Agoniza ya, entre suspiros, este 2016. Se prepara con frío de invierno el 2017. Entre tanto, nos abraza la Navidad y su destello. Sin duda, una época que llena el calendario de reencuentros, emociones, familia, amigos… Unas fechas en las que el calor y la luz navideña deberían de alcanzar a todas y cada una de las personas.
En esta oportunidad, quiero acordarme de dos personas. Quiero que nadie se olvide de ellos. Dos personas que en su esfuerzo de lucha y de valor por la honestidad nos regalan un trocito de Navidad anual. Me refiero a Ana Garrido y Luis Gonzalo Segura.
Dos personas que se han enfrentado al poder para que su fruto redunde en una mejora de la sociedad. Para que el beneficio de sus batallas repercuta, al fin y al cabo, en todos y cada uno de nosotros.
Enfrentarse a los poderosos es arriesgar. Enfrentarse a los poderosos es poner en jaque el sino de ese soldado osado y comprometido. Conocer de primera mano a personas heroicas, aunque ellos aseguran que tan sólo hicieron lo correcto, es una suerte para la mochila de la vida de uno.
Sin embargo, en mis diferentes entrevistas y encuentros con Ana y Luis he podido tener buena cuenta de la trastienda que origina la consecuencia del riesgo del compromiso y de la honestidad. Las oscuras artes de las mafias, dormir en coches, las presiones sobre círculos familiares y de amigos, perder el trabajo… son mares por los que navega quien tuvo la buena osadía de denunciar verdades como puños y de dar un paso al frente. No es lo mismo imaginarlo que te lo cuenten mientras te miran a los ojos.
Esta semana hemos podido conocer cómo el Tribunal Supremo, que confirmaba la expulsión de Luis del Ejército por denunciar corrupción, opina que no callarse esa corrupción es “falta muy grave”. Qué lo tengan claro, la falta de disciplina es la de los malos y corruptos. Afortunadamente, tanto Luis como Ana saben que tienen miles de corazones junto a su camino y cuyo latir es fundamental para arroparlos.
Puede parecernos, no sin razón, que este país está al revés y que, efectivamente, se castiga a la honestidad. Pero, tranquilos, hay gente dándole la vuelta para ponerlo en su sitio. Ana y Luis son ejemplo.
Por eso, no les dejemos solos en esta Navidad. Luchemos todo para que haya Navidad siempre en nuestras instituciones y con ella siempre haya luz. Luz y taquígrafos tan necesarios, a pesar del manto de oscuridad, el cual algunos se siguen esforzando en estirar. Tranquilos, de nuevo, pues ese manto cada vez está más deshilachado y quebrado. Las grietas de luz que abren los valientes son ya imparables en busca de un país más justo.
Lo decía al inicio, tiempo de reuniones, de familia, de amigos y de presentes. Regalad y disfrutad haciéndolo. Os dejo alguna sugerencia:
Un buen libro, Código Rojo de Luis Gonzalo Segura
Un buen detalle de la colección Gotas de Alma de Ana Garrido
Por último, podría deciros muchas cosas, pero lo sintetizo. Ana, Luis: gracias, de corazón, por vuestra lucha.