El Pleno del Ayuntamiento ha aprobado una moción de Ahora Getafe, con sus votos, los del PSOE y el del único edil de IUCM, para la celebración de ceremonias de ‘Otorgamiento de Carta de Ciudadanía’ o ‘Bienvenida Cívica’ en las dependencias municipales. La propuesta, absolutamente inane y fruto del aburrimiento político de Ahora Getafe, ha sido calificada por el PP como una ‘chorrada’ o una ‘carmenada’ que costará dinero; con la falta que hace no gastarlo en tonterías.
Por su parte, desde Ahora Getafe, han asegurado [muy en serio] que se pretende dar cauce institucional «al cambio sustanciado en la sociedad [transustanciación civil, suponemos] a partir del reconocimiento de la libertad de conciencia, que promueve con fuerza el derecho de que nadie puede ser criticado por optar individualmente, en función del credo religioso o moral que considere, a asumir aquellos compromisos personales que su libre conciencia dicte». ¿Qué tiene que ver la libertad de conciencia o el derecho a no ser criticado con esa filigrana teatral, de farándula política?
Suena ridículo y vacío. La Carta de Ciudadanía la reciben todos los recién nacidos con su inscripción en el registro civil. Si lo que quieren los camaradas es fomentar nuevas fiestas laicas, copiadas de la liturgia cristina, pues adelante. El PSOE, en aras de la libertad religiosa o atea, se ha sumado a la idea. ¿No parece que hasta los socialdemócratas se están volviendo trostkistas?
Todavía nos queda la primera comunión, como ‘Ratificación’ del nombre que le impusieron en la Bienvenida Cívica y los últimos sacramentos vitales como ‘despedida Cívica’ para inventarse fiestas ateas o agnóstica aunque haya que destinar a un edil para desplazarse rápidamente antes que se produzcan los óbitos.
Bueno, en fin, estimado e ignoto lector, desde hoy es posible. Puedes hacer con tu bebé recién nacido lo que quieras. Una fiesta agnóstica y apolítica en tu casa con tu familia y con tus amigos; acercarte con el frac o el esmoquin al ayuntamiento donde el el camarada edil de turno oficiará una ceremonia laica y, luego, como dios manda, al correspondiente ágape; o una fiesta religiosa con su pila bautismal, el agua fresquita y su cura u obispo. Y más comilona, regalos y enhorabuenas.
El niño no sabe, no contesta. Se llamará como diga su mamá y su papá.