LLEGANDO A PUERTO

El Juez de Villaruin

Destituyó a este y al otro produciéndoles ira o hambre. Registró hogares, apresó mujeres, busco mancebas para su jefe y domésticas para la ministra. Fue tan inhábil que jamás dio con ningún criminal, pero persiguió a todos los hombres honrados.


Julián Puerto Rodríguez


 

tovarAniceto.- ¿Que tal está usted don Silvestre?

Don Silvestre.- ¡Hombre Aniceto, hacia ya tiempo que no le veía!

Aniceto.- ¡Bueno¡ una mala racha se cruzó en mi camino.

Don Silvestre.- Ya me contaron, ya. Pero, afortunadamente, todo mejoró.

Aniceto.- Así es. Veo, don Silvestre, que está enfrascado en la lectura.

Don Silvestre.- Uno de esos pequeños libritos que me envía mi buen amigo don Silverio desde Getafe.

Aniceto.- Déjeme ver… Es curiosa la edición ¿no?.

Don Silvestre.- Aunque el dice que el editor es don Juan Bautista Amorós, se trata de una autoedición.

Aniceto.- ¡Qué curioso!, dice: “Convencidos de que Dios se hizo hombre, pretenden los hombres hacerse dioses. Mal oficio”.

Don Silvestre.- Siempre coloca moralejas, según él, para hacer más fácil la lectura de los libros a aquellas personas que no tienen costumbre de entender lo que leen.

Aniceto.- Y de qué va, si puede resumirse.

Don Silvestre.- De un crimen horroroso acaecido en Villaruin, población próxima a Granburgo, capital de la Atargea. Debió suceder a finales del siglo XIX, ya que fue publicado en 1890, siendo el suceso reciente a esta fecha. Este relato le supuso un proceso absurdo por delito de imprenta.

Aniceto.- Eso debió ser un duro ataque a la libertad de expresión.

Don Silvestre.- Leyes mordaza y endurecimiento del código penal. La triste historia de la España de los caciques judicializando todo aquello que les estorba.

Aniceto.- La novela negra de la negra historia de España.

Don Silvestre.- Es una forma de simplificar las cosas, pero “los libros de don Silverio no se parecen a nada, son únicos en su época”. No lo digo yo, sino que lo llegó a decir el gran Azorín.

Aniceto.- Veo que don Licurgo Redondo es el protagonista.

Don Silvestre.- Uno de ellos, el más astuto se creía. Pero sí, la novela comienza describiendo los personajes en lo que, mi buen amigo Silverio, llama “retratos del natural”, y empieza por don Licurgo, que es juez de delitos en Villaruin.

Aniceto.- ¿Licurgo? No deja de ser un buen nombre para hacer trio con Aniceto y Silvestre.

Don Silvestre.- Sí, jajajaja. Menudo elemento don Licurgo. “Cuando algún comerciante es presumido se dice que el tal se ha tragado la vara de medir, pues bien el juez de delitos de Villaruin se ha tragado la vara de la justicia.

Aniceto.- Afortunadamente sólo se ha tragado la vara, otros se comen la justicia y engordan.

Don Silvestre.- Según mi buen amigo Silverio, “cuando Licurgo tomó posesión del juzgado ya tenía la vara de la justicia a lo largo de la faringe y del esófago”.

Aniceto.- No me extraña entonces que le rodeen los caciques y arremeta contra los hombres de buena fe.

Don Silvestre.- Así lo describe. Destituyó a este y al otro produciéndoles ira o hambre. Registró hogares, apresó mujeres, busco mancebas para su jefe y domésticas para la ministra. Fue tan inhábil que jamás dio con ningún criminal, pero persiguió a todos los hombres honrados.

Aniceto.- No me extraña que nadie lo salude. Es lógico, por otra parte, que pasee solo por las afueras del pueblo.

Don Silvestre.- Todos hablan queditos cuando pasan a su lado y todos le envían en silencio una maldición o un insulto.

Aniceto.- Escapás es d´ajuil-li las moçinas polque jizu causa atós los dagalis.

Don Silvestre.- Así es, produce espanto a los niños, odio a los hombres y desprecio a los viejos.

Aniceto.- Pues bien señores –haciendo una reverencia ayudando el gesto con la boina en la mano- este es Licurgo.

Don Silvestre.- Licurgo, que no comprendió que para ser pillo es preciso ser astuto y para ser buen juez es necesario ser bueno.

Aniceto.- Afortunadamente, hoy en día, se utiliza el principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde y merece.

Don Silvestre.- Derecho, razón y equidad.

Don Silverio (voz en off).- “De este país de la reconquista se han expulsado a los jesuitas y a los moriscos y todavía se destierra a los liberales. En cambio el vino y la barbarie tienen carta de naturaleza”. “¡Quemad con las guitarras todas las plazas de toros!”.


 

 

De primera edición Lanza, Silverio: “Ni en la vida, ni en la muerte”. Juan Bautista Amorós Editor. 88 pp. Madrid 1890. Reedición Emiliano Escolar, editor. Prólogo de Avelino Hernández Lucas. Madrid 1981.

Dibujo.- Manuel Tovar “D. Hermógenes” (1875-1935). «Silverio Lanza en Don Quijote». Caricatura. 11 de abril de 1902 (Cropped. Dominio público).

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