Goliat, amigo Silverio, aludiendo la sinrazón golpeó sin piedad al inexperto David, que se olvidó poner piedras en su onda. Al mismo tiempo que los improperios de los poderosos vaciaban de respuestas el viento de Bob Dylan, las flagelaciones cubrían las calles con rosas rojas de sangre amiga y las aceras se llenaban de un intenso hedor a muerte.
Julián Puerto Rodríguez
Estimado amigo Silverio
Quedé pendiente de dar respuesta a tú amable carta pero la pereza me invitó a la recurrente disculpa de ese mañana que, estando al alcance de la mano, sorprendentemente nunca llega.
El pasado sábado amaneció como el día más triste de la historia de la Transición, es tanto así que todavía tengo el alma herida y la piel helada como el carámbano y siento como miles de asuntos hormiguean por todo mi cuerpo y me invaden aprisionando mi mente. Tal vez por eso, viendo ese joven cuerpo tendido en la arena, siento más su muerte que mi vida.
Goliat, amigo Silverio, aludiendo la sinrazón, golpeó sin piedad al inexperto David, que se olvidó poner piedras en su onda. El conflicto de jurisdicciones ha cargado sobre unos pocos las culpas políticas de todos.
Al mismo tiempo que los improperios de los poderosos vaciaban de respuestas el viento de Bob Dylan, las flagelaciones cubrían las calles con rosas rojas de sangre amiga y las aceras se llenaban de un intenso hedor a muerte. A una distancia prudencial era de nuevo liberado Barrabás de sus acciones y omisiones, mientras Pilatos se lava las manos manchadas de una trama definida y estudiada. Los honrados hombres y mujeres de la rosa, con el rostro desencajado y las lagrimas en los ojos gritaron la última consigna: “Que su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.
Recordé uno de sus acertados relatos que ahora hago mío, amigo Silverio:
Mientras conspiró el príncipe Alejandro, miembro de una dinastía que todavía no ha reinado en España –decías con esa labia fresca tuya- que vivió huido y oculto en Andalucía, donde halló ostensibles cultos en las cabezas de muchos hombres y en los corazones de muchísimas mujeres… Huyendo por los olivares de Córdoba clavó en una aceituna un diminuto alfiler terminado en un brillante, envidia del mismísimo sol, y anunció por pregón que si la alhaja fuese hallada por una mujer sería ésta la reina de España y si lo fuese por un hombre sería éste el capitán general de los ejércitos. Manera atinadísima y consuetudinaria con que en este país se han provisto siempre los empleos, ya que sino podrían acceder a ellos cualquiera.
Sin embargo, en estos tiempos, amigo Silverio, sólo pueden encontrarse en las aceitunas huesos. Huesos de sequía, huesos de tierra vieja, huesos de impuestos, huesos de austeridad, huesos de desempleo, huesos de restos del estado de bienestar, huesos maltratados de refugiados, huesos de jóvenes envejecidos en el paro, … En definitiva, que se apodera de nosotros un inmenso dolor de huesos cuando vemos como llegan algunos políticos al hueso de los asuntos, sin que por ello se queden en los huesos.
Usted, amigo Silverio, no vivió el Congreso de Suresnes que supuso un cambio de orientación política e ideológica, una renovación de ideas anquilosadas y, sobre todo, un partido joven y combativo. Pues bien se corre el riesgo de que la abstención a la potencial investidura del candidato de la derecha, permita el gobierno de éste y genere una fractura en el partido de la rosa.
Este desenlace parece mandato inevitable para una comisión gestora, votada con calzador ese funesto sábado del que le hablo. Necesitará más que autoridad para cohesionar a un bloque herido en sus principios y en sus valores, cuyas diferencias de opinión se harán palpables a medida que pase el tiempo y se asienten las turbias aguas de una rebelión, jamás conocida en los términos que se ha producido, antítesis de Suresnes, que impedirá con toda seguridad la ilusión colectiva de un gobierno alternativo.
Ni pienso, ni deseo que todo esto acabe en una escisión partidaria. Ni siquiera estoy de acuerdo con la idea de nuestro conocido común Nicasio Álvarez, de que sean momentos de una irresistible tentación de fundar un partido socialdemócrata de izquierdas con las siglas de “Socialistas”, partiendo de un significado número de diputados, otros tantos senadores, ayuntamientos, diputaciones y alguna Comunidad Autónoma que pudiera ser, en el tiempo cercano, alternativa de gobierno o partido bisagra.
Hemos asistido a un desfile de líderes, con poder territorial, y de exlíderes, con poder persuasivo cuya “victoria”, curiosamente, se ha producido en una reunión orgánica que menospreciaban, surgida de un partido plural y descentralizado, donde las sensibilidades y las corrientes (aquí no hay ni bandos ni bandas) han desempeñado un imprescindible papel en las diversas y diferentes opiniones de elogio y crítica.
Pero, es cierto, que no hay nada que con poder no se solucione y, afortunadamente, la piel de toro esconde mucho más del que aparece. Como dijo Seneca, “nadie ama a su patria porque ella sea grande, sino porque es suya».
Concordia parvae res crescunt, discordia maximae dilabuntur. Mediante la concordia las cosas pequeñas crecen, mediante la desunión las cosas más grandes se derrumban (Salustio).
Su amigo de usted que lo aprecia y no le olvida
Silvestre Paraqué
IMAGEN.- Osmar Schinder. «David y Goliat». Litografía 1888. (Dominio público. Wikipedia).