♦ Enfilamos los últimos días antes de volver a elegir a nuestros representantes en los Ayuntamientos y en la Comunidad de Madrid. En esta ocasión, además de las novedades en la oferta electoral que se han incorporado al catálogo político desde las últimas elecciones europeas, se percibe un cambio importante en las propias campañas electorales. En las elecciones locales, los grandes mítines dejan de tener sentido y caen por su propio peso en desuso; los partidos planifican actos en escenarios más pequeños y los candidatos se afananan en un pretendido cuerpo a cuerpo con el votante. Los programas, al menos los que tienen, se resumen y se publcitan en forma de decálogos. Desde siempre, los ciudadanos hacen balance de la ciudad, antes y ahora, de su barrio y rebobinan a base de chispazos o recuerdos el transcurso de los últimos cuatro años, una especie de fugaz ‘informe de legislatura’ que decide por dar continuidad o, en si el balance es negativo, por el cambio. Es un gran porcentaje de la ciudadania el que pone y quita gobierno con su voto. Al margen de las encuestas, convertidas en un ejercicio de extrapolación en función de la hipótesis de que el gran porcentaje que no expresa su intención de voto o sus preferencias, el denominado ‘voto oculto’, se comportará ante las urnas de la misma manera que los que sí han contestado las preguntas. Si durante el trabajo de campo de una encuesta, entre el 40 y el 53 por ciento no se manifiesta, ‘no sabe o no contesta’, el sondeo es simplemente un ejercicio de adivinación o ‘una porra’ con la que jugarse unas cañas.
Dejando a un lado, la exactitud de las previsiones de las más falsas de la ciencias exactas, —la demoscopia y la estadística—, los ciudadanos si tienen claro, en general su voto y sus preferencias.
¿Que hemos de valorar antes de introducir nuestro voto en las urnas? Debería estar claro que los vecinos han de evaluar a la ciudad como entidad global durante los últimos cuatro años. Si del examen se desprende un resultado positivo, conllevará a conceder a los candidatos que han gobernado la continuidad necesaria para completar su idea de ciudad. Lo contrario, lleva inexcusablemente, al cambio. Salvando al grupo de fieles que siempre vota lo mismo, a los ‘afiliados’ y simpatizantes —como si los partidos fueran un club de fútbol a los que se renueva el ‘abono’ aunque se pierda la competición o resulten un chasco los líderes del equipo. Y, salvando a los que votan a las mismas siglas casi desde el día que nacieron, por tradición o por ‘ideología’ , los ciudadanos valoran el sufragio en cada convocatoria como un derecho para cambiar lo que no funciona o para mantener aquello que nos gusta, rehusando la esquiva simpatía de última hora.
Desde hace algún tiempo es conocido que las preocupaciones de los ciudadanos han cambiado con respecto a dos legislaturas atrás; los último barómetros del CIS nos sacan de dudas: los principales problemas de los españoles son, en primer lugar, el paro y la situación económica y, detrás, alarmados por su intensidad e intermitencia casi diaria, la corrupción y los políticos. No es un problema, el de la picaresca y el latrocinio, exclusivo de los políticos como una ‘raza’ especial que se dedica a gestionar lo público y a esquilmar los recursos al alcalce de la mano. Nada más lejos de la realidad. Hay, qué duda cabe, políticos honestos.
Hace un tiempo, parece mucho al intentar retroceder a los años previos a la interminable crisis que soporta el país, el saqueo de los recursos públicos, el tráfico de influencias y los desmanes urbanísticos a causa de la codicia, eran disculpados por los electores —si está en política será para llevárselo—, incluso valorados y reconocidos socialmente; los corruptos de turno eran más listos que el hambre, clarividentes, sagaces y, además —para colmo de la ratería— habían dado su vida por esta ciudad, o por otra cualquiera. Había muchas donde hincar el diente de la ambición y la avidez. Y los pocos que denunciábamos esa lacra solo nos exponíamos a que nos ‘rompieran las piernas’ o, en el mejor de los caso, al vacío social.
El ‘vicio’ de robar y llevarse lo poco o mucho que hay no es una condición exclusiva de la clase política, como es fácil de entender, aunque haya sido uno de sus mejores caldos de cultivo. Los hay [ladrones] que han sido presuntamente banqueros, —trabajadores de banca, incluso, que vendieron las preferentes a sus clientes—, falsos empresarios, injustos jueces, deportistas que vendieron un mal resultado por una buen fajo de billetes; bueno, y así, hasta donde queramos. No vuelva el lector la vista, y compruebe que está más cerca de lo que quisiera de un buen chorizo [ibérico] del que no se había percatado porque no le delata su olor a ajo y pimentón sino que discurre por la vida aderezado con una ropita a la última moda, gafas de sol de lujo y un perfume caro o, incluso disfrazados de simples pelotones de carne tras la etiqueta de la progresía y la ‘conciencia’social. Cuánto ladrón que se vende como solidario y del cual ignorábamos su íntima y penosa condición…
Hoy, sin duda, la primera preocupación [y gran problema] de los españoles es el paro y la incertidumbre económica; luego está la falta de sensibilidad del gobierno por los apuros de los españoles en el repetitivo y difícil intento de llegar a fin de mes, la presión fiscal, la incontinencia y la crueldad de los políticos que deciden en qué gastan el presupuesto sin sopesar en lo más mínimo —ni siquiera por vergüenza— la justicia de sus decisiones; así, la mayoría de las veces actúan contra sus propios administrados ¿Como es posible que sea más fácil recortar en sanidad, con la consiguiente condena a muerte [evitable] de muchos enfermos —por ejemplo los afectados por la hepatitis C—, y comprar un par de tanques y un ‘submarino que no flota’ que lo contrario, lo humano?. A esa dureza moral, sin entrar en valoraciones políticas es a la que nos referimos como responsabilidad social de los gobiernos centrales o, incluso, autonómicos. ¿Es que nadie en el gobierno se atreve a romper una lanza en defensa de los españoles? Otra contraridad para el futuro de este país, que no está en juego a nnivel local, —aunque sí en el ‘concierto de las autonomías’—, deviene de la incapacidad de llegar a un gran pacto nacional para aprobar una ley de educación, con el carácter de ‘constitución’, que sirva para lanzar a las escuelas, institutos y universidades españolas a un mundo global, sin que cada cuatro años se modifique al gusto del Ministro, Consejero o del gobierno de turno. Hace falta una ley de educación para todo el estado español que dure, cuando menos, treinta o cuarenta años. De eso depende nuestro futuro como sociedad.
Sin embargo, los vecinos están abocados este domingo a decidir sobre cuestiones más locales y cotidiana aunque no por ello menos importantes. Además de la simpatía personal por los candidatos, los vecinos han de valorar su trayectoria y, también, el programa que presentan. Ayudar a las empresas y emprendedores en la creación de empleo, focalizar la atención en un medio ambiente la mayor de las veces hostil y contaminado, incrementando el arbolado; resaltar y reivindicar los servicios comunitarios y la prevención social; la interculturalidad en los barrios; las políticas activas para la juventud —no es suficiente decir ‘dejad que se acerquen a mí…’; la limpieza de las calles, el uso racional y compartido de la ciudad entre el coche y la personas… En fin, muchos de los aspectos que permiten disfrutar de la ciudad como algo propio.
Los vecinos, no los que han votado ya en las encuestas, todos los que acudirán el domingo a las urnas, sí tienen claro cuál de los candidatos quiere ser su alcalde o alcaldesa. Y nosotros también. No se enfaden los candidatos a los que no votaríamos aunque estuviéramos censados en ese municipio. Es una reflexión puramente personal expresada con claridad, sin subterfugios, exenta del partidismo acérrimo y el seguidismo sin explicación, aunque con un punto de rechazo a las opciones ideológicas extremistas, a las que se inspiran en regímenes dictatoriales y a las que ocultan —o no tienen— su idea de la sociedad. Hay gobiernos locales que lo han hecho bien y otros mal, incluso algunos han ejercido su funciones de forma mediocre. Y a esos últimos, quizás, como a los pésimos gestores también habría que cambiar. Con la oposición pasa lo mismo. Nada nuevo.
En Fuenlabrada: Manuel Robles, campeón de las políticas sociales
Más que ‘quién quiere ser Alcalde’, habría que asegurar que la mayoría de los vecinos de Fuenlabrada quieren que el alcalde que saldrá de las urnas este sea el mismo que ahora ejerce como tall: Manuel Robles. Quizás, este domingo será el candidato con más respaldo de toda la zona sur. Y no será por casualidad, sino por decisión de sus administrados. El candidato socialista a la alcaldía de Fuenlabrada es un ejemplo notable, no lo decimos solo nosotros, del gestor público que ha gobernado pensando en los problemas de sus vecinos y que, en base a ello, ha dirigido su acción de gobierno sobre aquellos aspectos de la política municipal más sensibles como los servicios sociales, la participación ciudadana y la intervención en los conflictos interculturales.
Además, el candidato del Partido Socialista representa al político honesto, generoso en la resolución de conflictos y en el apoyo a las causas solidarias, comprometido con los conflictos de cualquier índole (como en el caso de Coca Cola), sin altisonancias, sin ostentación, sin ‘ponerse medallas’, humilde. Robles es —así lo percibimos nosotros— lo que se dice una buena persona, un gran político [y un alcalde] accesible al servicio de su ciudad. Y no al revés.
El resto de los partidos que se presentan para obtener representación en el Ayuntamiento de Fuenlabrada, salvo Izquierda Unida que ha participado en la gestión del gobierno local de Manuel Robles, son incapaces —como en el caso del PP— de presentar un currículo que tenga opciones o pueda reprobar el trabajo del equipo de Robles. Se trata, la de Fuenlabrada, de una oposición roma, sin alternativas y, casi, sin tajo para la crítica.
Los partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, siguen la estela que les concede el crédito de la publicidad y el tirón nacional de sus líderes, ahora cada día más a la baja. Este es un dato que se repite en la mayoría de los municipios de la zonas sur madrileña. Ni el comunismo ‘bolivariano’ de Podemos, a la izquierda de IU, ni la absoluta incógnita ideológica de Ciudadanos, más cerca del caciquismo que del centro político, —a la derecha del PP, aportan nada a una ciudad, que vive, al margen del problema del paro, sus mejores momentos de juventud. Ambas opciones, Ciudadano y Podemos, están situadas en los extremos del arco político por más que se empeñen en disfrazarse con la ‘piel del centro’ para ganar el voto de los incautos.
En Parla: nadie quiere ser Alcalde
Parla es el patito feo de la zona sur. No; no crean que es un polluelo de cisne perdido, , ni de avutarda, un proyecto en ciernes, un espejismo. Peor; horrible. Parla es —si sus políticos siguen empeñados simplemente en disputar un sillón y un sueldo— una ciudad, sin futuro. ¿Los vecinos no pueden hacer nada? Si fuese una empresa, hace años que debería haber declarado el concurso de acreedores y, posiblemente, habría materia jurídica para exigir responsabilidades a los execrables gestores que han ‘controlado’ la ciudad.
Quizás, ya lo dijimos en un artículo anterior, el problema de Parla solo se puede abordar desde un gran acuerdo entre todos los partidos y asociaciones vecinales que incorpore, como en el caso de Grecia, el pago de la deuda a 100 años, y a un tipo de interés propio de economías arruinadas o en deflacción. Al euribor menos dos. Y así y todo, pobre Parla.
La Alcaldesa por sorpresa —ya hemos hecho el pareado—, Beatriz Arceredillo, hasta hace un mes afiliada al PSOE, y ahora embarcada en ‘Mover Parla’, solo ha estado interesada en ‘mover’ su palmito político y su pequeña ambición de política mediocre. Al fin, no ha resuelto ni las disputas en su partido ni ha enderezado el rumbo suicida del municipio. ¡Qué más se puede decir! El PSOE está dividido, con una candidata ‘nueva’ que arrastra un pasado ignominioso junto a los malogrado exalcades José María Fraile y Tomás Gómez. Pablo Sánchez, el ganador de las primarias socialistas, declarado por su partido no idóneo, también ha pasado a mejor vida política.
Por su parte, el Partido Popular que contaba con una oportunidad histórica para hacerse con la alcaldía de esta ciudad, ha sufrido un contratiempo de última hora. El mismo candidato popular destinado a hacerse con el bastón de mando de la ciudad, Miguel Ángel López, se declaró ‘no idóneo’. Tras su renuncia, el PP ha enviado a ‘la guerra’ —como en el caso de Leganés— a un paracaidista que ni sabe ni quiere a la ciudad. Ignoramos si el enviado de Esperanza Aguirre, Luis Martínez Hervás, será la solución para esta atormentada ciudad ¿No ha nadie del PP de Parla capacitado para preocuparse de los problemas de su ciudad? En todo caso, el bueno del paracaidista permanecerá si es alcalde y ‘tomará las de villadiego’ —huyendo apresuradamente del pringue— si el PP se queda sin opciones de gobierno.
Izquierda Unida permanece, como en todos los lugares de España, desunida; desintegrada. Y, para colmo, como en el resto de municipios controlada por tres familias y el apoyo ocasional de quien sea, aunque haya que afiliar a los emigrantes africanos en masa. IU es una banda en descomposición, un puente que ha facilitado la irrupción de la marca blanca de Podemos. Parla podría ser una de las grandes alegrías para de los seguidores de Pablo Iglesias en la Comunidad de Madrid. La solución al enigma del laberinto de Parla, el domingo. Habría que decirles a todos los candidatos: por favor, un poco de sentido común; dejen de discutir, de cobrar por el morro del erario público mientras la ciudad esté en quiebra, y arremánguense para levantarla.
En Getafe: Juan Soler toma la calle sin oposición
El actual primer edil, y candidato por segunda vez del Partido Popular a la alcaldía de Getafe, Juan Soler, ha gobernado la ciudad en minoría tras desbancar al que hasta 2011 era el sempiterno alcalde de Getafe, Pedro Castro. Soler ha demostrado durante esta legislatura una notable capacidad política que le ha permitido llegar a consensos posibilitando la gobernabilidad del municipio.
Con la llegada de Juan Soler a la alcaldía de Getafe en 2011 entró una bocada de aire fresco en un ‘cortijo’ cerrado a cal y canto en el que apestaban los ediles y exediles socialistas corruptos que, amparados más o menos, campaban a sus anchas por el Ayuntamiento y por los Servicios Técnicos Municipales de Urbanismo. La codicia y la avaricia se contoneaban por la calle Madrid engalanadas con trajes y corbatas de lujo creyendo que la burbuja del suelo y la construcción se haría más grande que la superficie terrestre. Y además, por los rincones, se pudrían los concejales que el ‘dios cronos’ local devoraba como hijos suyos [políticos] que eran.
La que no se dejó comer fue la actual candidata socialista, Sara Hernández. En 2007 se presentó en la lista que encabezó Pedro Castro como venía haciendo desde 1983. Antes de ser edila, Hernández, había ejercido como jefa del gabinete del exalcalde. Sin embargo, durante esa legislatura —la última del PSOE en el poder— se rompió la relación entre el mentor y la discípula. La alumna, a pesar de su bisoñez, se rebeló contra el ‘viejo’ y, ayudada por Tomás Gómez, consumó la traición desalojando a Castro del poder local.
Ninguno de los chanchulloos, corruptelas, y favores que se otorgaban desde los albores del siglo XXI a los promotores ‘socialistas’ y otros chaquetas reversibles, era nuevo ni desconocido a la candidata del PSOE que aspira a un tercer mandato como edil. Ella misma votó a favor de muchos de las pifias y corruptelas que salpicaron el final del mandato de Pedro Castro como la adjudicación de los famosos aparcamientos, caso por el que dimitió buena parte de su tropa, o la venta a precio de ‘chollo’ del 10 por ciento del desarrollo urbanístico del Rosón al clan del ‘rubio’. Ilegalidad ratificada por la justicia. No hay discusión; otra cosa es que el cambio de cliclo, la llegada de los chuzos financieros y el mal tiempo urbanístico haya beneficiado a los corruptos.
Sara Hernández podría [intentar] batir el récord de su mentor, aunque eso sí, en la oposición. La diferencia entre Pedro Castro y la ‘aprendiz’, al margen de coincidir o no en la gestión y la ideología, es tan grande como la que separa a un buen político y a una mala.
Sara Hernandez ha visto empañada esta última legislatura con la dimisión de algunos de sus ediles implicados en el ‘Caso Aparcamientos’, caso en el que ella misma votó igualmente como sus compañeros aunque no fue imputada. Ha sido capaz —casi como único mérito político— de dividir a la Agrupación Socialista de Getafe arrinconando a sus críticos. Algunos militantes, recuerdan las malas artes utilizadas para hundir a Alfredo Kramarz, nada perfilarse como su contrincante en una hipotéticas e inexistentes primarias.
Esos mismos militantes, rememoran la ‘última traición’ de la Secretaria General del PSOE getafense. Hernández era, a él le debía su cargo, la más fiel de las seguidoras de Tomás Gómez. La noche anterior a que Simancas acabara con la existencia política del malogrado Secretario General del PSM, Sara acudió a una reunión del círculo más cercano a Gómez —casi como la ‘última cena’— en la que volvieron a jurar fidelidad. La reunión se disolvío con los ‘ultimos’ de Tomás Gómez uniendo sus manos ante la inminente ‘intervención’ del aparato socialista. Al día siguiente, Sara Hernández se presentó ante el ‘general Simancas‘ y tardó poco en ‘vender’ a su jefe por lo de siempre: el plato de lentejas. La traición se muestra siempre a la luz de las prebendas, los privilegios y el brillo de las monedas de plata. Gómez llora por las esquinas la traición de una de sus más preclaras hijas políticas adoptadas. El que a hierro mata, a hierro muere, dirá Pedro Castro.
El resto de los partido que se presentan en Getafe esperando obtener concejales no representan, apenas los votos que consigan, casi nada en el pueblo. De la pelea entre los adscritos a la tercera y cuarta internacional comunista, surgen las dos opciones a la izquierda del PSOE: IU y Ahora Getafe. Izquierda Unida, como ya hemos dicho, nos sugiere la misma impresión que en el resto de municipios; tan desunida está que no representa más que a los ‘cuatro gatos’ que son. Según el cómputo, en absoluto benigno, de unos de uno de nuestros amigos, el 70 por ciento de los candidatos de IU Getafe son de tres familias; pero no políticas. Ojo, familia, familia y familia. Y algún añadido para justificar la privatización de la campaña electoral, la web y la comunicación. Total, un despropósito. Si usted pretende votar a IU, no porque forme parte de esas tres o cuatro familias, sino por convicción, mejor que deje su voto sobre la mesa o lo tire a la papelera, casi es más económico que no se acerque hasta las urnas; directamente, váyase a tomar el vermú, y listo.
En todo caso, si es usted comunista y cree firmemente en la dictadura del proletariado como el que cree en Cristo, en el comunismo rancio, en el reparto de la pobreza y en la falta de libertades, es mejor que vote usted al partido adscrito a la órbita de Pablo Iglesias.
En los últimos días, el único que quiere, —y que puede, además— ser Alcalde es el mismo que ostenta el bastón de mando en la actualidad. Juan Soler ha acreditado una gestión eficaz en la que destacan una política económica pulcra, bajando impuestos y saneando las finanzas municipales; y, sobre todo, una apuesta decidida por los servicios sociales, hasta ahora difícil de entender en algunos círculo del Partido Popular.
Juan Soler es un político atípico dentro del PP, casi un verso suelto, capaz de moverse entre aguas con una soltura inigualable. Igual reivindica las políticas sociales que abandera el apoyo a las pequeñas y medianas empresas; a la vez que reparte condones, molestos para curas y monjas, se muestra devoto con la Virgen de los Ángeles. Durante los últimos días, Soler no ha dudado un momento en el modelo de campaña electoral; se ha desmarcado, ligeramente, de la imagen del PP al más puro estilo americano. Ha sido el único candidato capaz de evitarnosla abulia que invade las campañas electorales. Ha tenido, también hay que decirlo, la fortuna y la previsión de acercar una serie de eventos dentro de la política cultural y de ocio joven que su gobierno ha desarrollado en los últimos cuatro años a las Fiestas locales. Juan Soler, no lo ha dicho pero lo ha hecho, ha tomado la calle (no el periódico, que también) dejando a los otros candidatos perdidos tras oscuras fotografías de la ‘espesa’ y anacrónica pegada de carteles.
De Ciudadanos ya hemos hablado lo suficiente. No tienen programa ni candidatos. Se nos criticó por la imagen de la cabra como candidata, y repetimos que es una metáfora sin alusiones personales a nadie en particular. Si presentan, por poner un ejemplo, a un catedrático universitario, el resultado será el mismo que si presentan a un peón caminero; tantos votos, tantos concejales. Pobre de mí [por la críticas no entendidas de la cabra]. Tras la opinión generalizada en el municipio de su ‘invención’ como opción política, C’s Getafe ha difundido su programa, primero diez propuestas como el PP, y —tras darse cuenta de esta coincidencia— han añadido otra más. ¡Once propuestas en total! Algunas, ridículas; otras ejecutadas, otras irrealizables. Quizas, en términos generales, de las onces se podría aprovechar solo una: bajar el sueldo del alcalde y de los ediles. Ya veremos cómo votan si alguien lo propone de verdad. Casi hubiera sido mejor que callaran. La estulticia, si además se pregona, es cosa terrible.
Pero, nada. Si esta es su elección, adelante, que uste vote bien. Luego, pasados cinco minutos, no se arrepienta. Ya será tarde. Los partidos emergentes son un fraude que crecen en el caldo de cultivo de la crisis económica y de valores que vive la sociedad.
En Leganés: 190.000 alcaldes y una paracaidista
Esta semana acaba en Leganés una legislatura convulsa propiciada por la falta de inteligencia política del Alcalde popular Jesús Gómez. Al sectarismo de su política general se ha sumado una actitud personal cabezona, autoritaria, desquicidada y, si me apuran, ‘macarra’. Jesús Gómez es un político de película surrealista, delirante, un inepto gobernante, un fracasado de la aventura municipal. Mejor lo hubiéramos dicho si lo negamos; Jesús Gómez no es político, aunque eso no le exima de la responsabilidad de su gestión.
Rodeado de palmeros, el resto de ediles del PP, no ha habido Pleno municipal que no haya convertido en un circo en sus diputas personales con el resto de la oposición y en especial con el partido vecinal ULEG. Quizás la obsesión del malogrado [políticamente, repetimos] Jesús Gómez se deba a los resultados de los sondeos que desde hace seis meses que le situaban por detrás de Carlos Delgado, el candidato del partido vecinal.
Esa es la clave de la legislatura. Un alcalde foráneo, que no ama Leganés, estrepitosamente derrotado por el ‘adn’ pepinero, el partido independiente Unión por Leganés que no se ha dejado llevar por los cantos de sirena que le llegaron desde las filas populares al principio de la legislatura. Carlos Delgado —al contrario que el resto de lideres de la oposición como Rafael Gómez Montoya y Raúl Calle— no se ha implicado en las chapuzas urbanísticas del PP, entre las que destaca por sus coste social y laboral la de Legatec, ni en la gestión oscura y partidista de EMSULE. Carlos Delgado, sin ‘pringues’ ni pactos ocultos, ha conducido a ULEG a una posición de independencia al servicio de los vecinos.
Tras el fiasco de Gómez, auto proclamándose candidato, apareciendo en los autobuses que van ‘por la calle’ y contratando decenas de vallas publicitarias, para llevar la contraria a las encuestas y a la propia realidad, el PP —bueno, Esperanza Aguirre— eligió para intentar parar la sangría del PP de Leganés a Eugenia Carballedo, ‘paracaidista’ del barrio de Arturo Soria, una política que se ha movido entre el congreso de los Diputados y la Asamblea de Madrid pero que desconoce totalmente Leganés. Carballedo ha aterrizado con una mochila pequeña, sin un programa electoral en el que haya participado [no conoce el municipio ni ha tenido tiempo], sin elegir a su propio equipo, sin experiencia en la gestión muncicipal… Parece que si no consigue ser Alcaldesa, tardará cinco minutos en salir corriendo por donde llegó.
Si alguien puede ser un buen Alcalde de Leganés, ese es el candidato de ULEG, Carlos Delgado. Pero él, como buen ‘pepinero’, no quiere; no es una negativa en el sentido que podría pensarse. Es pura metáfora. Ha glosado, y recalcado, que su partido no pactará con ninguna de las franquicias nacionales que se presentan a los comicios [primera condición para ‘querer’ ser Alcalde] y que si ULEG ostenta la responsabilidad de gobierno, en Leganés habrá 190.000 alcaldes. No solo es bonito; es toda una declaración de intenciones [y de amor] a sus vecinos