La moral estética del filósofo Michel Onfray se expresa y manifiesta en la construcción personal del yo a lo largo de la vida. Está convencido de que es deseable una moral hedonista alegre y comprometida con la realidad y con la exaltación de los grandes valores humanos.
Esto supone la puesta en práctica de una vitalidad enérgica que desarrolle todos los talentos y posibilidades existentes en cada sujeto. La fuerza, la perseverancia y la tenacidad que impulsan una existencia desbordante de actividad en todos los sentidos parece que es el gran propósito de la vida más plena e intensa.
Como escribe Nietzsche «¿Quiénes son los que nos elevan? Los filósofos, los artistas y los santos: he aquí los hombres verídicos, los hombres que se separan del reino animal». Onfray afirma un hedonismo o utilitarismo gozoso que plantea la necesidad de vivir con pasiones de todo tipo. La eliminación de las pasiones es contraproducente en la construcción de uno mismo. Esto es claro.
Nos movemos por sentimientos fundamentalmente. O, al menos, son los que dan fuerza e inspiran buena parte de las conductas humanas. Como escribe Michel Onfray «Una ética afirmativa quiere las partes animales en el hombre hasta lo aceptable». No cabe duda de que, si se piensa en la ética, es preciso el establecimiento de límites éticos claros y precisos. Es verdad que lo que proporciona placer es aceptable y lo que causa sufrimiento inaceptable salvo excepciones justificadas coherentemente. Se puede partir de un hedonismo compartido que piensa en los otros y que no es absolutamente egocéntrico.
La moral pura o la ética kantiana es para Onfray un deseo teórico y utópico que no se concreta en la realidad empírica, desde su interpretación. Considero que como moral rigurosa puede ser puesta en práctica por un cierto número de sujetos, no pienso que sea algo imposible de llevar a la práctica. Según el filósofo francés «El interés es el motor esencial, guía todos nuestros gestos». Pero, los sujetos pueden no conformarse con este planteamiento y aspirar a lo sublime en su existencia. Que puede entenderse también como la progresión y la superación de niveles o la acumulación cuantitativa y cualitativa de logros en la actividad creativa realizada.
En este sentido, escribe Onfray que «Una vida es sublime cuando modifica, de alguna manera, la historia universal, o excede lo particular, cuando la singularidad moldea su tiempo, en vez de que ocurra lo contrario: por lo general, los individuos no son más que caricaturas de lo que produce la época». Y añado como comentario que no es necesario que cada individuo cambie o influya de manera notable o considerable en su tiempo. Con que su influjo exista, aunque no sea muy grande es más que suficiente, ya que es el indicativo claro de que ha realizado su vida de una manera inteligente y con alcance respecto a los demás y a la sociedad en la que convive y participa activamente. Las individualidades poderosas han tenido un influjo considerable a lo largo de la historia a pesar de que actualmente esto no se suele aceptar como algo contrastable y verificable.
Onfray describe la grandeza y excelencia del entusiasmo como el gran motor de una vida alegre, creativa y dichosa en su máxima expresión. Se puede hablar del sublime entusiasmo, sin duda. Se comprende que escriba el filósofo galo que «El entusiasmo y lo sublime muestran, en el orden fenoménico, cómo es la eternidad, o al menos, lo imperecedero». Indudablemente, existe una clara similitud entre el entusiasmo y el deseo de los griegos antiguos de parecerse a los dioses. Porque con la energía de la actitud entusiasta se pone en acción una vida muy intensa, amplia y profunda.
Para David Hume lo sublime no es lo propio del justo medio aristotélico, sino que se manifiesta en lo grande y excesivo. En realidad, es la experiencia radical clasificable de una manera coherente en el sensualismo del siglo XVIII.
Ciertamente, Onfray con su hedonismo no deja de lado los grandes valores éticos ya que está convencido de que son necesarios en la convivencia. Por tanto, el respeto, la compasión y la urbanidad junto con otros que se podrían citar son la base de las relaciones humanas. La utilidad de la amistad es destacada por Onfray de una forma muy precisa y clara. El amigo participa en la libre construcción de cada yo.