No pretendemos pervertir su inmaculado juicio aún sobre la última obra de Jesús Lucas Babón. Simplemente, les ofrecemos, de forma sincera, unas líneas provocadas por la reflexión de una detenida lectura de No me vengas con cuentos del tiempo. Cuando este artículo caiga en sus manos, o quizás sea más adecuado decir en su dispositivo móvil, estaremos envueltos en el otoño. Pero, ya les avanzamos que si algo no conoce esta artesanal obra es, precisamente eso, los tiempos. La disfrutarán igual en la tarde más gélida de un enero que sea fiel a su fama. El caso es que esta estación es propicia para detenerse, calmar también al tiempo y disfrutar una acogedora tarde de lectura otoñal.
Si han leído el primer trabajo de Jesús Lucas están de enhorabuena. Por dos motivos esencialmente. Por un lado, porque habrán disfrutado del amigo Rodrigo y sus vaivenes (si no, aún están a tiempo), y por otro lado porque le gustará comprobar cómo, a través de una prosa actual, ágil y valiente en el terreno, Jesús es capaz de cambiar de registro. Su versatilidad literaria le da para emocionar(se) y sacar sonrisas en géneros varios. No entienden las palabras de Jesús de corsés. Insisto, aprecio mucho el humor como ingrediente inherente de este autor.
Adentrarse en No me vengas con cuentos del tiempo es bucear igualmente por la vida. Por nuestra existencia. Es hacerlo, eso sí, sin textos áridos ni de pesado codificado. Es compatible la reflexión con la levedad de los vientos que nos aproximan esta brisa de octubre que nos acaricia el rostro, mientras nos preguntaremos si esto realmente existe. ¿El libro? Eso sí, desde luego, por descontado. Nos referimos, en suma, a su protagonista. Al tiempo. ¿De qué forma? ¿Quién lo ha diseñado? ¿Por qué obedecemos a sus caprichos? ¿De qué nos detiene? ¿Por qué le tememos? No se asusten. Discurran mientras acompañan a Pilatos en la ‘verdad’ de su lavado de manos, mientras se unen a la profunda historia de un banco que eterniza su sentido y que el tiempo no barre, mientras los seres grises pueden resultar mucho más coloridos de lo que pensamos, mientras el tiempo congela las furtivas mirada de adolescentes y las hace suyas para los restos, mientras cazan talentos, mientras saborean la metafísica del lenguaje, mientras nos vestimos con mayúsculas o minúsculas y, también, mientras viajamos a todo un taller del tiempo. De esto último, no les avanzamos más. Allá, donde todo puede ser…
Y es que con Jesús nada es imposible. Y especialmente, como él se encarga de transmitir, nada es tan grave. Lean como sientan. Con los ojos con los que ven la vida. Está escrito para eso.
Sólo podemos decir que cuando lleguen a la última página, les habrá merecido la pena la inversión de tiempo. Está a la alza. Les habrá sido devuelto con creces. Consuman a los buenos, de letras y de corazón. Ahí lo llevan. No me vengas con cuentos del tiempo de Jesús Lucas Babón.