11 de la mañana. La noté muy mal ya. Casi no podía hablar y respiraba fatal. Es cierto que los días anteriores había tenido fiebre, tal como nos contaba en audios de WhatsApp, y ya se le evidenciaban esas señales, aunque el jueves eran muy fuertes. Estaba asfixiada. Le dije que se tranquilizase y que intentase sentarse y relajarse. Me sentí muy mal al colgar, pero más no podía hacer; estaba llamando a todos los sitios”, señala Pilar para desvelar que “sobre las 13 horas nos enteramos. La doctora, en ese transcurso, por fin la había llamado y al ver que no respondía avisó a la policía”. Ya era tarde. Y la tardanza provocó echar la puerta abajo.
Pilar asegura que no se le practicó autopsia. “Tenemos que creernos que es su cuerpo uno de los que está en el tanatorio de Getafe. Será incinerada nos han dicho. No llegaron a hacerle prueba, pero tras el positivo de su pareja, los síntomas y el interés que pusieron en que fuese aislada, no me cabe duda de que el virus ha acabado con mi tía. Todo está desbordado y consideramos que no ha sido bien atendida”. A la digestión de la muerte se le suma otra, quizá hasta más pesada: el cómo. Quién sabe si cuando todo esto haya pasado tendremos a alguien que responda por las formas.