DESDE LA DOBLE A

Sillas y sillones en el Ayuntamiento de Leganés

No deja de ser una realidad que ilustra y amplifica otras muchas más realidades. Ya sabemos que el de Santiago Llorente, alcalde de Leganés, no es, precisamente, un gobierno que se interese y ponga sus máximas energías en los trabajadores. No en vano, hay imágenes que producen vergüenza ajena.

Ellas son las que les mostramos en estas fotografías.

Efectivamente, fueron dos sillas. En su día. Hoy, no llegan más que a silueta de aquello para lo que fueron creadas. Estas sillas, llamémoslas así, son municipales. Igual que el sillón del alcalde de Leganés. Pero, evidentemente, dentro de lo público siempre hay cortapisas y diferencias de entendimiento. Si no que se lo digan al campo de Butarque. Presuntamente municipal. Municipal en el sentido más pensionista y privado del término. En el contexto de que sólo lo utilicen los subvencionados. Por favor.

Bien, estas sillas hacen su vida en la garita de conserjes de las dependencias municipales de Plaza España, la antigua Casa Consistorial. Son usadas por las bedeles en sus distintos turnos de trabajo.

Como se puede observar dan pena. Las mismas trabajadoras me apuntaban a que las maltrechas sillas tienen más años que yo. Si está bien eso de irse por Europa en busca de relojes millonarios y excelsas juergas. Pero, hombre, estos detalles se nos escapan. Santiago, cuatro sillas de estas, valen menos que una ración de cachopos. O de alcohol. O de setas. O de embutidos. Vamos, de todas aquellas viandas que os metisteis entre pecho y espalda a costa de nuestro riñón. Qué menos, entonces, que estas trabajadoras no se lo dejen en esos esqueletos de asientos. Fíjate si han adelgazado que ya no tienen ni gomaespuma.

Ya sé que ahora andáis con esas melodías del Leganés Medieval, donde seguramente tu directora general irregular de Nuevas Tecnologías tendría todo el éxito del mundo… Porque al no haber ordenadores, haría lo mismo que en el siglo XXI: nada. Pero, aunque estemos con el mercadillo, vela porque las condiciones de trabajo sean, cuanto menos, dignas.

Me contaban las fuentes que hasta tienen que sentarse con periódicos porque no es lo más agradable del mundo hacerlo sobre unas sillas tan sucias. Te traduzco el eufemismo: que da asco. Seguro que tus directores generales irregulares tienen su sillón. Posaderas con tanta sabiduría, méritos y capacidades no podrían descansar sobre vulgar superficie. Ah, espera. Si la Justicia dijo que son irregulares. Bueno, pues ya que eres especialista en temas de ferretería y enchufes; el menaje no queda muy lejos. Cámbialas.

Pero, antes de tirarlas, te propongo algo. Súbetelas una temporadita a tu despacho y úsalas tú. Que también eres municipal. O si no, que se las cambie Bejarano por su sillón. No me cabe la menor duda de que, como buen comunista, estaría encantado.

Esto es real. Pero, la metáfora de los sillones y cortijo versus las sillas y el pueblo están a diario en todo. Provoca reflexión y que no nos quedemos sentados ante semejantes contrastes.

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