OPINIÓN

Informe de viandantes sospechosos

 

Deambulan debajo de los arboles de El Retiro, se les ve tras los castaños de indias, algunos calvitos de piel blanca, gafas concha. Leen incesantemente en las líneas de metro y alguno se guarece debajo de la lluvia, mientras contumaz permanece con su libro entre sus temblorosas manos, bajo las cornisas del Conde Duque esquina calle Amaniel.  Está muy bien que ya no puedan fumar en sus infectos locales de ocio, pero algo se tendría que hacer con eso de leer en el metro, libros sin fotos ni dibujos, es un espectáculo pernicioso. Algunos lucen pelambreras en sus mejillas con las que peinan los gruesos volúmenes que devoran. He visto gentes de orden, en Getafe en la calle del Marqués y la plaza del Canto Redondo, que peinan canas. Dialogan. Desde puntos de vista bien contrarios, de la creación de grandes expectativas que nunca se cumplen. Con toda libertad y mucha cordialidad. Del fracaso de los antiguos partidos políticos y del ataque a las instituciones (que son imprescindibles para los pobres, los corruptos y los especuladores no las necesitan). Hemos detectado a cientos de miles de insensatos. Afortunadamente disgregados, que pretenden un futuro, que lentamente sume a más seres humanos en un sentido común, más feliz y solidario. A uno de estos perdularios se le interrogó bajo un sauce llorón en un parque de Leganés; dijo llamarse Matías y tener ínfulas de poeta, no disponía de ninguna tarjeta de crédito. Aseguraba que momentos antes se encontraba ojeando un librillo de una tal María Zambrano (investigaremos y averiguaremos el domicilio habitual de esta pájara). Frecuentan los teatros y hasta saben quién es Glem Gould y Zygmunt Bauman. Caminan por las aceras; pasean y llaman trapos a las banderas, y no se sienten concernidos en ninguna de ellas. No consumen, no parecen tener prisa, ni colapsan las urgencias hospitalarias. La televisión no les da ni frío ni calor. Muchos no suelen ejercer su derecho al voto, ni militan en los partidos mayoritarios. Los peores, muestran claramente su desafección ante los centros de culto, los mercados bursátiles y destacan por su desidia ante sus jefes directos. Se encuentran bien entre la gente y parecen preocuparse por las personas, aunque no hayan nacido en el primer mundo. Muchos dejaron de leer periódicos de gran tirada y no leen los componentes y conservantes de los productos alimenticios. Saben beber buenos vinos, no compran en Amazon y se visten con cualquier prenda de rebajas, en la primera cadena textil que se encuentran por el barrio. Frecuentan bibliotecas, bares de copas y nunca se introducen en los estadios de fútbol. Son peligrosos; no tienen miedo, pero los tenemos vigilados… seguiremos informando.

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