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Palabras de Pablo Sapag para la presentación de ‘Las muecas de los días’ de Juan Manuel Alcalá Perálvarez

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PABLO SAPAG M.


♦ Lo primero que quería hacer es agradecer a Juan Manuel Alcalá Perálvarez, a Juan, por hacerme partícipe de este trabajo suyo, por hacerme partícipe de “Las muecas de los días”. Primero porque a uno siempre lo halaga el que lo consideren para la siempre gozosa ocasión de acompañar a un autor en el momento en el que oficialmente comparte con los demás el fruto de su trabajo, el trabajo de escribir. Una actividad que ofrece tantas satisfacciones como esfuerzos y desvelos, muchas veces solitarios e incomprendidos por los que a uno lo rodean y que no cobran todo su sentido hasta este momento. El instante en el que el autor comparte y hace pública su obra ya completa, redonda, cerrada y dejando atrás todas las incertidumbres, dudas y reflexiones interminables que la escritura promueve. Porque desde este mismo momento, para Las muecas de los días, la suerte está echada.

Una suerte que yo creo, estoy seguro, viene de cara porque para mí Las muecas de los días es una obra que podríamos llamar total. Total en el sentido de que admite tantas lecturas, que ofrece tantas aproximaciones, que por lo mismo se adapta sino a todos a casi todos los lectores. Por eso digo lo de total.

Así, Las muecas de los días se puede leer como la certera biografía del injustamente olvidado por el gran público e ignorado en nuestros días por sus compañeros de profesión, Luis de Sirval. Periodista total y completo, de los buenos, de los que son capaces de transitar de lo local a lo global, de los crímenes de descampado en el extrarradio de Madrid a las revoluciones y las guerras inspiradas por ideologías de vocación universal sin que la supuesta pequeñez o grandeza del hecho del que se ha propuesto informar modifique el rigor, la seriedad y el respeto que esta profesión, si se quiere hacer bien, exige.

Y aquí abro un paréntesis, para agradecer a Juan, a quien yo conocí a finales de los años 80 como Abel Turín, el que uno de sus muchos proyectos –proyectos siempre más periodísticos que empresariales, porque para mí Juan es más periodista que empresario- me diera la oportunidad de iniciarme en el periodismo profesional. Me refiero a Zona Sur de Madrid, para el que cubría los distritos madrileños de Usera, Villaverde y Carabanchel, incluidos sus insignes equipos de fútbol, especialmente el glorioso Club Deportivo Colonia Moscardó, el legendario Mosca.

 

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En Zona Sur de Madrid pude aplicar y pasar por el tamiz de la realidad los conceptos teóricos aprendidos en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, en la que hoy me desempeño como profesor. Una experiencia, la de Zona Sur de Madrid, de la que siempre estaré agradecido y orgulloso porque cuando pasé a otros medios, a cubrir otros temas, de Zona Sur a la televisión pública madrileña, de la problemática social de Usera y de la rica y variada realidad de una Zona Sur de Madrid -que empezando por Getafe Juan describe con tanto detalle como cariño y complicidad personal- a las guerras en los Balcanes, lo hice con una base más que sólida, la que adquirí en Zona Sur de Madrid. Por eso me alegro de que Juan haya rescatado la figura de Luis de Sirval. Su trayectoria profesional da sentido a las de muchos de los que hemos trabajado con Juan siempre con la voluntad de enaltecer una profesión periodística hoy devaluada e inclinada hacia la pura opinión y de ahí a la propaganda. Al rescatar a Luis de Sirval, Juan está rescatando la idea de un periodismo comprometido con la información, se trabaje sobre un posible crimen de extrarradio o sobre las consecuencias de una revolución fallida en plena Segunda República, una revolución que se convirtió en antesala de una Guerra Civil española que, sin embargo, llevaba ya mucho tiempo incubándose.

Las muecas de los días también describe ese largo periodo, que se remonta los últimos años del siglo XIX con una Restauración amparada en el caciquismo y la corrupción, y la pérdida de los restos del imperio ultramarino español en 1898 con el Desastre que se llevó a Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Este libro nos escribe también a esa España que a la desesperada busca construir otro imperio colonial próximo en el Norte de África, al precio incluso de llevarse por delante la vida de miles de jóvenes víctimas de la corrupción y la inoperancia de un ejército macrocéfalo en vías de convertirse en actor político clave. Así, transitan por esta obra el Desastre de Annual el líder rifeño Abdelkrim, la Dictaura de Primo de Rivera, la Dictablanda y por supuesto la Segunda República. En ese sentido, creo que este libro también admite otra lectura, la del ensayo histórico.

Y de la mano de todos esos intensos periodos de la historia española, vuelvo al periodismo. Las muecas de los días, es una excelente aproximación al periodismo español de principios del siglo XX. Por sus páginas desfilan cabeceras –desde La Corres hasta La Libertad, pasando por El Imparcial, El Globo o La Nación. También desfilan plumillas y fotógrafos, desde el protagonista Luis de Sirval a Eduardo Ortega y Gasset, Luis de Oteyza o el primer cronista de Madrid, Pedro de Répide, y, por supuesto, el mítico fotógrafo Alfonso. Por eso este libro también se puede leer como un libro de Historia del Periodismo español y dentro de ese marco general, como uno sobre el intermitente y siempre desconocido periodismo de guerra español.

Un periodismo de guerra español constreñido por la dificultad que supone cubrir las propias guerras, más aún si estas son civiles. En ellas la censura y también la autocensura juegan un papel mucho más destacado que en las contiendas de otros, en las que se puede trabajar con cierto distanciamiento. En las guerras civiles o como en la Revolución de Asturias, prolegómeno de la Guerra Civil española, la censura se impone por la fuerza y los periodistas están sometidos a una presión mucho mayor porque se les quiere convertir en combatientes de la pluma. Las muecas de los días recupera ese episodio terrible que protagoniza Luis de Sirval, a quien se censura por la fuerza al enterarse el legionario teniente Ivanoff que de Sirval tenía datos y fuentes sobre lo que de verdad había ocurrido a Aida de la Fuente, la Rosa Roja de Asturias.

Luis de Sirval pagó con su vida su compromiso con la información en tiempos de violencia desatada. Su integridad profesional, su afán por la búsqueda de los hechos y la comprobación de los mismos por fuentes variadas sitúan a Luis de Sirval a la altura de los grandes periodistas de guerra españoles, aquellos que como Manuel Chaves Nogales supieron poner por delante las exigencias informativas por sobre los compromisos políticos haciendo frente a ese mal endémico del periodismo español en general que es su politización extrema y la mortal confusión entre información y propaganda, a la que el periodista debe estar más atento que nunca en tiempo de guerra.

Las muecas de los días reflexiona con profundidad sobre esos males. Así, en la página 10 el narrador subraya que en esos años en los que Luis de Sirval iniciaba su corta pero productiva andadura periodística “Había demasiadas conexiones entre periodistas y políticos, lo que dificultaba, evidentemente, el triunfo y el resplandor de la verdad.” Una sentencia que sin duda podemos asignar al periodismo de nuestros días. Una descripción certera de los peligros que ayer, hoy y siempre acechan al periodismo, al local, al nacional, al internacional y al global, al de sucesos, al deportivo y al de guerra. Amenazas que solo la voluntad personal y el rigor profesional de cada uno permiten enfrentar con éxito. Por eso hoy debemos congratularnos de que más allá de cabeceras, número de ejemplares vendidos, capital accionarial y grupos mediáticos Juan haya recuperado la figura de Luis de Sirval, un periodista individual que devuelve la dignidad a nuestra profesión.


 

Pablo Sapag Muñoz de la Peña es profesor e investigador de la Universidad Complutense de Madrid y del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile. Ha ejercido como corresponsal de guerra en numerosos países: Albania, Kosovo, Macedonia, Bosnia, Afganistán, Tayikistán, Argelia, Marruecos, etc.

Entre sus libros publicados están  ‘Es la prensa, estúpido, la prensa – Cuando Chile fue noticia por la razón o la fuerza’ (2001), coautor con Alejandra Sepúlveda; ‘Chile, frente de combate de la guerra civil española’ (Valencia, UNED, interciencias 2003; o ‘Periodismo de guerra’ (Redes.com. Sevilla 2009), del que es coautor junto a  otros periodistas.

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