“Qué no vuelva a pasar”. Esa frase resume todo lo que a continuación les voy a contar. Es la esencia de la lucha que nunca se quiere. La que hay que emprender tras el golpe de los golpes. La que empieza cuando ya nada podría importarnos. A pesar de ello, importa batallar, no por recuperar, sino por no volver a lamentar. A pesar de ello, “ya verás, con lo que les ha pasado, son personas sin rencor, sin ira. No les puede esa rabia”. Esta última frase me la decía Susi en una larga conversación y añadía que, “bueno, ya conoces a Gonzalo y sabes cómo es él”. Susi es la hermana de Eva y Eva es, como ella misma se me presentó a mí, la madre de Laurita. Hacía calor, era julio del 2014. Sin embargo, aun cuando el Sol más aprieta, se puede sentir, desafortunadamente, el frío más inhumano. La sinrazón, ¿verdad? Muy a nuestro pesar, de eso van estas líneas. De lo absurdo. Porque tendría que estar prohibido que helase en el verano. Y Laura, una entrañable niña de 13 años con todo por delante y muy querida por su familia era eso, verano, sol, sonrisa, vida. ¿Quién les cuenta a unos padres esto? ¿Qué es esto? Arrollamientos en estaciones de trenes (en estados tercermundistas, podríamos añadir) sin la totalidad de las medidas de seguridad pertinentes. Por tanto, son accidentes total y absolutamente evitables. Hay que tener tiempo y cabeza para digerir algo así. Debemos remarcar que no estamos hablando de imprudencias ni de cuestiones similares.
Laura, como cualquier muchacha o muchacho de su edad, estaba en merecidas vacaciones, tras el esfuerzo de todo un curso académico. Se encontraba con su prima, iban con sus bicis. Se disponían a cruzar. Laura no pudo reaccionar ante lo que no fue su culpa jamás. Laura sólo tuvo la culpa de hacer muy feliz a quien la rodeaba. Laura sigue teniendo la culpa de provocar, en el recuerdo vivo de su gente, una sonrisa. De eso es culpable Laura. Fue en la estación de Alpedrete donde tuvo lugar el arrollamiento. La crueldad también se cebó con su prima, quien presenció la sinrazón de la tarde-noche alpedreteña. Todo esto me lo iba contando Susi. Ella misma me apuntaba que el primer año es complicadísimo y que uno tiende a bloquearse y a desubicarse totalmente. Son una familia unida y se arroparon siempre. Emociona escuchar a Susi contando el apoyo familiar. Aunque, imagino que ninguna manta alcanza contra ese frío. Sin embargo, basta escucharle un minuto para darse cuenta de lo pendiente que está de su hermana y eso es muy bonito.
Con Eva hablé hace unos días. Qué razón tenías, Susi. Podríamos, no es para menos, consentir a una madre cualquier sentimiento ante semejante situación, ¿o no? No en vano, Eva no habla con ira ni rencor. Su único deseo es que no se repita nada igual. Y efectivamente, sienten mucho dolor con los culpables. En ello han coincidido las tres familias con las que he hablado. “Echan toda la maquinaria que ellos tienen de empresas gigantes encima del ciudadano. Es una cosa repulsiva. Cuando ocurrió el accidente, mis hermanos estuvieron más en primera línea en el tema judicial. Yo creo que esta gente utiliza la vulnerabilidad de las familias porque no puedes ni oír hablar del tema”, me empieza contando. ¿A quién se refiere la madre de Laura? A Adif, RENFE y, especialmente, ella hace hincapié más adelante,al Estado.
Sin embargo, resolución dictada mediante, estos actores no sólo eluden su responsabilidad, sino que se la echan a la víctima. Silencio. De hecho, hay un párrafo bastante extenso e indigerible en el que culpan directamente a la persona que estuviese al cargo; a su madre, sí, a Eva. “¿Una niña con 13 años no puede ir en bici con su prima por la calle? Eso toca mucho, Adrián. Es muy dañino. Te produce un efecto intimidatorio. Dices, ¿con quién estoy luchado y si al final es verdad? Son pensamientos que te vienen”. Obviamente con 13 años, todos hemos salido con algún amigo. Sin embargo, los abogados, han recalcado a la familia que es un accidente, pero evitable. Lo han denunciado con el informe pericial. El perito hizo el recorrido con unas bicis, se calcularon los segundos que se tarda en cruzar, así como todas las variables y, a posteriori, Adif ha colocado una valla metálica que serpentea; con la que ya no se puede cruzar de forma espontánea. “El coste lo calculaba nuestro perito. ¿Sabes cuánto ha sido, Adrián? 1500 euros. Pero, claro, la colocas después del accidente”, lamenta Eva, a la par que describe la “atención” recibida de las instituciones: “no me han llamado ni para darme un triste pésame. Nada. Cero. Es como si no existieses. Te ocurre lo más brutal que te puede ocurrir en la vida y el Estado, porque yo ya lo asocio al Estado, brilla por su ausencia. Pero, por completo. Ni un lo sentimos, ni un triste ramos de flores. Claro, pienso que si hacen eso, ellos entienden que están asumiendo la responsabilidad. Vamos, ya la asumen poniendo una valla después. Porque, ¿qué había allí? Podría haberle pasado a una persona sorda o a alguien que se tropieza… El plano humano es cero, cero, cero. Nada de atención humana. Cuando hay un atentado van los Reyes o el Estado a consolar. ¿A nosotros quién nos da consuelo? Era tan fácil como, desde el minuto cero, decir que os acompañamos y damos cobertura en lo que ha pasado”. Ya lo ven, ni el mínimo detalle. Así de descarnado, pero de realista. Nadie quiere saber nada de nada, después de desmembrar a una familia. ¿Y los daños psicológicos? ¿Ni siquiera se puede ayudar a una familia con el tratamiento psicológico en caso de que ésta no tenga recursos suficientes? A ellos, a los responsables, también les duele algo, que les produce ese silencio mezquino. Es tristísimo, sí, los euros. “Es tan miserable que de lo que se trata es de mover el dinero. Otra cosa no les duele. Ellos tienen sus puntos negros reconocidos como la estación de Alpedrete o la de Gonzalo. Yo ya lo veo corrupción, Adrián”, me expresa Eva y está en todo su derecho de pensarlo y añade más realidad dolorosa, “¿Qué pasa, hay medida si tu balance no se estropea? No entiendo. Es un balance, Adrián. ¿Cuántos accidentes puede haber? Si ganan las familias, si ganan, ¿qué les voy a pagar? ¿Y las obras cuánto cuestan? Pues no lo hago. Así de crudo. Por eso no hacen las obras. Tendrían que estar los pasos elevados o subterráneos, pero ya que tomas la decisión de la rentabilidad de un número, pon una valla de las que suben o bajan. El Estado tiene que velar por la seguridad de sus ciudadanos, protegerlos y arroparlos. Esto es lo contrario. Es vamos a poner en la marcha la maquinaria, el rodillo, a ver cómo puede pasaros por encima”. 1500 euros. 1500 euros. Descomponen una familia en base a un accidente que podría haber sido evitado por 1500 euros. Es algo que Eva me repite. Cómo para no repetírselo. Todo cae por su peso.
Ella ha podido empezar a bucear en todo esto hace un tiempo, antes le era imposible, “el primer año no sabía por dónde me venían las cosas. Yo empiezo a saber dónde estoy colocada en esta vida ahora que han pasado tres años. El primer año eres un muñeco. Como una cáscara de nuez en el mar”. Igualmente ha empezado a hablar con los abogados. Hay una reclamación interpuesta a Adif y a Renfe. Ahora se encuentran en la tesitura de saber si quieren ir a lo contencioso administrativo. “Decidiremos si meterlo en plano judicial y calcula otros tantos años. Lo más importante es cerrar el duelo y aceptar, pero es al revés. Cada dos por tres se reabre la herida y tienes que preocuparte de cerrarla. Hay que pasar trámites y trámites, ir paso a paso. Todo se demora y se demora. Nunca ves el fin y estas cosas conviene cerrarlas”. Todo un desgaste que va por el bien común. Para que no vuelva a suceder porque esta madre lo tiene claro, “si lo hago es para que no vuelva a pasar. A mí no me consuela luchar contra ellos, me quita la paz”. Un gesto altruista que sólo son capaces de ello las personas buenas como esta gente. Como Eva, como Susi, como Gonzalo, como Itzi, como Jesús. El golpe de los golpes les deja un recodo de energía lo suficientemente potente para moverse por el fin de sinrazón. Para acabar con ella. Así, batallando, llegaron los padres de Irune a reunirse con el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna. Le pido una valoración sobre esto a Eva, “yo no tengo confianza en ellos. Hombre, el paso de haberlos recibido está ahí y no debemos perder la confianza en el ser humano y pensar que sigue habiendo gente buena por el mundo, a pesar de que lleguen a esos puestos de poder, pero queremos hechos. Deberíamos pensar que sirva para algo porque es lo esperanzador. Entiendo que la perfección no existe y que en un estado no todo funciona. Pero, sí tienen que funcionar los sistemas correctivos, que ponen remedio a esos errores y que aquí lo están tapando. Creía que n vivía en un estado tercermundista y que en caso de necesidad, te protege. Yo no he vuelto a votar. Quizás sea muy radical, pero no pierdo mi tiempo en contribuir a una mentira. A mí me han dejado abandonada”. Esto es el parejo sentir de las tres familias en igual situación que han hablado conmigo. Abandono. ¿Para qué van a rascar más si tienen en su cabeza que es un accidente? Si, hasta como piensan los familiares, hay copia-pega en las sentencias. ¿Qué ocurre, están deshumanizados? ¿Debajo de las corbatas de las empresas o de gobiernos, qué hay? Ocurre, parece, que hay corazones que laten en vida, pero están inertes. Y ocurre que hay corazones que tuvieron que pararse, pero cuyo bombeo no afloja porque, aquí en la tierra, los mantienen muy vivos. Esos últimos corresponden a las mejores, como Laura. No son números, son personas. Es la diferencia entre el ruin pensamiento de reducirlo a lo crematístico, a la dignidad de los padres y madres que miran a los ojos porque ni ellos ni sus hijas hicieron nada. Si llevas corbata de poder, entérate: no quieren dinero. “Son padres egoístas”. Tan egoístas que no quieren más dolor para nadie. Esperan no sumar más conocidos por esta sinrazón, pero entre los que hay, se apoyan. Eva me habla del padre de Irune, “me acuerdo que le preguntaba a Gonzalo, por su fortaleza: ¿cómo estás consiguiendo hacer todo esto? Es que me parece para quitarse el sombrero ante ti. Porque te quedas en medio del mar y eres una cascarita, te dejas llevar y haces lo que puedes porque estás completamente bloqueado. No tienes fuerza, ni sabes qué pintas en este mundo. No sabes si tienes que demandar o qué hacer. Yo admiro a Gonzalo y a su mujer. A lo mejor que ahora yo me siento un poco más fuerte, también tengo que hacer algo. Son pensamientos que se me ocurren ahora mientras hablamos. Como Gonzalo, y hacer ruido mediático, que parece que es la única manera de que te escuchen”.
Pues yo os admiro a las tres familias con las que he hablado. Tras escucharos y conversar con vosotros, sé de lo orgullosos que ellos y ellas tienen que estar. También sé lo complicado que es mantenerse firme y constante en vuestro objetivo. “A veces, hay la tentación de abandonar lo del juicio porque me lleva al punto de partida, sin embargo mi abogado me decía: “no tienes que abandonar porque, al final, lo que tiene que quedar es que has hecho todo lo posible para que no le pase a nadie más. Estamos hartos de ver que funcionan a base de sentencias” ¿Tiene que ser a base de sentencias? Así lo haremos”. Si mirasen con el objetivo más de cerca, sería distinto.
Eva seguirá. Tiene que hacerlo. Tiene otro hijo y sabe que tiene que estar alegre y sonreír también por él. “Si te quedas en ese día, no sales. Y yo tengo que salir del punto de partida”, pero nunca olvidará su otra mitad de lo más bonito que le dio la vida y que le arrebató la ausencia de medias de seguridad plenas. “Procesar el arrollamiento es muy duro por lo traumático. Por lo evitable que es. Es una sinrazón. Cada vez que lo oyes en las noticias, dices; qué no estamos en África. Parece que esta película no es mía, que no te pertenece y, aunque pase tiempo, sigues viéndola como irreal”. Estas líneas vuelven a ser nuestro humilde granito de arena para una playa donde no más olas salvajes y evitables sesguen sonrisas en vuelo. Una noble y humana causa, que tiene que ser escuchada y atajada por los únicos responsables. No debe ser un sueño, sino una exigencia. También estas líneas sirvan como cariñoso homenaje a Laura y para ser altavoz de lo que la quieren. Ella es responsable de haber hecho muy feliz a su madre y a su familia, así como de dejarles hoy recuerdos imborrables, que perdurarán sempiternamente. Porque la sinrazón se llevó un ángel, pero su esencia se respira. Qué no cura, pero no se marcha del todo a quien tanto quieren y presente por siempre estará. Qué no vuelva a pasar.
Con todo nuestro respeto, afecto y agradecimiento.