Por razones de trabajo, últimamente tengo ocasión de comprobar directamente la gran cantidad de población inmigrante, tanto nacionalizados españoles como residentes y “sin papeles”, que diariamente acude a los organismos públicos en Getafe a gestionar asuntos. Esto es un hecho conocido, no descubro nada; es el reflejo del cambio que ha sufrido nuestra sociedad en las últimas décadas, durante las que hemos acogido a buen número de personas procedentes de otros países que han contribuido a nuestro desarrollo de los años de expansión y, en muchos casos, ahora se cuentan entre los principales afectados por la crisis. Lo nuevo para mí es trabajar con ello diariamente. De mi experiencia deduzco que, con la excepción de los inmigrantes hispanoamericanos, una dificultad añadida a las que un buen número de ellos encuentra en su trato con la administración pública es la barrera del idioma. Ni que decir tiene que esta barrera debe ser obstáculo igualmente para su vida en general.
En la pasada sesión del Pleno, se adoptó un acuerdo para celebrar una semana de la Interculturalidad. Sin descartar estas iniciativas, que se mueven más en el campo de lo simbólico, útil para educar las mentalidades pero no suficiente, cavilaba sobre la necesidad de hacer otro tipo de políticas para lograr la integración real. Estaba pensando en cómo canalizar una propuesta al Ayuntamiento de Getafe o, incluso, a la Comunidad de Madrid para que se tomaran en serio la enseñanza de nuestra lengua a los inmigrantes para facilitar la integración, cuando ayer me tropiezo con la polémica suscitada por una proposición que el PP lleva al próximo pleno, a la que la alcaldesa ha respondido con la visceralidad que caracteriza muchas de sus reacciones a las acciones del PP. No es el temple una de las virtudes que adornan a Sara Hernández y en esta ocasión no lo ha mostrado al proponer la retirada de la proposición a la que ha adjetivado de racista. Como Juan Soler tampoco destaca por su serenidad en la respuesta, se ha hablado a voces de un asunto que merece tratarse con sosiego.
De manera excepcional (debería ser la norma a través de la web municipal), debido a la polémica, hemos conocido el texto de la proposición. Lo que no me gusta del texto es que se presta a tergiversaciones que en la exposición de motivos se relacionen los atentados de París con la propuesta de un plan de integración cuando este puede proponerse con otros argumentos y, sobre todo, en el marco de un plan de integración dirigido a todos los inmigrantes, de cualquier nacionalidad, etnia o religión. No es afortunada la ligazón en un mismo texto, pese a que sabemos, por las lecciones que nos aporta la situación del país vecino, que la pobreza y la marginación son caldo de cultivo para extremismos, inspirados por otros que no padecen pobreza pero saben cómo usarla. Además de los recientes atentados, París fue escenario en 2005 y 2007 de violentos estallidos en barrios donde vive mucha población inmigrante de segunda y tercera generación. Pero, efectivamente, hay un punto de razón en que puede darse la lectura de señalar a la comunidad de religión musulmana, debido a la composición del discurso, no al fondo. De ahí a proponer la retirada de la proposición media un abismo. Pienso que no sería ocioso debatir en el Pleno medidas para la integración de los inmigrantes, de todos los inmigrantes, de todos los países, árabes, chinos, del Este de Europa…, a propósito de esta propuesta.
Porque decir que no queda nada por hacer en Getafe en cuanto a la integración es estar ciego ante la realidad. El panorama idílico que dibuja la alcaldesa no es creíble ni ella se lo cree, seguro, pero se considera en la obligación de decirlo. Es positivo que hayan acudido a las concentraciones de repulsa por el atentado representantes de asociaciones musulmanas y que estas participen en la vida pública pero eso no indica que no haya que trabajar más para la convivencia. Nuestro modelo de acogida de inmigración tiene que estar más volcado hacia la integración sobre la base de nuestros valores democráticos y nuestras libertades, para alejarnos definitivamente de los rasgos del modelo multicultural, fracasado en los países europeos que lo adoptaron. Es necesario un plan en nuestro nivel local, al igual que en el regional y nacional. Como parte de ese plan necesario, que haya una línea para que entre los inmigrantes se generalice el aprendizaje de la lengua española, me parece imprescindible. Actualmente hay cursos municipales y otros impartidos por diversas ONG, pero ni cubren la demanda ni responden a un proyecto sistemático que aspire a ser universal. Conocer el idioma de la comunidad en la que se vive es fundamental para integrarse, para que la vida sea más fácil, para poder aspirar a mejorar profesionalmente, para que se puedan conocer y asumir sus valores.
Ahora es la ocasión de debatir sobre un plan de integración de inmigrantes, que comprenda la enseñanza de nuestra lengua como uno de sus ejes, y llegar a conclusiones prácticas. Esta discusión debería hacerse sin descalificaciones altisonantes, para buscar consenso. Es imprescindible el sosiego para abordar los grandes retos.