Hannah Arendt en su libro ¿Qué es la filosofía de la existencia? elabora profundos y agudos análisis y reflexiones sobre algunos de los principales filósofos que desarrollaron el existencialismo.
Esta filósofa nació en Hannover en 1906 y falleció en 1975. Se doctoró en Filosofía en Heidelberg en 1928 con la tesis El concepto de amor en San Agustín que se publicó al año siguiente. Imparte conferencias en diversas universidades del mundo. También en el año 1955 realiza una estancia como profesora invitada en la Universidad de Berkeley en California, etcétera. Entre sus obras destacan Los orígenes del totalitarismo y La condición humana.
Es indudable que a Arendt le interesó especialmente la filosofía del pragmatismo y también la fenomenología. Además, reconoció muy pronto la importancia filosófica del existencialismo francés de posguerra. Los planteamientos relacionados directamente con la rebelión fueron objeto de su interés. En este sentido, la filosofía de Sartre con su afirmación de la revolución y de la actitud rebelde ante la injusticia y la represión le atrajo y le llevó a pensar que podía ser una de las posibilidades para cambiar la condición humana y mejorarla.
Arendt también puso de relieve que la sociabilidad humana es la expresión de la libertad que se puede ejercer de una forma más extensa en relación con los demás. El existencialismo surgió con el último Schelling y con Kierkegaard en la primera mitad del siglo XIX. También Bergson y la filosofía de la vida o el vitalismo de Nietzsche, de Ortega, Scheler y Jaspers conforman variadas formas de la filosofía de la existencia. Incluso Heidegger con su valoración de lo mundano expresa ciertas ideas existencialistas.
En relación con el auge del existencialismo Hannah Arendt es consciente de la potencia de lo existencial en relación con la vida cotidiana de las personas y escribe «El resultado fue que Kierkegaard se refugió en la psicología para la descripción de la acción íntima y Marx se refugió en una ciencia de la política para la descripción de la acción externa». En definitiva, es la plasmación de que la esencia de los seres humanos es la existencia o la vida y no el espíritu.
En cambio, Arendt aunque valora enormemente el idealismo filosófico considera que aunque es el punto de partida de los grandes temas o cuestiones de la teoría del conocimiento, de la ética, la política, la antropología y la metafísica debe ser aumentado con unos enfoques más propios de un realismo filosófico, que son los que están en relación con lo concreto, con lo existencial. Es algo en lo que también insiste Sartre, ya que la propia vida la construye o elabora cada sujeto con sus decisiones y especialmente con sus acciones. Partiendo de la capacidad de elegir con total libertad.
Se comprende que Arendt exprese su admiración por la obra filosófica de Jaspers puesto que «La existencia no es para Jaspers ninguna forma del ser, sino una forma de libertad humana». Es evidente para esta gran pensadora que en el mundo contemporáneo es clave la capacidad de filosofar en común y de empatizar, sin que esto suponga que no se afirme también el extraordinario valor de la actividad analítica y reflexiva de cada ser humano pensante.
La clarificación o iluminación de las complejidades de la existencia es una cuestión central que trata expresamente Hannah Arendt. No se extraña de que el interés de los filósofos se exprese también en los ámbitos del periodismo, la novela y el teatro. Porque la existencia lo comprende todo y la filosofía de la misma también, como es natural.
Está de acuerdo con muchos de los planteamientos de Camus que reflejan su humanismo dentro del absurdo de la existencia. Escribe que «Para Camus, el amor es el intento un tanto torpe y desesperado por quebrantar el aislamiento del individuo».
La temporalidad de la vida es lo que posibilita la realización humana hasta el mismo instante de la muerte. Por tanto, las acciones son lo más importante, porque son las que dan forma a la única vida de cada ser que vive en este mundo material.
Se deduce de la filosofía del absurdo de Albert Camus que nada tiene sentido y la vida, aparentemente, tampoco. De todos modos, se extrae de la misma una cierta filosofía positiva y un nuevo humanismo del que él era consciente y que también señala Arendt, ya que analizó su producción filosófica o literaria. Schelling también en su filosofía tardía elaboró ideas propias de una filosofía positiva y vital.