LLEGANDO A PUERTO

La Europa que no mira al mar

► Por Julián Puerto Rodríguez

La ciudadanía europea ha captado perfectamente como los frustrados Estados Unidos de Europa se han decantado claramente por una unión capitalista sin fisuras. En ella prima, por encima de todo, el estado liberalizado del capital frente a la Europa social y solidaria.

Apoyar el acuerdo con Canadá, conocido como CETA, es ayudar a perfilar un sistema que no mira al mar. Afianzar en sus sillones a políticos que han sido incapaces de resolver las reivindicaciones que provienen de los países pobres. Políticos que cierran las fronteras a cal y canto ante la hambruna y dejan que miles de inocentes se ahoguen en sus propios vómitos.

Apoyar sin críticas el tratado económico con Canadá es consolidar un sistema que ha dado la espalda a los ciudadanos que buscan refugiarse de la guerra. Rostros con nombres que llevan dibujados en ellos la incredulidad. Que arrastran a sus familias por los barrizales de las fronteras para estrellarlas ante cualquier alambrada. Hombres, mujeres, niños y niñas abandonados frente a cualquier acuerdo razonable escrito y no escrito.

Miles de horas, pagadas con el dinero de los impuestos que la ciudadanía europea aporta a las arcas públicas. Días y días empleados en una liberalización económica que parece buscada para restregarla en la cara de los ensimismados progresistas, y socialistas, pero sobre todo de los pobres del mundo. Pobres de izquierdas, pobres de derechas, pobres que se saben pobres, pobres que se creen ricos.

Cuando estos tienen el atrevimiento de pedir a aquellos la libre circulación de las personas y el control de los capitales, les critican la ocurrencia por el empeño que ponen en llevar la contraria a las grandes empresas y de pedirles un impuesto que ayude a la economía de lo social. El mundo está lleno de ingenuos porque de todo tiene que haber (dicen). Insaciable el mundo del dinero, no va a regalarnos ni las cáscaras de las “Orange Valenciana”, denominación de origen canadiense patentada para competir con el levante español.

La perplejidad ciudadana se extiende por todos los rincones de Europa, (exceptuando la Gran Bretaña, sumida en sus propios errores), ante la incapacidad o la desidia de los tecnócratas europeos para abordar la profunda crisis democrática en que nos han sumido sus políticos, el abandono de las políticas sociales y la claudicación frente al continuo deterioro de la Tierra debido al cambio climático.

Han alimentado hasta hartarse a los populismos, mientras llenaban sus estómagos de caviar y champán francés en las mejores salas palaciegas de la política y se sorprenden, durante la digestiva siesta, del apogeo de estos en las urnas del capitalismo democrático.

Han permitido el intercambio de cromos en los paraísos fiscales, llegando incluso a amnistiar a los grandes coleccionistas del 500, y ahora dicen que los progresistas se quejan de la excesiva libertad del tráfico de capitales o que los populistas bailan en el lago de los cisnes, artos de tantas facilidades y de ser servidos en bandejas de plata.

Los insaciables caciques piden paciencia a la austeridad de los oprimidos mientras aquellos vacían las arcas públicas ante la pasividad de estos. Parapetado el humilde en el sueño por conseguir, del ocio de los ricos, el oficio de los pobres.

Mientras esperamos el prometido descampar, el paciente hijo del obrero luchador de antaño, se pasa las horas alucinando con la matanza de insustanciales enemigos desde el sofá.

Son muchas las asociaciones que hablan del acuerdo con Canadá. Irrespetuoso, dicen, con los derechos sociales de las personas. Ponen en duda la capacidad de competencia leal de las grandes compañías con lo establecido hasta estos momentos, incluidos los tribunales de justicia nacionales y europeos, los tribunales de arbitraje y el respeto a los productos nativos. Crecen las dudas razonables sobre la creación o destrucción de empleo, el crecimiento de los servicios públicos y el desmantelamiento del estado de bienestar referido a la mayoría de la población.

En fin, como decía Torrente Ballester, “cuando hay dinero de por medio es muy difícil la libertad.”

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“Si quebró el cántaro”. (Goya. 1797 – 1799. Aguafuerte, Aguatinta, Punta seca sobre papel verjurado, ahuesado, 306 x 201 mm) Los ilustrados creían que la educación podía corregir los defectos y errores humanos.

 

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