♦ La Comunidad de Madrid ha presentado hoy en el Museo Arqueológico Regional, por primera vez, el esqueleto completo de un ciervo que vivió hace 84.000 años en Madrid, hallados en Getafe en 2004 y que han sido restaurados íntegramente en este museo.
El Haploidoceros mediterraneus es una especie ya extinguida, y de la que apenas hay rastro en Europa. Con esta muestra, que permite contemplar el esqueleto mejor conservado de este cérvido hasta el momento, el Museo inaugura el presente de la arqueología madrileña.
Se trata de un nuevo espacio donde se expondrán al público, de forma periódica, los diferentes fondos del museo y piezas de especial relevancia científica.
Así lo ha explicado este jueves el director general de Patrimonio Histórico, Fernando Carrión, durante su visita al MAR, en la que estuvo acompañado del director del Museo, Enrique Baquedano.
Este nuevo proyecto permitirá al público saber más acerca del Haploidoceros mediterraneus, del que apenas había noticias hasta ahora. Así lo ha explicado este jueves el director general de Patrimonio Histórico, Fernando Carrión, durante su visita al MAR, en la que estuvo acompañado del director del Museo, Enrique Baquedano.
Haploidoceros mediterraneus
El animal, llamado Haploidoceros mediterraneus, vivió en el Pleistoceno hace unos 90.000 años y, salvo este ejemplar y los encontrados en Cataluña, sólo se habían encontrado restos en dos sitios ubicados en el sur de Francia. Recientemente, en el año 2013 se encontraron restos de doce ejemplares de esta especie en Castelldefels.
El Haploidoceros mediterraneus era más pequeño que los ciervos de la actualidad, tenía dos grandes astas, que comprendían dos vigas en forma de hoz que curvavan hacia atrás y lateralmente. Haploidoceros proviene del griego haploides, ‘forma sencilla‘ y ceros, ‘cuerno’.
Los dos hallazgos, el de Getafe en 2004 y el de Barcelona en 2012, certifican que el Haploidoceros mediterraneus era un cérvido común a ambos lados de los Pirineos y que su origen, incluso, podría ser la Península Ibérica. Los restos corresponden a todas las partes del esqueleto de al menos doce ejemplares.
También demuestra que en el Pleistoceno, esta especie fue más común de lo que se pensaba y que su hábitat ocupó, al menos, el Sur de Europa. Por otra parte, el hallazgo permite confirmar que el Haploidoceros mediterraneus convivió con otros cérvidos como el gamo o el ciervo, y que se extinguió debido a los cambios climáticos producidos en el comienzo del último período de hielo.