ESPECIAL

La lucha y batalla por los ladridos de felicidad en Leganés

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No hay que comprar a los perros. Siempre hay que adoptarlos

Es muy gratificante después de verlos un año encerrados en la perrera que tengan una buena situación


Sheila Villanueva lleva sus 25 años de vida siendo vecina de Leganés. Cuando nació, vino con ella al mundo una enamorada de los animales. Su entrega y abnegación hacia ellos es total e innegociable. Basta con conocerla un poco y escucharle mientras habla. Especialmente, dedica su tiempo a los perros por los que tanto cariño siente. Lo hace a través de la Asociación Canina de Leganés. Esta asociación nació en agosto de 2012 con el objetivo de cubrir la importante carencia de un referente organizativo ante el más que creciente aumento de mascotas que experimentamos en nuestro municipio. Sólo un dato, en Leganés contamos con unos 20.000 perros, aproximadamente. Batallan, sin descanso, por la saludable y correcta educación y tenencia de animales domésticos y luchan, cada segundo, por la integración animal y procurarles un buen futuro, lejano de la fría y triste perrera de Leganés. En sus ya cuatro años de rodaje han conseguido muchas cosas. Pero, quizás, hay una de la que se sienten muy satisfechos. En estos últimos días ha sonado con fuerza el sacrificio cero, pero en Leganés y gracias a esta asociación son ya cuatro los veranos en los que no se tiene que sacrificar a ninguno…

Sheila lleva un poco más de un año como socia y voluntaria, es una integrante más de los 100 que hay. “Llevaba tiempo queriendo meterme, prácticamente desde que se creó. Pero, por tema de estudios y trabajar a la vez no le iba a poder dedicar el tiempo suficiente. Lo fui dejando, pero hace un año y unos meses me metí definitivamente”, nos explica.

Ahora mismo no cuentan con una sede aunque están hablando con el Ayuntamiento para poder conseguirla. Tienen reuniones a menudo con los responsables de Medioambiente de la ciudad para solicitar mejoraras. Entonces, ¿dónde están los perros? “Están en la perrera. Trabajamos con ellos en el centro. Tenemos un convenio con el Ayuntamiento, que es un voluntariado, a cambio de que no sacrifiquen a ninguno y aceptar mejoras que nosotros proponemos. La ley de Sacrificio Cero ha salido ahora, pero, de todos modos, en Leganés llevamos cuatro años de sacrificio cero porque está la Asociación”, afirma Sheila.

Un paseo, la vida

Ser socio no significa ser voluntario. Se puede elegir así o no. Los voluntarios pasan muchas horas en la perrera que es donde trabajan con los perros y les hacen todo lo que necesiten. No es un lugar donde respiremos una intensa alegría, pero se desprende una energía propia del cariño fiel de estos animales. En cuanto ven a uno de los voluntarios entrar por la puerta les cambia radicalmente el aspecto. Es, sin duda, el mejor momento del día para ellos. Sheila nos relata las funciones que allí hacen, “cuando estamos en el centro, los cepillamos, los lavamos, jugamos con ellos, les hacemos fotos y vídeos para difundirlos, los cuidamos…”. Y entre todas esas cosas hay una que se antoja vital y fundamental, “es importantísimo sacarlos a pasear. Es muy importante porque es la única vez que salen fuera del centro al día. Si no vamos nosotros, ningún perro saldría. Lo único que pueden hacer los funcionarios es sacarlos un rato al patio interno, que era muy pequeño y hemos conseguido que se amplíe a prácticamente el doble. Los sacan como mucho a ese patio, pero a la calle y a darse un buen paseo si no vamos nosotros no salen”. Si cuando entra un voluntario les cambia la cara, al llegar la hora del paseo es la máxima felicidad para el animal. Se olvida por unos momentos de dónde está y recupera su esencia. “Las primeras veces que fui a la perrera fue muy duro porque te tienes que acostumbrar a verlos tristes y encerrados. Sin embargo, son muy agradecidos, súper cariñosos, no te puedes imaginar lo agradecidos que son… Es una experiencia muy gratificante. Ellos te conocen y tú a ellos”.

Y es que el vínculo entre los voluntarios y los perros llega a ser total, “cuando alguno se pone enfermo lo notas. No es mi perro, pero como si lo fuera. Sé cómo son las personalidades de cada uno. Acabamos conociendo a todos… Ahora mismo hay como unos 23 porque la perrera no tiene más capacidad. Debería ser más grande, como mucho da para 30 perros. Por eso, siempre necesitamos más adopciones para que se queden libres y puedan ir entrando otros… En verano, un día, entraron cuatro perros de golpe. Hay mucha gente que los trae y entrega por distintos motivos y no se pueden hacer cargo y otros muchos que han sido recogidos en la calle abandonados y sin chip”, nos cuenta Sheila.

Desde luego, ir consiguiendo las adopciones es el fin principal. Ello conlleva un proceso en el que los voluntarios siempre estarán acompañando a quienes decidan dar una oportunidad a los perros. Según Sheila, “a los adoptantes les decimos que aquí están muy estresados, nerviosos y tristes y que su carácter normal no sale de verdad hasta que van a una casa o a una acogida. Aquí tienen mucha ansiedad. Siempre hacemos un cuestionario preadopción online. Así conocemos a las personas, su vida, su trabajo, su entorno familiar… Intentamos hablar con ellos en persona y elegir a los perros. Yo leo un cuestionario y sé qué perro le puede convenir más en función de si tiene niños, si hace deporte, su tiempo libre, si ya tiene otros (porque no todos son sociables con todos) y así que el perro se adapte lo mejor posible a su nueva familia”.

Cuando un perro tiene nueva casa, podríamos decir que es un momento un poco agridulce para los voluntarios, pero con esencia de felicidad. “Da pena cuando se los llevan, pero da más pena cuando los tienes de acogida en tu casa y los tienes que dar. No obstante, cuando está adoptado es un alivio, es como si te quitaras un gran peso de encima. Luego le hacemos un seguimiento, su nueva familia te manda fotos, vídeos, te escribe… Es muy gratificante después de verlos un año encerrados en la perrera que tengan una buena situación. Con tal de que no estén en la ahí…”, describe Sheila.

Khezu y Kira, sus compañeros del alma

Como se infiere en esta lectura, nuestra protagonista quiere y conoce a todos los perros con los que trabaja de voluntaria. Pero, de ella son Khezu y Kira. Kira es de una camada no deseada de una chica que tuvo un accidente con su perra. Sheila se enteró por un conocido de la situación y al saber que los llevaría a una perrera se quedó con una cachorrita que hoy es su querida Kira. A Khezu lo adoptó en la perrera de La Fortuna, que es la de la Comunidad de Madrid. Ella lo tiene muy claro, “no hay comprarlos sino adoptarlos. No hay que fomentar criaderos de perros. Al fin y al cabo, les estás quitando lugar a otros. No tiene mucho sentido criarlos, ¿para qué vas a traer más al mundo si hay muchos que adoptar y coger de una perrera que son súper agradecidos?”.

Cross y Huno

HunoLos voluntarios y socios hacen muchas actividades. Más allá de trabajar en la perrera, también hacen salidas, realizan jornadas para darse visibilidad y recaudar, van al pantano o quedan a comer para conocerse mejor. Todo para poner luz ante un lugar tan gris. Todo para coser finales felices a historias que no eran esperanzadoras.

Hay muchos casos a lo largo de cuatro veranos. Podemos destacar dos como los de Cross y Huno. Cross es un rottweiller que aún no está adoptado. Lleva alrededor de un año en la perrera y hace menos de dos meses dio un susto. “Vimos que no se levantaba. Nos dio el aviso la veterinaria del centro y no sabíamos qué le pasaba. Tuvimos que sacar a Cross para que lo viese el veterinario y resulta que tenía una hernia. Está bastante fastidiado, debe ser que se dio algún golpe. Desde entonces, está con una compañera de acogida en su casa y con medicación. No se podía levantar del suelo por los dolores. Ahora, poco a poco, con la medicación y rehabilitación va andando aunque no juegue a lo bruto”, cuenta Sheila aunque la cosa no queda ahí, “si no se le opera se va a quedar así. No sabemos qué va a pasar. Lo que estamos haciendo es buscar los medios para recaudar dinero para la resonancia y operación, que es bastante cara, o buscarle un adoptante” mientras añade que “nos gastamos mucho dinero en veterinario. Cada dos por tres los estamos sacando y es mucho dinero. Vivimos de las donaciones de la gente, eventos, de cuando nos ponemos en frente de Parquesur, pero las cuotas nuestras sólo son una mínima porción”.

Por su parte, Huno entró de cachorro, con cuatro meses y medio, en la perrera y ha crecido ahí. Un día fue la propia Sheila quien se lo encontró en el suelo tirado. Le extrañó mucho al ser un perro muy juguetón. El resultado era una hernia inguinal y una operación de urgencia que fue costeado con lo conseguido en las jornadas de adopción, que realizaron en las proximidades de Parquesur. “Si no se le operaba, se nos iba”, expresa Sheila. Actualmente, como sus compañeros, está a la espera de un hogar.

Esta es una pequeña fotografía del trabajo de la Asociación Canina de Leganés. No en vano, queda mucho por hacer y mucho por soñar. “El Ayuntamiento nos ayuda bastante. Nos da permiso para realizar los eventos que queremos y colabora con nosotros. Se amplió el patio y ahora se está haciendo un quirófano en la perrera y, en teoría, en unos meses se debería de empezar a utilizar. Lo que pedimos ahora es tener sede. Nos faltan muchas cosas, pero por pedir que no quede”, finaliza esta joven voluntaria que se entrega día a día en cuerpo y alma a su pasión. Quizás algunos no lo entiendan del todo, pero para quien, como Sheila, lleva bordado a fuego en su corazón el vínculo con los perros no importan las horas, los viajes, los desvelos o tareas. No importa porque todo está justificado por un ladrido de felicidad. Con esta asociación seguro que serán muchos más.

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