Es difícil saber cuáles son los factores que más han influido en las elecciones andaluzas. Unos se atribuirán los triunfos y otros declinarán los fracasos, atribuyéndoselos a un tercero. Pensar que las relaciones de gobierno de Madrid con los independentistas catalanes, o que el chalet de la sierra de un dirigente así llamado de izquierdas o los múltiples viajes en un lujoso avión militar del Presidente de la Nación, viajes de placer o por el extranjero, mientras se estaban tomando decisiones sobre Gibraltar, no han tenido influencia alguna sobre el voto de los andaluces, es tratar de ignorantes a los ciudadanos de la región más poblada de España o, y esto es quizás más grave aún, es la muestra más clara de una ignorancia supina por parte de nuestros gobernantes.
Hace ya casi dos años escribí un artículo “Cataluña somos todos”, en el que defendía que el problema catalán lo habían creado, sobre todo, los sucesivos gobiernos de España y todos los partidos políticos, y del que indirectamente todos, con nuestro voto, éramos responsables.
Entretanto, son muchos los que defienden esta teoría, y los ciudadanos de toda España se han ido dando cuenta de que el problema catalán no era un simple problema regional, pues los estaba afectando a ellos. Hoy Cataluña somos todos, pero Andalucía somos también todos. No porque queramos echar al PSOE o que gobierne el PP o que triunfe VOX. Andalucía somos todos, porque todos queremos un cambio radical. Andalucía no ha votado por Vox o contra Podemos. Andalucía ha votado contra todos.
Ni España, ni Europa se han percatado aún de la revolución que se está produciendo. El ciudadano se siente arrinconado por los políticos. Y un animal arrinconado es peligroso. La única vía de escape que se le permite son las 12 horas en las que puede ir a votar. Los cuatro años siguientes se siente olvidado, menospreciado y traicionado.
La revolución ciudadana ha comenzado ya. No se fragua en dos días, como también fue lento el proceso de las anteriores revoluciones: la de los esclavos, la de los campesinos o siervos de la gleba, … o la revolución obrera. Pero la marcha de la historia no hay quien la pare. Además, estamos en el siglo XXI, y ahora las cosas van mucho más rápidas. Esta revolución ciudadana reviste unas características especiales. No se trata de la lucha de una clase social contra otra. Los malos no son ahora, los burgueses y ni siquiera los bancos. Ahora los malos son los políticos, que deberían ser los representantes de los ciudadanos. Y si esta olla a presión les explota en su cara, podemos caer en manos de un Trump o de un Putin o una Marine Le Pen.
Los andaluces ya han avisado. Que nadie cante victoria. El próximo mes de mayo, con la confluencia de tres posibles citas electorales, se puede producir una hecatombe de todos los partidos políticos. Estos no van a reaccionar, como tampoco han reaccionado ante los resultados electorales de Andalucía. Somos los ciudadanos de a pié los que unidos debemos enfrentarnos a los partidos políticos, porque ellos tratarán de etiquetarnos y enfrentarnos. Sus luchas por el poder no deben ser nuestras luchas. Si callamos nosotros, hablarán los populismos
Andalucía ha expresado la voluntad de cambio radical de todos los españoles y de todos los europeos. Hoy Andalucía somos todos.