LOLA MONTORO

Nicolás o la mitomanía: grandes mentiras, hombres pequeños

nicolas

El engaño es una necesidad social y no puede ser considerado una enfermedad. Los seres humanos engañan ya desde los 3 años y son más sofisticadas e indetectables las mentiras conforme la inteligencia crece y se especializa. El engaño es un mecanismo de defensa y  una herramienta social necesaria que ha existido en todas las épocas y en todas las culturas.

Fuera del uso social de la mentira, la frontera entre el engaño admitido y la enfermedad psicológica es una amplia franja en la que puede haber dificultades para discernir si un sujeto se haya en un extremo de la normalidad o si se trata de un mentiroso patológico. En el caso de Francisco Nicolás Iglesias, conocido como «El pequeño Nicolás», la frontera de lo patológico parece haberse rebasado ampliamente y las mentiras sobre su identidad y su biografía le han llevado a dar otro salto hacia la comisión de ilegalidades y estafas, de las que muy probablemente no sea del todo consciente.

Se denomina pseudología fantástica a una situación psicológica en la que los afectados mienten sin motivo consciente. Fue descrita por primera vez como enfermedad por Delbrük en 1891. Se trata de la expresión extrema de la mentira en la que se entremezclan hechos reales con historias falsas inventadas. El contenido de las mentiras suele ser biográfico. También hay un tipo de mentiroso patológico que fantasea sobre su historia clínica, su peripecia vital o sus andanzas políticas.

El cuadro se relaciona frecuentemente con el síndrome de Münchhausen y es conocido también con el término «mitomanía».

Cabe destacar como punto clave de la enfermedad que el sujeto hace grandes y extensas invenciones. Pueden abarcar cualquier aspecto de la vida pero son fundamentalmente biográficas. Un acontecimiento vital nimio se adorna hasta desdibujarlo, por ejemplo acudir a un acto o acontecimiento con personalidades puede desencadenar un conjunto de mentiras acerca de la propia relación con estas personas, parentesco incluido.

El contenido de las mentiras puede ser en principio desproporcionado para cualquier finalidad o ventaja para el sujeto, aunque no es extraño que ciertos mitómanos acaben medrando en la red que tejen con sus propias mentiras y entonces entran de lleno en la estafa. No es infrecuente que la pseudología fantástica conduzca a la estafa, aunque la mayoría de los mentirosos patológicos no pasan de la mentira verbal y su vida gira en torno a falsos acontecimientos.

Las mentiras de los mitómanos crean por tanto una nueva y falsa identidad en el autor, como ha podido verse en el popular «pequeño Nicolás». Con el tiempo el propio sujeto llega a creer sus mentiras y vive sus propias invenciones hasta tal punto que los embustes persisten a lo largo de su vida. La biografía verdadera pasa a ser olvidada y sustituida por los engaños.

El mitómano suele ser emocionalmente lábil. Son personas que buscan incesante atención por parte de los demás y adoptan roles protagonistas en situaciones en las que no se les espera. Solo cuando son el centro de las atenciones encuentran su climax y sorprende el aplomo con el que defienden su versión modificada o inventada de la realidad.

Los mentirosos patológicos tienen una buena acogida en los lugares de trabajo o de reunión social, ya que con sus engaños atraen simpatías. Con el tiempo el mitómano puede ser descubierto y rechazado, aunque se conocen casos de mitómanos con una gran habilidad que mantienen la atención de los demás a través de los años. No existe un motivo para que el mitómano mienta. Los beneficios económicos y otras ganancias no son superiores a la satisfacción de ser escuchado y admirado. El interés de la persona que escucha satisface al mitómano y refuerza su comportamiento. Como se ha visto en el caso de Francisco Nicolás, existe una especie de corte de admiradores que han creído sus mentiras y aún hoy hay artículos periodísticos que siguen esperando revelaciones y declaraciones que confirmen la maraña de mentiras y estafas que ha creado este mitómano.

La mentira patológica puede observarse en personas sin otras enfermedades mentales, pero también se asocia a psicopatología. Los trastornos psicóticos, las demencias y otras alteraciones cognitivas pueden ir acompañadas de invenciones fantásticas. Los mitómanos psicóticos pueden resultar útiles a los propósitos de las organizaciones por la credibilidad que transmiten y lo despiadado y exento de sensación de culpa que resulta el engaño.

Ya sea considerada una enfermedad psicológica o un extremo de la normalidad, la mitomanía es una conducta antisocial. La psiquiatría legal tiene continuos conflictos con los pacientes mitómanos que delinquen, normalmente para hacer diagnóstico diferencial con los verdaderos delirios. Si además el mitómano es convertido en personaje público, la dificultad diagnóstica es extrema, máxime si el mitómano es respaldado  precisamente por su habilidad para mentir.

Algunas veces puede confundirse el cuadro clínico con el delirio. En que en el delirio el enfermo tiene alterado el razonamiento y la percepción. El mitómano llega a creerse su mentira pero distingue la realidad de la fantasía. En el caso del delirio no existiría responsabilidad penal. Los mitómanos, una vez descubiertos, lejos de asumir responsabilidades y disponerse a afrontar las consecuencias de sus enredos, inventan nuevas mentiras que les justifican e intentan mantener su rol, lo que cada vez es más difícil. Es justo el comportamiento que está teniendo Francisco Nicolás Iglesias.

Salvo casos contados que logran al menos mantener la duda sobre sus mentiras, el futuro de estos sujetos es gris, suelen acabar rechazados socialmente, imputados por sus estafas y rodeados de víctimas de sus sucesivos y cada vez más patéticos engaños.

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