Paulino Garagorri fue un filósofo que desarrolló una trayectoria ejemplar como profesor de Filosofía y de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Complutense de Madrid. Elaboró una filosofía original. Formó a miles de estudiantes universitarios durante su carrera docente. Nació en San Sebastián en 1916 y falleció en el año 2007. Fue un gran ensayista y destacó también por su interés por el hispanismo. También escribió crítica literaria.
Se le considera el último orteguiano, ya que recibió las enseñanzas del ilustre pensador español. Dedicó en su extensa producción filosófica escritos monográficos a Unamuno, Xavier Zubiri y Américo Castro.
Desde los planteamientos de Garagorri está claro que la convivencia y la sociabilidad junto con la práctica de la razón abstracta son fundamentales para llevar una vida mejor o apropiada. Parte de que no es posible un conocimiento absoluto de toda la realidad en la que estamos inmersos. Considera que el valor del pensamiento es absoluto, ya que la capacidad de razonar y de juzgar es esencial en el desarrollo de las personas.
Está de acuerdo con Descartes que escribe: «Muchos, en toda su existencia, no llegan a darse cuenta de nada en el modo que sería necesario para poder juzgar adecuadamente». Como pensador político Garagorri siempre tuvo en mente que los intelectuales deben aportar nuevos argumentos a la tarea de los políticos. De hecho, esto se hace extensible a todos los ciudadanos que quieran libremente contribuir a la toma de mejores decisiones políticas.
Fue un gran defensor de las libertades y de la igualdad. En su libro Libertad y desigualdad de 1978 reclama justicia social. No en vano los capítulos de este libro tratan cuestiones como el envilecimiento de la verdad, el pandillismo, el papel del intelectual, el futurismo como alienación, los desniveles de la vida y otras.
Dice Garagorri que «El intelectual, sin proponérselo, suele parecer siempre dispuesto a llevar la contraria». Respecto al valor de la cohesión social está convencido de que es imprescindible para la evitación de enfrentamientos sociales indeseables. Ya que escribe «Cuando el pandillismo impera resulta forzoso que el conjunto padezca porque su integridad no es respetada». Algo que ya está pasando, actualmente, con la falta de responsabilidad individual de los que perjudican a la colectividad al saltarse las normas produciendo más contagios por el coronavirus.
Siempre consideró que había un gran riesgo de manipulación de las masas por parte de los gobernantes. No hay que olvidar que vivió una etapa muy larga de su vida bajo una dictadura. Y era escéptico ante el progreso de la sociedad contemporánea. Esto ya lo dice en los años setenta del siglo XX. Está convencido de que «Los extraordinarios logros racionales de la sociedad industrial van, una vez más, a estar al servicio de la astucia y la coacción». Lo contrario de lo exigible en una sociedad auténticamente libre y democrática.
Es realmente posible la elevación del nivel de vida de los españoles y, en general, de todas las personas. Pero, para el logro de un bienestar general no es suficiente con la acción de los gobiernos, también es preciso que se practique el deliberado cultivo de las potencias humanas. En esto insiste Garagorri de una manera muy clara. Es necesaria una reforma progresiva del hombre mismo.Y mientras esto no ocurra la sociedad seguirá a la deriva con altas dosis de violencia, agresividad, insolidaridad, injusticia y los restantes males causados por la ignorancia, el fanatismo y la intolerancia.
Desde su labor erudita Paulino Garagorri mostró la realidad de la filosofía que se ocupa absolutamente de todo y esa es precisamente su grandeza. La lucha contra la desigualdad en sus múltiples formas fue una de las palancas de su vida y filosofía.
En relación con la juventud considera que es entendible la aceleración del cambio social y la diferencia de enfoque entre generaciones. De todos modos, también da un toque de atención a la juventud ya que escribe: «Buena parte de la insatisfacción juvenil procede de un vicioso “señoritismo”, hoy más extendido que nunca, es decir, de un ánimo que extrae su protesta de la ignorancia del esfuerzo que ha costado lo que él encuentra por herencia y como regalado». Sabias palabras que pueden trasladarse desde los años setenta hasta 2020. Y es que en la era telemática en la que estamos el valor del esfuerzo y la perseverancia personal sigue siendo clave incluso con la potencia digital de la que disponemos.