Existieron graves problemas en Cataluña, y existen partidos independentistas en Cataluña, País Vasco y Galicia, pero son minoritarios en el arco parlamentario, por lo cual la integridad del territorio está asegurada.
La oposición se aprendió un soniquete tan repetitivo que cautivó las mentes de una ciudadanía carente de pensamiento propio en política social, no hay cosa más fácil que rellenar un pensamiento vacío, que escucha el canto del gallo cada mañana, y sin él no existe otro amanecer.
El rebaño metafórico de “ovejas humanas” que algunos parecemos es fácil de manejar, basta la voz del pastor y en ocasiones el ladrido del perro, que hoy son unos medios que azuzan y calientan interesadamente las mentes del descontento, y nos marcan la senda que nos conduce al aprisco, en donde nos quieren tener para su pascua, donde el cordero adquiere en las urnas electorales un mayor valor.
Ese es el problema, el no tener un pensamiento libre; el pensador se equivoca a veces, pero hace un juicio de su pensar y, por ello, es más difícil de manejar.
Hay que enseñar matemáticas, gramática, todas las materias educativas, pero hay que enseñar al niño y al hombre a pensar y cultivarse, a adquirir conocimiento general y, con él, valoraremos mejor lo que nos rodea y a nuestra sociedad.
El repetitivo ETA, ese de que España se rompe, son una letanía como de misa diaria; ETA provocó terror y un infierno. ¿Pero fue mejor la posguerra con juicios sumarísimos, sin los derechos procesales y las penas de muerte por pensar diferente?
Entonces no se rompía España. ¿Cómo se iba a romper si se controlaba hasta el aliento, y el franquismo sellaba las fisuras con cárceles y fusilamientos?
Educaron a mi generación en el Nacional Catolicismo, en el Arriba España, en el Cara al Sol, pero sin camisa nueva, y pantalones remendados. España no se rompía, se rompían los pantalones, y las madres ponían rodilleras y culeras a base de remiendos.
Y ahora, los hijos y nietos de aquellos niños no aprenden nada, ni siquiera de la democracia que se les ha dado. Hay una educación escolar, pero olvidamos la existencial, la ciudadana colectiva, por ello, quien ha pasado hambre valora el pan, y quien no conoció la falta de libertad, ni siquiera es consciente hoy de su valor, cuando ésta, como el trabajo, hay que defenderlos día a día como nos dijo Marcelino Camacho.
Oyen cantos de sirena como Ulises y, al no estar sujetos al mástil, se lanzan a la mar, como los adolescentes al cantante de moda y éxito, después de abrazarlo, el cantante se va, y tras la súbita alegría caen de nuevo en el vacío.
Ese es el canto del gallo, ese es el repetitivo “España se rompe” y ni se rompe España, ni el gallo pone huevos, debemos preguntarnos por qué.
José Manuel García García (Josman)