LLEGANDO A PUERTO

El alma del mercado de abastos. Despedida y cierre

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‘Luces en el mercado de abastos’. Fotografía colección Moisés Rojas Cabezudo

 

Empezaba a verdeguear el primer año del siglo XXI. Todavía se avistaba cercana la fecha en la que, los que quisieron y pudieron, ejercitaron su merecido derecho al voto, solicitado en las municipales de 1999. Al volante, un incombustible Pedro Castro que no dejaba de ganar una elección tras otra desde, que en 1983, ocupara por primera vez la alcaldía de Getafe. Las columnas de la cultura eran sostenidas por la mano de Javier Ollero Beriaín y, más tarde, por la de José Manuel Vázquez Sacristán. 146.310 ciudadanos y ciudadanas conformaban la población de Getafe.

En la primera visita que realicé al edificio del antiguo Mercado de Abastos, tras su cierre en 1998, pude comprobar tan lamentable estado que solicité inmediatamente su limpieza.

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‘El año triste’. Colección Moisés Rojas Cabezudo.

Cajas de madera y cartón, restos de productos, azulejos rotos y escombros se acumulaban desordenadamente junto a los puestos de venta. El espíritu coleccionista del tiempo, cobijado entre las paredes alicatadas y los mostradores de mármol, supo guardar celosamente, como un tesoro, las cámaras frigoríficas e incluso los cierres y los números que ordenaron la subasta de los alquileres. Las flores frescas del quiosco cercano, esparcidas por el frío suelo, llenaban de colorido la entrada por la calle de los Jardines, ofreciendo un merecido homenaje al alma de un olvidado mercado de abastos que apenas inspiró unas breves líneas entre las crónicas del momento y que perdió, por entre las tejas arabescas, el incesante olor a frutas, verduras, carne y pescado.

Arriba en lo alto, las cerchas de hormigón encaladas brillaron, con sus tirantes metálicos, allí donde el semiderruido falso techo permitía ver el paso de la luz desde la uralita de colores verdes, blancos y azulados.

De uno de los puestos colgaba el cartel “Patatas por sacos”. En otro, dos carteles de Los Piyos, con sus rumbas y sevillanas, daban paso a un calendario de “Naranjas Torres”, abierto por la hoja del mes de diciembre de 1997.

El año triste, que diría Silverio Lanza, para anunciar el principio del fin de tan lamentable y doloroso cierre de una actividad comercial que tuvo su principio en 1957, tan sólo cuarenta años atrás. Por un instante, tan sólo fue un momento, me pareció ver sentados en las viejas sillas del cuartito del conserje, apoyados sobre una robusta mesa de madera, al alcalde Juan Vergara y a los concejales Pedro Manzanares y Manuel Galeote. El arquitecto José María Pellón, de pie, levemente inclinado, extendía ante ellos unos papeles que contenían trazos de líneas dibujadas a tinta negra, mientras Félix Cifuentes asentía levemente con la cabeza.

No supe entrever entonces la cubierta de teja árabe más que en el edifico de dos plantas, con acceso por la plaza de la Constitución. Fue en su tiempo, la planta alta, sala de audiencia de eternas escaleras para el reo, donde el señor juez administró justicia y dirimió los juicios por delitos cometidos en el municipio. Duros tiempos de equidad imposible, de justicia severa para los perdedores de la legitimidad vigente. No llegué a ver la fachada de chapados de piedra de colmenar, aunque si aquellas de ladrillo visto y, sobre la puerta principal la palabra “Mercado”, definiendo el surtido de abastos en un edificio municipal.

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‘Puesto nº 2’. Colección Moisés Rojas Cabezudo.

Treinta y seis puestos mudos, encerraron entre sus paredes el bullicio de las conversaciones, el saludo entre los vecinos y vecinas, los gritos de los comerciantes anunciando su mercancía. Los niños y las niñas, con la gracia y el desparpajo de una envidiable letanía, hacían los recados, que mandaban las madres y las abuelas. A una mano, el cenacho como espuerta de esparto o palma. Todo me venía, una y otra vez, desde el almacén de la memoria.

Ahora que están de moda las líneas rojas comprendo aquella mirada severa de un concejal de urbanismo que me decía: “Allí donde tire la línea del Plan General de Ordenación Urbana, ahí mismo beneficiaré a unos y no a otros, sin tener yo la más mínima estima ni el menor interés”.

Sea como sea, la suerte fue echada, en 1986, para uno de los edificios emblemáticos de Getafe. Una línea roja había decidido la ampliación de la plaza de la Constitución y la intención primera sería demoler el edificio para ampliar la zona peatonal en este espacio céntrico, de forma que la plaza del Ayuntamiento, ahora de la Constitución, conectara directamente con la pequeña plaza de la calle de los Jardines.

Pero he aquí que se hizo la luz. El 10 de julio de 2006 presenté un informe como Director del Teatro Auditorio Federico García Lorca, en el que resaltaba la evidente necesidad de disponer de un local en el centro de Getafe para sala de exposiciones y otras actividades relativas a las artes plásticas. Nada mejor para ello que habilitar el antiguo mercado municipal de abastos de la plaza de la Constitución.

A mi juicio, era posible una restauración tanto de su cubierta, manteniendo las cerchas, como de su interior, conservando algunos puestos de venta de productos. No pareció, en principio, una obra excesivamente costosa.

Aquello podía permitir no sólo un permanente e intencionado recuerdo de la historia, de los hechos en él acaecidos, sino también de las costumbres y anécdotas, allí ocurridas.

Con el apoyo del Director de Cultura, Jesús Zapata Zapata, conseguí que el Concejal de Cultura lo elevara a Ayuntamiento Pleno y, en este órgano de representación local, como no podía ser de otra manera, se aprobó la rehabilitación y el uso como sala de exposiciones siendo el 25 de julio de 2006.

Sin embargo, una vez que el proyecto estaba aprobado por el Ayuntamiento Pleno, surgieron una serie de inconvenientes que perjudicarían la rehabilitación. Todo ello a pesar de que la Consejería de Urbanismo de la Comunidad de Madrid había comprometido su participación siempre que no se demoliera el edificio y se procediera a la restauración del mismo.

Pero esto ya es harina de otro costal. Una historia para un próximo capítulo.
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Foto 2.- “El año triste”. Colección Moisés Rojas Cabezudo.
Foto 3.-‘Puesto nº 2’. Colección Moisés Rojas Cabezudo.

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