Otro de los argumentos que se utiliza para defender la integración europea es la gran ventaja económica que nos ha reportado el pertenecer a la UE. Esto es algo que suelen aducir los políticos de todos los Estados miembros y, por tanto, no es algo exclusivo de España. No digo que no sea verdad que económicamente España haya dado un salto económicamente cualitativo desde que entró en la UE, pero puede ser un argumento peligroso, si lo sobrevaloramos. En primer lugar, no a todos les ha llegado esta mejora económica, y con respecto a los últimos años, no nos serviría, pues económicamente hemos retrocedido. No todas las ventajas económicas se deben a nuestra pertenencia a la UE ni todos los males de los últimos años se deben a Europa. Cuando tenemos fundamentos mucho más sólidos para defender la integración europea, como son los que expuse la semana pasada, no debemos levantar la construcción europea en arenas movedizas. Es difícil que podamos convencer con este argumento a las personas que están o han tenido que ir al paro por el desplazamiento de algunas empresas a otros países de la UE.
Y el tercer argumento que utilizan algunos políticos para mover a los ciudadanos a que participen en las elecciones al Parlamento Europeo es que España tiene que jugar un papel más importante en las instituciones europeas. Esto es nacionalismo puro y duro. ¿Qué nos importa a los españoles que el presidente del Parlamento Europeo o del Banco Central Europeo sea español o francés? Lo que nos importa es que sea competente y, además, que lo podamos elegir y echar libremente nosotros, sin que nos lo impongan los partidos políticos ¿Por qué tiene que insistir España –y otros países hacen lo mismo- en tener un cupo de altos cargos en las instituciones de la UE que sea proporcional a su número de habitantes? ¿Para colocar a dedo a los amigos del gobierno respectivo? ¿Es eso lo que piden los ciudadanos? ¿Pueden tener los ciudadanos un concepto elevado de la UE, cuando los partidos políticos la han contraminado con su propia corrupción? No es la UE, o Bruselas, como vulgarmente se dice, la culpable de que funcione mal la democracia en los Estados miembros, sino todo lo contrario. Con los mimbres de los políticos nacionales, ¿qué Europa podemos esperar?
Sí que debemos participar en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, pero debemos tener claro qué representantes queremos. ¿Unos europarlamentarios que sean los hermanos pobres de los partidos nacionales, o unos representantes que podamos elegir todos los ciudadanos de la UE y que nos representen y defiendan libremente a todos, no solamente a sus nacionales? Es esto último lo que queremos muchos ciudadanos. Y por esto votaremos una lista simbólica transeuropea, aunque nuestro voto sea nulo. Será nulo, pero no negativo.