ESPECIAL

Una vecina de Getafe denuncia ser víctima de acoso por vibraciones y ruidos en su domicilio

Asegura ser objeto de una trama que la persigue allí donde va

Arropada en el anonimato de sus siglas, E.G., una vecina de Getafe, quiere denunciar desde las páginas de esta publicación la situación personal que está padeciendo ella y su familia como consecuencia de las molestias provocadas por unas extrañas vibraciones que vienen produciéndose tanto en el domicilio de sus padres, en el barrio de Getafe Norte, como en el suyo de El Bercial desde hace varias semanas; concretamente comenzaron el pasado 20 de febrero en la primera de las viviendas mencionadas.

Descartado el origen por obras cercanas, o por el paso del tren, Metrosur o por la actividad de un local comercial, su alarma y malestar no dejan de crecer cuando ha podido comprobar —y sufrir— que dichas vibraciones, insoportables con el paso de los días, no cesan, pudiendo llegar a detectarse incluso durante más de 12 horas seguidas.

¿Estamos ante un fenómeno extraño o ante una sutil y perversa forma de acoso de alguien cuyo fin es hacer ‘la vida imposible’ a esta vecina? Esa es la primera pregunta que se nos ocurre, cuando nos hacemos eco del problema que nos transmite la afectada, impotente por los resultados para atajar su problema obtenidos hasta ahora, cuyas respuestas han sido ambiguas y sin aportarle una solución satisfactoria, tras haber comunicado y denunciado su caso tanto en el departamento de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Getafe como a la Policía, a la que ha llamado en tres ocasiones, si bien, aunque se personó, no realizó ningún tipo de medición al no llevar vibrómetro.

Como se indicaba más arriba, la pesadilla (que se remonta, como se verá más adelante, al año 2015 en el municipio de Pinto) comenzó en Getafe el pasado 20 de febrero en la casa de los padres de E.G.: al principio las vibraciones —relata— «se inician solamente en una cama y posteriormente, al cabo de un par de días, ya se sienten por la noche en el resto de camas y otros muebles. La vibración entra por el suelo y desde ahí se transmite a las mesas, sillas, sillones… La sensación que provoca es la de mareo, malestar, dolor de cabeza, e incluso mi padre siente como si en la frente y en las piernas les dieran ‘chispazos’, ese es el síntoma que él tiene». Una percepción muy molesta que afecta a la salud de los que sufren las vibraciones y que ha podido ser constatada no solamente por los miembros de esta familia, sino por otras personas ajenas a la vivienda, como el conserje de la finca y algún otro vecino («el que supuestamente las está realizando y también el vecino que tenemos encima también lo ha podido comprobar»,) así como algún familiar. No se trata por lo tanto, de la obsesión que pueda tener solo una persona, quiere dejar muy claro E.G.

Las vibraciones provocan un hormigueo que entra por los pies y sube a lo largo de las piernas hacia el resto del cuerpo y, como consecuencia, «la sensación que generan es muy molesta, dolores de cabeza, mareos y cierto malestar general». No encontramos, por lo tanto, ante un problema de salud. De hecho, existen informes médicos, tanto de su madre como de la afectada que indican estos síntomas.

«Las vibraciones del 20 de febrero en casa de mis padres coinciden cuando yo estaba durmiendo allí. Y en mi domicilio de El Bercial comienzan a partir del 13 de marzo, dándose las mismas características: las vibraciones son continuas todos los días percibiéndose de la misma manera, comienzan por el suelo y de ahí se transmitne a las sillas, a las mesas, a sillones y al resto de enseres. Incluso la intensidad en el caso de mi domicilio es mayor, porque provoca serios mareos». Sensorialmente se podría describir, «si por ejemplo estás sentada en una silla, como si estuvieran pasando ondas a lo largo de ésta. Esa misma sensación también se percibe en los sillones y en la cama».

Ruidos amplificados

Pero estos hechos contra E.G. se remontan más allá de las vibraciones que sufre en las viviendas de Getafe Norte y El Bercial (aquí quiere matizar lo sintomático del asunto y que le hace sospechar que, efectivamente, está siendo víctima de un acoso intencionado, ya que el único nexo que mantienen ambas viviendas es ella, al encontrarse en barrios distintos y donde el origen del problema —en el caso de no ser inicuo o malvado— difícilmente puede ser el mismo); los hechos, decimos, comienzan en el tiempo que ella residía en Pinto, donde fue víctima de ruidos ‘intencionamente amplificados’ con el único fin de «acosarme y hostigarme». ¿Tal vez como objeto de una trama malintencionada, con alevosía, por parte de alguien que aún no ha sido descubierto?, nos preguntamos.

¿Y a que se puede deber, o qué motivos hay, para que esas vibraciones y ruidos se den allí donde se encuentra E.G.? Ella dice que se debe a «una cadena de ataques (una campaña de acoso) hacia mí que se viene produciendo desde enero del año 2015. En ese momento, yo vivía en Pinto, municipio donde también realizaba mi actividad profesional». Asegura que este hostigamiento «se inicia concretamente por parte de tres vecinos». Aquí no hubo vibraciones, pero sí, de repente y de forma brusca un día comenzaron bombardeos con todo tipo de ruidos: de día y de noche se oía el arrastre de sillas u otros muebles, se amplificaban todo tipo de ruidos, de grifos, de lavadoras, algo atípico porque «en el periodo de diez años que estuve allí, durante nueve nunca había ocurrido, yo nunca había oído la lavadora de la vecina de abajo cuando estaba funcionando, ni había oídos sus grifos ni sus duchas». Ella deduce que lo que se hacía era amplificar de forma intencionada esos ruidos: «Yo entiendo que quiza no era el ruido de la lavadora cuando estaba puesta realmente (a la una de la madrugada no es muy normal tener la lavadora funcionando), por lo que llegué a la conclusión de que lo que hacían era grabar esos ruidos para reproducirlos a un mayor nivel».

Ante esta situación insostenible también denunció los hechos a las autoridades de Pinto, siendo la contestación la misma que posteriormente recibiría en Getafe, que era una cuestión entre particulares y que ellos, mientras no esté inmiscuida en el asunto una actividad industrial o empresarial, no realizan ningún tipo de medición, que era una cuestión de la Ley de Propiedad Horizontal; también señala E.G. que «ahí la Policía en alguna ocasión también se negó a ir, alegando si había solicitado al Ayuntamiento previamente que ellos se personasen para medir; es decir, estaba igual, en tierra de nadie.

«Incluso hubo una denuncia que yo presenté en el juzgado que archivaron porque consideraron que no había pruebas», matiza.

Trama de acoso

Y en este punto, en el tema de las pruebas, E.G. quiere aclarar que «uno de los grandes problemas que tiene el acoso es la dificultad probatoria, pero también porque nadie quiere tirar del hilo. En mi caso, me sometieron a un acoso, y sigue siendo eso, un acoso vecinal. ¿Cuál es el problema?, pues que eso no lo hace una sola persona, es un grupo de personas quien lo lleva a cabo; y para poder llevarlo a cabo tiene que haber algún tipo de conexión: si hubieran investigado rastreando llamadas telefónicas o grupos de whatsapp podrían haber llegado a determinar que, efecfivamente, se había constiuido un grupo y que ahí había una intención sería de hostigarme a mí, para que yo tuviera que marcharme de allí, incluso teniendo mi actividad profesional, que es lo que tuve que hacer finalmente. Me marché de Pinto».

E.G. se trasladó de Pinto a Getafe, afincándose en esta ciudad a principios de 2016. «En mi llegada a El Bercial, yo no conozco a mis vecinos, ni al de arriba ni al de abajo, pero sin que exista razón aparente y sin que les haya podido hacer nada, porque no me ha dado tiempo a hacerles nada, vecino de arriba y vecino de abajo siguen en la misma tónica y el mismo planteamiento: ruidos amplificados de lavadoras, arrastres de muebles, de grifos, de duchas, de todo tipo de cosas…»

«Por este motivo, creo que hay una red montada cuyo objetivo es hacerme la vida imposible donde quiere que yo esté». Y ante el planteamiento de cuáles pueden ser las causas por las que haya una red de acoso contra E.G., su reflexión es contundente: «la causa habría que preguntársela a los acosadores. De todas formas, en el tema del acoso nunca existe una causa razonable ni justificada para llevarlo a cabo; puede haber una fijación, una obsesión de algunas personas hacia mí, pero eso sería cuestión de preguntárselo a los propios acosadores. ¿Por qué constituyen trama donde yo estaba antes y buscan cómplices aquí de una forma y de otra para hacerme la vida imposible? Eso sería lo que habría que preguntarles a ellos, porque ya digo, en el 2016 a mí me han hecho en El Bercial exactamente lo mismo; es más, ya desde octubre de 2015 en el domicilio de mis padres se planteó un problema de excesivos ruidos (semejantes a los descritos más arriba), tanto de día como de noche, que nunca antes se habían producidos, y ellos llevan allí viviendo casi 20 años. Por lo tanto, todo esto es muy sintomático y muy sospechoso, por lo que yo estoy convecida de que aquí hay una trama de acoso y hostigamiento que se dirige contra mí. Es un acoso físico y presencial, es buscar complicidad de vecinos en un sitio y en otro, donde quiera que yo esté, para hacerme la vida imposible». «Y sospecho más, sospecho que están pagados, porque cuando el acoso dura tanto es que hay intereses de ese tipo para llevarlo a cabo».

Obligada a recurrir a la medios de comunicación

Ansiedad, alteración del sistema nervioso, pérdida de sueño, estrés, aumento de la presión arterial, un aumento del pulso y del ritmo cardiaco, mareos y dolores de cabeza son síntomas muy serios que derivan en problemas de salud y que E.G. viene sufriendo desde hace ya demasido tiempo debido a las vibraciones y ruidos a las que está sometida, y que son motivo suficiente para no arrojar esta cuestión al olvido. «Estamos hablando de algo muy serio. Esta gente no para ante nada. El parámetro del acoso es que mientras no se descubra a las personas que están detrás de la trama, éstas están decididas a no parar».

Por ello, E.G. ha formalizado denuncias poniendo de manifiesto estos hechos ante la Policía, incluso se lo ha comunicado a la Guardia Civil, ha presentado escritos en la Deleación de Medio Ambiente de Getafe, al considerar que su problema es muy grave y que desde aquí deben hacerse eco del mismo, pero hasta ahora no ha obtenido respuestas satisfactoria ni han tomado las medidas adecuadas para atajar el problema. «Yo no hago esto porque no tenga otra cosa mejor que hacer», se lamenta.

(Cuando E.G. recurrió al Ayuntamiento para denunciar los hechos por las vibraciones, le confirmaron que «la detección de éstas es algo muy raro, que lo es más todavía que solo afecten a una vivienda y rarísimo que haya dos viviendas en el municipio que padezcan este problema, pues no existe ningún vecino que en los últimos meses haya comunicado que tenga un problema semejante»).

«La tristeza de la historia es que si hay periodistas —continúa E.G.— que sin pertenecer a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado ni a los juzgados, se pueden dedicar a investigar y tirar del hilo y pueden conseguir pruebas ante hechos de acoso, por qué no lo pueden hacer la Policía y la Guardia Civil, que están para eso».

«Lo triste y lo lamentable es que para intentar solucionar el problema sea incluso más efectivo acudir a los medios de comunicación y divulgarlo a través de ellos que acudir a los fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado. También me gustaría dejar claro que las víctimas se lamentan de que el Ayuntamiento, como organismo público y obligado a proteger el medio ambiente (y las vibraciones y los ruidos afectan al medio ambiente), no haga absolutamente nada, que la policía haga ‘tres cuartas de los mismo’ y que al final tengamos que recurrir a los medios para denunciar estos hechos».

Como es evidente, invitamos desde estas páginas, tanto a los ayuntamientos, cuerpos de seguridad y demás instituciones competentes a que se hagan eco de estas situaciones para así evitar que personas como E.G. se vean obligadas a vivir pesadillas y tormentos innecesarios y se ponga en manos de la Justicia a los responsables.

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