Ciertamente, las escuelas helenísticas surgen a partir del siglo III antes de Cristo y plantean unas formas de vida que buscan la felicidad. A mi juicio, las más representativas, desde la perspectiva actual, son la epicúrea y la estoica.
Con Epicuro se plantea la necesidad o la conveniencia de los placeres y la serenidad, como base de una existencia más satisfactoria. También es esencial el equilibrio y la moderación en muchos aspectos del vivir. La finalidad es el logro de la ausencia de preocupaciones y turbaciones del alma o de la mente.
El sufrimiento es algo que no se puede suprimir de una forma total, pero conviene evitarlo o superarlo. De todos modos, está claro que debemos evitar las falsedades y lo incierto y centrarnos en lo que es verdadero y provechoso para nuestro desarrollo como personas. En este sentido, los prejuicios y la falta de conocimiento o la ignorancia empeoran la calidad de la vida, sin ninguna duda.
La filosofía epicúrea es una terapia del alma y está bien que lo sea, porque los problemas que existían en tiempos de Epicuro se parecen, en ciertos aspectos, a los de la actualidad, salvando la distancia temporal.
Porque la naturaleza humana no ha variado sustancialmente.Los problemas humanos y sociales, desde circunstancias diversas y diferentes, son básicamente similares y las reacciones a los mismos son también semejantes.
El camino de la serenidad es la toma de conciencia de que la reflexión sobre los dolores mentales o el sufrimiento psíquico es una forma de resolver con la razón las causas de preocupación. Es el modo de llegar a la conclusión de que una forma de pensar más amplia y profunda libera de las preocupaciones y de los miedos, ya que son uno de los mayores enemigos de los seres humanos.
Una vida libre es lo que satisface de verdad a los hombres y mujeres a lo largo de su existencia. Vivir el presente y no preocuparse del futuro es una actitud sabia, ya que el azar interviene en la vida de los hombres. La prudencia es útil, pero no suprime las contingencias y vaivenes del transcurrir de la vida humana.
Según Epicuro no hay que temer a los dioses o a lo divino, porque en el caso de que existan no se ocupan de los humanos, por tanto, no tenemos que esperar nada de ellos, ni bueno ni malo.
Por tanto, como también escribe John Sellars “La ausencia de dolor es en sí misma un estado placentero, mientras que una vida desprovista de todo placer sería dolorosa”. En efecto, es preciso buscar estados vitales placenteros y educar o formar la mente para que valores los pequeños placeres de la existencia.
Además, parece necesario que las personas aprendan a ser resilientes ante los avatares de la vida y que sepan luchar con toda su fuerza y energía, en un proceso de mejoramiento continuo de sus aptitudes y capacidades. El cálculo hedonista supone la valoración de dolores y placeres desde una visión de conjunto de la propia vida.
De este modo, la elección de acciones y la toma de decisiones puede estar mejor orientada al logro de nuestras aspiraciones y también de forma simultánea a la consecución de una existencia más feliz. Los placeres de la mente son los más valiosos y los que más perduran en la memoria.
En este sentido, es evidente que la simple acumulación de placeres materiales complican la vida y no le dan sentido profundo. Las preocupaciones psicológicas desaparecen, en gran medida, si las personas se dan cuenta de que la satisfacción de sus necesidades físicas es algo sencillo y no se requiere una gran cantidad de alimentos para vivir.
Por otra parte, la duración de la vida humana, por muy larga que sea no es enorme, si la comparamos con las formaciones geológicas y con la naturaleza y el Universo.
La existencia es breve, aunque sea larga y el tiempo no se detiene, ya que avanza inexorablemente para todos. Epicuro lo sabe y sus discípulos también. En consecuencia, lo más apropiado es vivir el presente y no especular excesivamente con lo que sucederá en el futuro, porque no se sabe lo que sucederá con certeza.
Según Epicuro todo lo que existe está hecho de átomos que están en un espacio infinito. Este filósofo insiste en la absoluta necesidad de estudiar e investigar la naturaleza, desde unos planteamientos claramente materialistas. Para él la comprensión de los procesos naturales nos aleja cada vez más de los supuestos dioses y de las explicaciones sobrenaturales.