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Guía Peñín crea el escenario de los sentidos en Madrid

Son las emociones las que dejan huella. Lo he tenido siempre clarísimo. Son las emociones las que generan recuerdos. Y eso, al final, es la clave de todo buen maridaje. Más allá de lo que acompañe y envuelva a la situación, no olvides nunca producir emociones. Ellas serán las que hagan que se acuerden de ti. Ellas serán las encargadas de que todo cobre sentido. Y qué mejor, entonces, que tener los cinco (sentidos) bien alerta cuando el evento asegura sensaciones que perdurarán de manera sempiterna. Y todo eso, en verdad, lo recoge el buen vino. Por ahí, indiscutiblemente, contamos con el gusto, olfato, tacto, vista… Y, hay una teoría, proveniente de la Antigua Roma, que nos explica el porqué del brindis. Precisamente, para que no se nos quedase en tintero alguno el oído. Así las cosas, Guía Peñín no sólo logró conjugar la almibarada sinfonía que producen estos cinco tocando al unísono, sino que también elaboró una fenomenal cosecha de recuerdos. Esos, sí, que producen las emociones que visten los grandes eventos como el del XVIII Salón de los Mejores Vinos de España, que acogió IFEMA.

No lo pongo en duda. Es harto probable que cualquier experto en la materia podría explicarles el evento desde una perspectiva profesional del sector. De un gran sector como es el vinícola. No en vano, no es la pretensión que motiva a estas líneas, que conforman una humilde crónica. Pero, en ello también reside la grandeza de cualquier evento de altura que se precie. En enamorar a aquellos que no te conocían. Y para ello es fundamental usar el lenguaje universal, aquel que todos los asistentes también cataron. Así de claro; el del buen rollo. Y es que el oficio vertebraba y alumbraba el sentido del Salón, pero desde que a uno le ponen la pulsera que abre la puerta al evento, percibe la energía. Intercambio de impresiones, amor por la esencia del encuentro, profesionales que van de un sitio a otro, copa en mano, recorriendo el salón, saludos y charlas, sonrisas y cámaras que perpetúan la fiesta. Eso no viene solo. Detrás están los argumentos de los que luchan para ganar; sacrificio, insistencia, esfuerzo, solidaridad y trabajo.

Quizás, y por qué no, a eso sepa el buen vino. No de buenos, sino de excelentes caldos estaba repleto un Salón de etiqueta. Y no lo digo yo. Toda la selección se realizó a partir de 90 puntos, según la clasificación que establece la Guía Peñín. Y es que puedes no ser de un sector y, sin embargo, quedarte prendado cuando se junta tanto nivel, respeto y cariño por la profesión. Son parte de ese lenguaje universal, que citábamos antes, y que transmite. Y es que la comunicación es un tangible e intangible innegociable para contagiar.

Y eso también nos lo da el vino, tangibles e intangibles. Un aroma, un guiño al paladar, una mirada de dos a través del cristal con que brindas por aquello que desees… Y es que el vino, en muchas oportunidades, es testigo tanto de anhelos como celebraciones. Eso se respiraba en el ambiente que aquí relato.

Me voy paseando por los numerosos metros cuadrados del salón número 2 de IFEMA. Como yo, tantos otros van de un lado hacia otro. Se trata de conocer, de probar, de intercambiar. Y es que da para ello; 300 bodegas, 1.300 vinos y 68 regiones productoras. Ahí es nada. Los tintos abarcaban un 63% de la representación total, pero espacio, de igual forma, tenían los blancos, rosados, espumosos…

Vinos ecológicos, grandes protagonistas

Voy hablando con alguno de los responsables de los grupos y bodegas participantes. Efectivamente, me señalan que el mundo vinícola tiene mucho de tradición. Sin embargo, eran una de las grandes novedades de la presente edición: los vinos ecológicos. Y es que estar a la vanguardia supone un compromiso para con las prácticas respetuosas con el medio ambiente. No sólo en el cultivo, sino también en toda su cadena productiva. Los vinos ecológicos disponían en este Salón de una señalización y ruta especial. Ellos eran 107 de 34 bodegas distintas. Según me contaron, la uva posee el doble de componentes antioxidantes. Y hablando de recorridos, cabe citar otras temáticas tales como los vinos blancos de guarda, zonas por descubrir, rutas de contrastes, vinos de parcela y vinos a contracorriente.

Voy zigzagueando entre stands, profesionales y botellas hasta llegar al puesto del grupo Ordóñez. Allí hablo con Nacho Álvarez, enólogo de estas bodegas. Mantenemos unos minutos de conversación que me permiten ahondar un poco más en los conocimientos de mi particular copa de vino. Esa que voy llenando, poco a poco, con todo lo que me ofrece y me aporta el Salón. No puedo dejar de plasmar dos cosas que me comenta Nacho y que ilustran muy bien la esencia de lo que está aconteciendo en el encuentro organizado por Guía Peñín. “Trabajo para disfrutar de lo que hacemos. El que te pongan 97, 98 ó 100 ayuda a las ventas, pero, al final, lo que te realiza es volver a llenar la bodega con otra añada nueva” y “está muy bien venir a estos actos para ver las joyitas que tenemos en España”.

Pues recojo lo que dice Nacho. Venir para perderse. Perderse clandestinamente un momento entre los frutos de las barricas, mientras te buscan. A veces, se pierden cosas, pero se encuentran otras nuevas. Se generan conversaciones inesperadas hasta sin copas de por medio, pero qué bien merecen un brindis porque tuvieron la envoltura del telón de los sentidos.

Poco más se puede agregar. Así que para cerrar la crónica de este encuentro del Salón de los Mejores Vinos de España, rescataré unos versos, en el año de su centenario, de la singular y muy querida, Gloria Fuertes:

Y ahora,
a envejecer bien
como el jerez.
Ser también útil de viejo,
ser oloroso,
ser fino,
no ser vinagre,
ser vino

Por muchos brindis más, con copas o sin ellas.

 

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