Estamos teniendo un verano calentito. No son sólo los incendios forestales que cada verano nos asolan ante la pasividad de nuestros gobernantes para tomar medidas preventivas y mientras tres millones de parados siguen sin tener o sin saber qué hacer, los que caldean el ambiente. Son los demandantes de asilo que huyen de la pobreza y de la dictadura para terminar después pidiendo limosna en cada esquina de nuestras ciudades, los que están fomentando la división entre países del Sur, que corren con los gastos, y los países nórdicos que terminan aprovechándose de mano de obra barata, dando asilo a los refugiados cualificados que necesitan y dejando a los demás a merced de la caridad de los ciudadanos de otros países. Es la falta de solidaridad de los países de la UE la que está fomentando los nacionalismos y la xenofobia. Es el mismo proyecto de unificación Europa lo que está en peligro de ser devorado por las llamas de las grandes potencias. El mero hecho de que de Trump se atreva a proponer a Dinamarca la compra de Groenlandia es una muestra del peligro que están corriendo todos los países de Europa.
La globalización es otro de los grandes peligros de incendio que amenazan a Europa. Tampoco la UE ha sabido o ha querido enfrentarse con valentía a este problema. La libertad de mercado se ha convertido en la máxima suprema de capitalismo europeo. Sí, libertad de mercado para comprar mercancías libres a bajo precio, producidas por esclavos laborales pagados a salario de hambre”. En Europa y en el mundo está prohibido el dúmping económico, pero está permitido el dúmping social (esclavitud laboral) y el dúmping ecológico. Las dos primeras potencias económicas del mundo son los dos países más contaminantes del planeta: Estados Unidos y China.
Si ante todos estos problemas, los políticos europeos no despiertan, es que están drogados. Ni siquiera el Brexit ha supuesto una llamada de atención. Tendremos que ir haciéndonos a la idea de que las preocupaciones de los ciudadanos no son las preocupaciones de los políticos. Pero lo que no debemos hacer es resignarnos y dejar nuestra suerte y la de nuestros hijos sólo en manos de nuestros actuales gobernantes.
La semana pasada traté de las manifestaciones de los pensionistas. Es otro de los puntos calientes, y no sólo de este verano. Está muy bien que los pensionistas se manifiesten por unas pensiones dignas, pero deben manifestarse también por las futuras pensiones de sus hijos y por el trabajo presente que muchos de estos no tienen. No se pueden separar nuestras pensiones de las pensiones de nuestros hijos, pues todas corren el mismo peligro y todas tienen la misma solución.
Las manifestaciones de los jubilados son algo más que una mera protesta. Son la prueba de que hay personas que saben luchar juntas, de que, a diferencia de los políticos, los ciudadanos sabemos colaborar. Son grupos en los que no se habla de izquierda ni de derechas. Aunque para los jubilados sean sus propias pensiones lo más urgente, es mucho más lo que está en juego, Y por eso, los jubilados, sin excluir a los no-jubilados, deben prepararse y unirse en cada municipio para el asalto al poder municipal, y para ejercerlo de forma diferente: de forma gratuita y con sentido solidario y social.
Los incendios veraniegos, con todo el sufrimiento y pérdidas económicas y sentimentales que suponen para muchas familias y para toda la sociedad, son una muestra de la falta de ética de nuestros políticos. Les importa que no haya víctimas humanas, pero no tiene tanta importancia que mueran otros seres vivos como son las plantas y los animales. ¿Para qué prevenir los incendios forestales? Que mueren árboles, éstos se pueden reponer. Pero ¿y los animales vivos que mueren quemados? ¿No sufren acaso? ¿Esto no cuenta? El paisaje desolador que deja un incendio forestal no es más desolador que el que se vive en muchas residencias de ancianos. También las vidas humanas se pueden reponer, así piensan. ¿Para qué reducir las listas de espera? Los jóvenes de repuesto son más económicos que los ancianos enfermos. El interés por los seres vivos cubre a todo, aunque nos sea en el mismo grado: por las plantas vivas, por los animales vivos y por las personas vivas. Quienes piensan que las plantas se pueden reponer, quizás digan también que las personas se pueden sustituir.
Si queremos dejar a nuestros hijos el paisaje desolador de una España o de una Europa sin futuro, que no es menos triste que el paisaje que ha quedado en Gran Canaria tras el incendio, sigamos protestando contra los políticos, pero no hagamos nada.