El más que probable Brexit sin acuerdo entre la UE y el Reino Unido no es una buena noticia. No lo es para los ciudadanos europeos, pero sobre todo, no lo es para los ciudadanos británicos. Es un divorcio por las malas. No es suficiente la buena voluntad de una de las partes para que las cosas vayan bien. Se necesita la buena voluntad de ambas partes. También en el Reino unido estamos constatando ese abismo insalvable entre la realidad social y la realidad de los políticos. Es verdad que en el Reino Unido se dio un referéndum a favor de la salida de la UE, pero todos sabemos lo fácil que es atizar los sentimientos nacionalistas y el poder que tienen para esto los medios de comunicación. No sé si actualmente los británicos aprobarían el Brexit, lo que sí sé es que dentro de unos años, se tirarán de los pelos por la ligereza con la que tomaron una decisión tan importante.
Las consecuencias del Brexit, incluso de una salida con acuerdo, las vienen experimentando y sufriendo tanto los ciudadanos europeos residentes en el Reino Unido, como los ciudadanos británicos residentes en la UE. Los segundos como secuela directa de la salida de su país, los primeros, de forma indirecta, por la decisión de un país que no es el suyo, pero ambos expuestos a una enorme inseguridad jurídica con la que no contaban en el momento en que decidieron salir de su propio país.
La Comisión Europea pide una actitud conjunta de todos los países miembros frente a los ciudadanos británicos residentes en la UE. A mi hubiera gustado que esta palabra “actitud” la hubiera acompañado de un calificativo mucho más positivo, por ejemplo una “actitud abierta, comprensiva, acogedora etc.” No se trata de conciudadanos que se han ido, sino de conciudadanos que han sido echados. Estoy seguro de que la mayoría votaron a favor de la permanencia en la UE. Ciudadanos a los que, además, se los ha despojado de su ciudadanía europea en contra de su voluntad, sin que las instituciones europeas hayan movido un dedo por defender esta ciudadanía, cuando, en mi opinión, sigo pensando que la UE no debería tolerar que se le prive a nadie de esta ciudadanía en contra de la voluntad del interesado. Tolerarlo es reconocer que la”ciudadanía europea” es puro papel mojado.
Es más, yo diría que los Estados miembros, prescindiendo de la actitud de Londres frente a los ciudadanos de la Unión residentes en Gran Bretaña, no deberían modificar el estatus de los británicos residentes en la UE por varias razones:
a) Porque ellos no son responsables de la ruptura y no deben sufrir la consecuencias de las decisiones de otros. Alguien debería asumir la responsabilidad por los perjuicios que se les ha ocasionado, pues cuando ellos decidieron cambiar su domicilio a la UE, la circunstancias eran otras, e incluso en muchos casos ni siquiera existía la posibilidad de salir de la UE.
b) Para que Gran Bretaña no tenga excusa para discriminar a los ciudadanos de la UE residentes en el Reino Unido.
c) Porque los ciudadanos de la UE así lo deseamos. Estoy seguro de que la gran mayoría no deseamos que encuentren trabas para seguir residiendo en el país de la UE donde residen.
d) Porque la UE no puede quedar pasiva viendo cómo se los despoja de la ciudadanía europea a unos ciudadanos suyos en contra de su voluntad.
Mantener fronteras es ya de por sí algo anacrónico en el siglo XXI. Mantenerlas en Europa es más anacrónico aún, pero volver a levantar entre los ciudadanos unas fronteras que ya habían desaparecido es característico de personas anormales.