DIARIO DE UN JUBILADO

Pablo Iglesias y «El club de los poetas muertos»

• Para que sirva para algo tanta indignación tiene que pasar por las urnas.


• El cine es la ficción, la política cuando deja de ser teoría y sale de las aulas y se mani-fiesta en las plazas y en las calles termina topándose con la realidad

♦ No es que Pablo Iglesias el Coleta sea el mismísimo profesor Keating de la película El club de los poetas muertos, pero lo intenta. Pablo Iglesias, en la primera clase que dio a sus alumnos en la facultad de Políticas de la universidad Complutense de Madrid, hizo exactamente lo mismo que este profesor de literatura en su primera clase en la WeltonAcademy de Vermont en Estados Unidos. Se subió a su mesa de profesor y pidió a sus alumnos que hicieran otro tanto sobre sus pupitres. ¿Con qué propósito? Para que aprendieran a ver el mundo desde otro punto de vista y así liberarse de las viejas formas de hacer las cosas mientras recitaba a voz en grito un verso del poema que Walt Whitman dedicó al presidente Abranham Lincoln: ¡Oh, Capitán, mi capitán! Magnifico, Pablo Iglesias el Coleta se manifestaba como un remedo del gran actor que fue Robin William en el papel del profesor Keating. Lo que ocurre es que el líder de Podemos, en lugar de cine hace política. Lo cual no dejar de ser una interpretación, una ficción, pero no es lo mismo. El cine es la ficción, la política cuando deja de ser teoría y sale de las aulas y se manifiesta en las plazas y en las calles termina topándose con la realidad. Para que sirva para algo tanta indignación como nos invade hoy día tiene que pasar por las urnas.

Tanto en la vida que vivimos como en la película El club de los poetas muertos, lo más importante, insiste una y otra vez a sus jóvenes estudiantes el profesor Keatinges el carpe diem, vivir el momento, no dejar que la vida, sobre todo cuando somos jóvenes, se nos vaya de las manos tontamente. Vivir el momento aunque el fruto que nos ofrecen sea amargo. No hay que dejar esca-par la ocasión de salir de este pozo sin fondo de la crisis en laque estamos atrapados los ciudadanos españoles y el resto de los europeos.

Los jóvenes alumnos de El club de los poetas muertos inducidos por su profesor deciden rescatar una vieja tradición del lugar: el club de los poetas muertos. Con este fin acuden a reunirse a escondidas en una vieja cueva india abandonada. En ese lugar comienzan a gustar de la poesía. La poesía termina llevándoles a la rebelión.

Una noche, reunidos en asamblea, deciden, como si se tratara de uno de los círculos de Podemos, liberarse de todos los viejos prejuicios sociales. No habrá nada ni nadie que a partir de ahora pueda oprimirles y en consecuencia le declaran la guerra a los pilares que sustentan la disciplina del colegio.

Despertar conciencias es muy bonito, liberar energías que antes estaban oprimidas es fantástico, animar a la gente a ser ellos mismos y no con-formarse con los desahucios, las preferentes, la ley “mordaza”, la reforma laboral, los recortes en sanidad, en educación, en dependencia y en tantas cosas como ahora, en este momento, nos está aplicando de forma inmisericorde el Gobierno…parece mentira pero es verdad, nos está sucediendo, no es una película. No es un cuento chino.

Lo peor de El club de los poetas muerto es que acaba mal. Uno de los jóvenes se suicida y el resto termina como empezaron, es más, denunciando al profesor de todos los desmanes cometidos por ellos, sometidos al imperio de las normas establecidas desde tiempo inmemorial en la WeltonAcademy. El profesor Keating, el fantástico profesor Keating, termina expulsado del colegio con cajas destempladas. En el momento de la despedida, los jóvenes alumnos, de pie sobre los pupitres, exclaman: ¡Oh, Capitán, mi capitán!

A nosotros tan solo nos queda esperar que Pablo Iglesias el Coleta, el profesor de política de la Complutense, que nos anima a que tomemos el cielo por asalto, todo lo que dice en español y también en inglés no termine en agua de borrajas o en algo peor. Aunque peor de como estamos es imposible.

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