ESPECIAL

El Juez procesa al Alcalde de Getafe y ambos, junto al caciquismo, salen a relucir en el Congreso de los Diputados

Casa del juez Francisco Fernández Bernal en la calle Arboleda. FOTO: Del archivo de Manuel Fernández

Casa del juez Francisco Fernández Bernal en la calle Arboleda. FOTO: Del archivo de Manuel Fernández

 

♦ Hacía tan poco tiempo que España había pasado por el desastre del 98 que las clases dirigentes seguían anestesiadas, aletargadas, ocupadas en sus inmemoriales disensiones y corruptelas mientras el pueblo se retorcía por el precio del pan.  El nuevo siglo no había sido capaz de atajar los males que arruinaban al país de manera crónica. A finales del año 1903, el rey Alfonso XII le encargó la presidencia del gobierno a Maura que llegó con la intención de reformar una administración local trasnochada y acabar con el sempiterno caciquismo.

En Getafe, desde hacía dos años se construían los nuevos cuarteles de artillería. La escritura de cesión de los terrenos adquiridos por el Ayuntamiento a sus propietarios, unos 48.000 metros cuadrados, se firmó ante el Notario de Madrid Vicente Castañeda en el año 1902. Además del representante del Estado que adquiría, por el municipio firmaron el Alcalde en ese momento, el abogado Gregorio Sauquillo Ollero, y el procurador de los tribunales y Regidor Síndico, Feliciano Martín Pereira. Cuando se inauguraron los cuarteles, tras la toma de posesión de los distintos pabellones por el cuarto regimiento de artillería ligera al mando del coronel García Menacho, el día 15 de noviembre, los dos personajes municipales habrían invertido sus papeles. Ese día el alcalde era Feliciano Martín Pereira y el Regidor Síndico, Gregorio Sauquillo Ollero. Este último, aunque nacido en Moraleja de Enmedio, había sido cuatro veces alcalde de Getafe y era amigo, además del juez Bernal, del General Palacio, del escritor Ricardo de  la Vega o del registrador de la Propiedad, Antonio de la Fuente, entre otros personajes del pueblo.

En aquella época, los alcaldes no eran elegidos por el Ayuntamiento, sino que eran designados por el gobierno de turno. Los dos personajes getafenses que lidian por la alcaldía durante esos años, serán protagonistas secundarios de la historia en la que, viajando en el tiempo, hemos pretendido bucear. Además de los dos alcaldes, Sauquillo y Martín, en el relato aparecen el hijo adoptivo y ‘diputado invencible’ por el distrito de Getafe Joaquín López Puigcerver. Y aparece también, junto al Presidente del Gobierno Maura y al diputado Alejandro Lerroux, rival encarnizado de Puigcerver y de su protegido el juez de Instrucción de Getafe.

El caso, sin que tenga repercusiones en la prensa local o regional, llegó al Congreso de la mano de un diputado que a sus cuarenta años era uno de los líderes, junto a Nicolás Salmeron, de la Unión Republicana. Alejandro Lerroux, un político que en esa época se movía entre las aguas del republicanismo y el radicalismo populista y anticlerical, se conviertió, sesión tras sesión, en el azote de Maura y de su gobierno conservador.

Durante los primeros meses de 1904, el juez de Instrucción de Getafe, «un tal Bernal» procesó al Alcalde de Getafe, al Secretario municipal y al grupo de ediles de la Corporación que le apoyaban. El procesamiento del primer edil se hizo efectivo tras unos hechos que ocurrieron, presuntamente, cuando una persona sin identificar —aunque se quiere echar el mochuelo al alcalde— disparó un tiro contra la ventana del anterior alcalde. El juez aprovechó el suceso —quizá provocado por la presunta víctima— para acusar al regidor que no era de su cuerda política ni de la de su amigo el diputado López Puigcerver. El ‘diputado invencible’ del distrito de Getafe había seguido los pasos de Maura cuando este abandonó el Partido Liberal para integrarse en el Conservador que, tras la muerte de Cánovas, dirigía Francisco Silvela. Maura accedió al gobierno con la intención, fracasada, de acabar con el caciquismo.

El juez de Getafe, al igual que el diputado del distrito, también era un ‘maurista’ declarado, con la suficiente mano para tomar café o alternar con el mismísimo Presidente del Gobierno. Pero, ¿quién es este personaje que ‘volaba tan alto, y que tras unos pocos años desaparece de la escena nacional y local?

Según las lenguas ‘viperinas’ del pueblo, el juez de instrucción de Getafe era un ‘paniaguado’ que había ascendido de forma meteórica en la carrera judicial gracias a los méritos de su padre, un ‘heroico’ General que se había batido ‘como un bravo’en las Filipinas y en Cuba. Y al que le dedicaremos, como no puede ser de otra manera, nuestro siguiente capítulo en esta serie de personajes getafenses.
A principios de ese año de 1904 al que hemos ‘viajado, Alejandro Lerroux requirió al ministro de Gracia y Justica, Romero Robledo, sobre «la conducta antilegal y arbitraria del juez de Getafe», queriendo saber el diputado republicano «a qué se debía que un individuo de la magistratura ascendiera tres veces en un mes».

En el mes de marzo de 1904, Lerroux ‘vuelve a ocuparse’ de nuevo del juez de Getafe del que se dice que «trata de vengarse del exalcalde de San Martín de la Vega por el supuesto delito de asesinato frustrado». Y al parecer, por un suelto de la prensa afín al partido republicano, que también «había cobrado del Ayuntamiento de Getafe». En fin, el asunto parece un lío; la prensa de provincias confunde hechos y declaraciones. No se sabe si procesó al alcalde, al exalcalde, si era de Getafe o de San Martín de la Vega. Lo que parece claro es que el juez sí era el titular de Getafe.

El diputado del distrito de Getafe, Joaquín López Puigcerver, replicó a Lerroux y le dijo que está equivocado. Explicó los hechos de modo contrario a como lo hizo el Sr. Lerroux. Y, como ya venía preparado, levantó la mano y enseñó varios documentos que probaban, según él, que el juez de Getafe no había percibido cantidad alguna del Ayuntamiento de Getafe.

El señor Lerroux, no dándose por vencido, asegurando en la Cámara que «el juez de Getafe es indigno de permanecer en el desempeño de su cargo». Acto seguido, leyó una larga relación de propietarios que habían pedido al diputado Puigcerver «que dicho juez fuese trasladado». Alejandro Lerroux sigue hablando, haciendo cargos precisos contra el caciquismo que ejerce en Getafe el Sr. Puigcerver. Este último, claro, rechaza los cargos.

Y, sin solución ni acuerdo, tiene que intervernir el Sr. Sánchez Guerra: El Gobierno cumplirá la ley, siempre que se presenten pruebas. El sr. Lerroux, tarará, tararí, sigue su perorata para terminar diciendo «que no se fía de la justicia». Precisamente, era eso lo que denunciaba. ¿No?

Los periódicos afines a Lerroux, lanzaron a los cuatro vientos las acusaciones que ya había realizado en dos ocasiones. El diputado ‘radical’ decía que «esos caciques y paniaguados han tramado un homicidio frustrado, disparando un tiro a una ventana de la casa del alcalde interino, para luego decir que los enemigos políticos de dicho alcalde habían tratado de matarle». El alcalde es amigo del Sr. López Puigcerver, que pide la palabra por alusiones graves. El juez ha sometido a procedimiento a dos personas.

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Joaquín López Puigcerver

El ‘cacique’ del distrito, e hijo adoptivo de Getafe y Leganés, Joaquín López Puigcerver hizo saber al Parlamento lo indigno de la comedia representada. Defendió al juez de manera tan deslavazada que sus argumentos no convencieron. Lerroux «le rectifica y prueba [estamos leyendo la prensa afín a Lerroux], apoyándose en las mismas palabras de Puigcerver, que el juez de instrucción de Getafe es indigno de ejercer su cargo». Nuevo rifirrafe. Puigcerver le interrumpe. Lerroux amenaza con «traer cartas firmadas por el propio López Puigcerver, para que sirvan de prueba fehaciente y plena de que cuanto afirmo es verdad, y si el Gobierno no ampara a los individuos honrados contra los caciques, acudiré a la prensa y diré lo que aquí me callo». (Sensación. La Cámara sigue con visible ateción el incidente).

El Presidente del Congreso trató de conseguuir que no continuase el debate. El ministro de Gobernación manifestó otra vez lo de siempre: «que se hará justicia, que se cumplirá la ley estrictamente, pero que no se puede admitir la amenaza de llevar a la prensa el asunto si no se resuelve en determinado sentido». Lo tenía claro; el asunto acabaría en la prensa de una manera tímida, sin más pruebas ni documentos.

Alejandro Lerroux: «Si no fuera por faltar al respeto a S.S., le diría que eso es un cuento tártaro. Pero, en fin, no quiere decírselo. Esa es la fórmula que constantemente sale del banco azul cuando denunciamos abusos de los Tribunales. Y permítame el ministro de la Gobernación que le diga que no creo en los Tribunales de Justicia, que no creo en la justicia. ¡Cómo quiere S.S. que yo tenga fe en la justicia , si se ha presentado un escrito recusando a ese juez, y no ha habido procurador que se atreva a presentarlo; se ha llamado uno uno a los cuatro procuradores que hay en Getafe y se les ha dicho: El que tenga riñones que lo presente».

«Créame el ministro de la Gobernación, —continúa Lerroux su perorata— yo no tengo interés ninguno en ese distrito y hablo con imparcialidad; esos son líos de caciques que se apoyan mutuamente, pero que hoy lo hacen por mí y mañana por ti». (El señor Lerroux es muy felicitado por diputados de todos los lados de la Cámara)

El señor Morayta cambia de tercio y habla de la epidemia de tifus que empieza a difundirse por Madrid, y que se evite su propagación… Así se cambia de tercio en el ruedo de los diputados

Pero, ¿Este Morayta, no era el ‘fraternal’ compañero de fatigas en la campaña de Filipinas del padre del juez…? Bueno, bueno…

El 19 de abril de 1904 falleció la exreina Isabel II. Adiós a la de los tristes destinos, la sicalíptica y folladora monarca, abuela del jovencísimo rey Alfonso XIII, ‘El Carnetes’, como le llamaban en Cataluña o ‘El Africano’, como le conoció el resto del país por las guerras que provocaron sus intereses en el norte del continente. Allí, defendiendo, las puertas de Ceuta estaba destinado como Gobernador el bizarro General Francisco Fernández Bernal.


 

Toros en Getafe

El hijo del general Francisco Fernández Bernal, también Francisco Fernández Bernal y Uriszar Aldaca, aparecía en la prensa nacional y regional, como la mayoría de los jueces de Getafe, relacionado con los sucesos que ocurrían durante las capeas y encierros de las fiestas; o firmando los edictos de búsqueda de los mozos ‘desaparecidos’ cuando eran llamados a filas; o como el caso en el que el magistrado requería a un loco, Benigno González Barrio, fugado del manicomio de Santa Isabel de la Villa de Leganés, a que se presentase en el plazo de diez días en las dependencias judiciales. Desconocemos si el loco «de estatura regular, ojos pardos, pelo idem, bigote regular, chato y con una cicatriz en el cuello», llegó a presentarse ante el juez. Lo más probable es que no.

Las fiestas patronales en honor de la Virgen de Los Ángeles eran el momento adecuado para sacar a relucir las disputas, las ganas de revancha y la rivalidad entre agricultores. Además, el juez intervenía más de la cuenta a causa de los festejos taurinos. El 24 de mayo de 1907, La Correspondencia de España publicaba la pertinente reseña de los festejos getafenses. «En la última capea de las celebradas en el próximo pueblo de Getafe, ocurrieron desgracias a granel, como sucede todos los años. El ganado era bravo, grande y de poder, y como todo el que suele utilizarse para este género de fiestas, que debía suprimirse, lidiado muchas veces, y, como dice en el argot taurino ‘sabiendo latín’.Uno de los improvisados toreros, Sebastián Campos Morales, fue alcanzado por una de las reses, recibiendo heridas gravísimas, hasta el extremo de que los médicos desconfían de salvarle. Otros dos o tres aficionados sufrieron también heridas de alguna consideración. El juez de instrucción de Getafe, Ser. Fernández Bernal se constituyó en la enfermería, instruyendo diligencias».


 

Pero, volviendo a la historia que nos ocupa, durante los meses de junio y julio de ese año, Lerroux volvió a la carga contra el juez de Getafe. La sesión en el Congreso se encrespó cuando el diputado ‘estrella’ tachó a Maura como ‘el divino maestro’.. «No creo, —se extrañaba Lerroux—, que llamarle Divino Maestro sea un ataque». Y luego, a lo que iba, pidió el expendiente de un funcionario de la carrera judicial, «contertulio del señor Maura que en un mes ha conseguido tres ascensos». El Ministro de Gracia y Justicia terció para asegurar que traería el expendiente pedido, y respecto al juez de Getafe, «proceder en justicia».

Lerroux, periodista él, manejaba como nadie el ‘tiempo’ y la necesidad de noticias de los diarios y se jactaba ante los periodistas de «pedir imposibles», sacando el titular que requería el debate. «La culpa es de las prosáicas elecciones de diputados a Cortes. Señor Presidente de la Audiencia Territorial, apelo a V.E. de la conducta ilegal y arbitaria del señor juez de 1ª Instancia de Getafe ¿Qué catástrofe ha dado lugar para decretar el procesamiento de los dignísimos señores alcalde y secretario del ayuntamiento de la ‘clásica tierra de las famosas rosquillas’?»

«Señor Maura, aunque esto sea pedir lo mismo que lo que yo pido: ¿Por qué tolera V.E. esas escandalosas ilegalidades?»

«¡Caramba! Se me olvidaba que una cosa parecida, más atroz aún, si cabe, si es que esto es posible, ocurre con el Ayuntamiento de la muy heroica villa de los ‘famosos órganos’ y del aún más famoso alcalde. Y conste, que el tal señor Bernal, juez aludido, no se ha andado por las ramas, ha procesado en masa, como una verdadera carga de caballería».

«Según la ley electoral, artículo 36, y demás reales órdenes, esos señores alcaldes, secretarios y concejales tienen que ser repuestos en sus cargos respectivos diez días antes de la elección ¿Por qué no se hace?»

En el mes de julio tuvo lugar en el Congreso de los diputados un debate sobre el caciquismo en España a cuenta de la pretensión del ahora Presidente del Gobierno de reformar la administración local y a acabar con el caciquismo.

El diputado Nocedal tomó la palabra como si fuera un hacha: —«Venía el señor Maura a hacer la revolución y a ‘descuajar’ el caciquismo. ¡Están por ahí el señor Pidal, o don Melquiades Álvarez, o el señor Cellerurelo! Ellos nos dirán si se ha acabado el caciquismo en Asturias. El señor Canaleja, si no lo hay en Alcoy; el señor Puigcerver, si existe en Getafe —se producen grandes risas en la cámara de diputados—. Nada, no parece sino que no hay caciques en España….»



Los cuarteles de Artillería

«Gracias a las generosas iniciativas y reiterados e inteligentes trabajos del alcalde actual de la villa de Getafe D. Feliciano Martín Pereira, se ha dado cima a la construcción de los cuarteles para artillería, que anteayer fuen entregados al ramo de Guerra y ocupados por el cuarto regimiento ligero de artillería en el mismo día. La edificación, grandiosa, oucpa una extensión de 48.000 metros cuadrados , cedidos por el Ayuntamiento de Getafe; está dividida en pabellones aislados y construido con arreglo a las exigencia de higiene, salubridad y aireación.

Consta de cuatro pabellones para cien plazas cada uno, con retretes para cada tres o cuatro hombre; otro pabellón para dependencias: comedor de soldados, otro para sargentos, fregadero, lavadero, cocina, cantina, maestro armero y guarnicionero, baños, duchas, baños para pies, enfermería, botiquín, laboratorios; pabellones para diez oficiales, para el conserje, y edificio para las oficinas; baño y cuatro cuadras independientes para los aballos enfermos, picadero, almacenes para carros, seis tinglados para piezas, siete abrevaderos y polvorín.

El coste de las obras ha sido 1.900.000 pesetas. Han dirigido la construcción sucesivamente, y todos con gfan pericia e inteligencia, los ingenieros sres. Freixa, Aguilar y Vacilo».

(ABC, 17 de septiembre de 1904)


 

A finales de año, en diciembre de 1904, un enfrentamiento con el rey provocó la caída del gobierno de Maura. Había permanecido un año al frente de la política de España. Los primeros días de ese último mes de su mandato y del año 1904, tras cesar el ministro Sánchez Guerra, se produce la siguiente anécdota:

«El señor Sánchez Guerra [nacido en Córdoba] abandona el Gobierno y es interpelado por el Sr. Canalejas que dice que no le importa el cambio de ministros y que lo que interesa saber es saber si el Gobierno cambiará de conducta. Aquí no se discute la política de un ministro, sino la política de un Gobierno. No es solo en la provincia de Córdoba donde el caciquismo político, amparado por este gobierno, ha barrido todos los distritos… Esto sucede en todas las provincias».

En ese momento, el conde de Romanones interrumpe a Canalejas y le dice:

—¿Y en Valladolid?

Un grupo de diputados, levantados de los asientos, le gritan coreando los puntos negros:

—¿Y en Guadalajara? ¿Y en Getafe?…

No hay remedio. España es un país de caciques. Había pasado un año y, tras las acusaciones y desatinos de abogados, jueces, caciques, liberales, católicos, conservadores, radicales y anticlericales, todos seguían conviviendo en los mismos recovecos de la incuria nacional y la corrupción política.


 

Visto para sentencia

Nada se sabe del procesamiento del alcalde.  ¿Feliciano Martín Pereira? Casi con toda seguridad. Y, acaso, por ser republicano o un poquillo liberal. El aireado proceso quedó en agua de borrajas tras las elecciones. El Gobierno cambió, y con él, mudaba el alcalde. Era, sencillamente, política. El diputado ‘invencible’, Joaquín López Puigcerver, fue víctima de su último escrutinio ante la inapelable muerte,  el 28 de junio de 1906;  un año después, el padre del juez, el heroico General Fernández Bernal, también perdía su última batalla en la casa familiar de  la calle Arboleda, cerca de la parroquia de la Magdalena, mientras recordaba entre brumas y la axfisiante lluvia del Caribe, las maniobras de los insurrectos mambises bajo las órdenes del ‘Titán de bronce’.

Tras la muerte de su padre, finalizó  la ‘etapa getafense’ del juez Fernández Bernal. Tras el entierro, al poco tiempo pidió el traslado y salió  disparado hacia su nuevo destino en Manzanares, una ciudad alejada del centro y corazón de España y de las intrigas políticas de la Corte. Ser juez en Getafe nunca fue fácil. La Mancha se abría a escenarios menos peligrosos y más anónimos.

El sábado 13 de mayo de 1911, el congreso de los diputados aprobó conceder pensión a la viuda e hijos del general Francisco Fernández Bernal (‘por bolas’). En la misma sesión, y de manera curiosa, el congreso otorgó también la pensión a la viuda de Ricardo de la Vega, también ‘por bolas’, fallecido el 22 de junio del año anterior. El alcalde de Getafe era, de nuevo y  por quinta vez desde 1891, su ‘compañero’ y amigo Gregorio Sauquillo Ollero

En 1913, el que fuera juez de Getafe, Fernández Bernal, fue trasladado de Manzares a Albacete. En Getafe era juez José Aragonés y Champín, que permanecería en el municipio hasta 1918 cuando fue sustituido por otro enigmático personaje: el juez gallego Manuel González.

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