Muchas personas mayores pagan una cantidad de dinero elevada para poder estar en residencias geriátricas. Se entiende que se ofrezca una atención individualizada a cada persona y que no exista hacinamiento. Algo que, desgraciadamente, sucede en muchas residencias privadas y de forma general. Esto es lo que perjudica gravemente a los mayores que viven en estas situaciones. Los ancianos están indefensos.
Si existe masificación y el personal de las residencias no da abasto, porque cada cuidador tiene que estar pendiente de demasiadas personas, no puede haber un servicio de calidad.
Es cierto que existen protocolos de actuación en las residencias, pero en muchos casos no se cumplen o no se respetan y esto produce una indefensión de los que viven en las mismas. Esto tendría que cambiar.
Las residencias tendrían que seguir modelos de organización y actuación más avanzados y de más calidad, pero los motivos relacionados directamente con el mayor beneficio económico posible son más fuertes que las consideraciones humanitarias y de sentido común. Desde un enfoque ético es evidente que el incumplimiento de unas ratios de personal racionales impide que se preste un cuidado de los mayores digno y eficiente.
Además, también es indudable que entre las personas de la tercera edad, por decirlo de alguna manera, existen todo tipo de patologías asociadas al envejecimiento como es lógico y natural. Esto mismo requiere más medios y más personal más o menos especializado. Está muy bien que existan programas de psicogeriatría o protocolos de centro de día y también de prevención y tratamiento de las caídas.
Y, por supuesto, existen oficialmente muchos otros protocolos y programas para proteger y cuidar a las personas mayores. Lo que no es suficiente es que apenas se cumplan y sean documentos teóricos y nada más, salvo contadas excepciones.
Las residencias con un modelo hogareño de cuidados y convivencia, probablemente, sea uno de los más indicados para la mayoría de los mayores. Entre otras cuestiones por razones de privacidad, intimidad y calidad de vida. Esto hace necesario mucho más personal en las residencias, ya que es lo más adecuado por motivos obvios.
Además, si pensamos en las personas mayores con dependencia, las cosas se complican, como es natural. Los sujetos que son mayores autónomos y viven en residencias son más de la mitad, pero es preciso saber que también hay muchas personas mayores frágiles o de alto riesgo de dependencia y que necesitan cuidados más especiales y más frecuentes. Conviene no olvidarlo.
Incuestionablemente, el aumento de la longevidad y el progresivo envejecimiento de la población en España también por la mayor esperanza de vida nos deben hacer pensar. En las últimas décadas los cambios sociales que se han producido son evidentes. Existe la responsabilidad de cuidar de nuestros mayores, ya que todos lo seremos si no morimos antes de ser ancianos o viejos. Es un deber intergeneracional. Y, si se reflexiona un poco, no hace falta elaborar grandes razonamientos para saberlo. Es un deber ético irrenunciable. Los mayores tienen el mismo derecho a la vida que las demás personas.
Considero que lo mejor es que los mayores vivan en el ámbito familiar, si así lo desean, rodeados del afecto y los cuidados de sus familiares. Y si no es así que estén en las residencias con un ambiente lo más parecido posible al familiar. Y esto incluye una atención médica inmediata y completa para que se garantice que cada mayor pueda llegar, en las mejores condiciones posibles, a la edad más avanzada. Evidentemente, existen unos límites biológicos y orgánicos, pero de lo que se trata es que cada persona llegue a vivir el mayor número de años que pueda.
Si las residencias de mayores contaran con los mejores protocolos de actuación no cabe duda de que esto causaría la satisfacción tanto de los residentes como de sus familias.
Estoy convencido de que la clave para el logro de todo esto es que los Gobiernos, a los que correspondan estas competencias en España, tomen cartas en el asunto y reformulen los protocolos para mejorarlos. En todo caso, lo que se debería hacer, en mi opinión, es realizar servicios de inspección más frecuentes y rigurosos en las residencias de mayores privadas para garantizar que se cumplen las normas. Y si no es así, imponer sanciones considerables u otras medidas más fuertes para que funcionen de la manera correcta, sin hacinamiento y masificación. Considero que es la única forma de lograr que las residencias de mayores cuiden a estas personas atendiendo todas sus necesidades.