Se observa en el panorama literario que no son pocos los autores que han hecho pública por primera vez su obra a una edad madura, ya aliviados de las tareas de su vida profesional o porque ‘han considerado’ que era el momento más oportuno para mostrar los resultados de su vocación por la escritura. Nunca es tarde para compartir con los lectores los frutos de la creación, es más, es una buena noticia que enriquece la Cultura. Julián Fraile (1955), getafense, es uno de esos poetas que ha irrumpido con la fuerza propia de esos escritores que creen que ha llegado la ocasión —si bien con las mismas inquietudes y dudas propias de la juventud— de sacar a la luz y dar a leer su obra, una poesía que sorprende y que no va a dejar «indiferentes» a aquellos que por primera vez la lean, como no ha dejado indiferentes a los que ya han tenido la oportunidad de profundizar, analizar y emocionarse con la frescura, el buen hacer y la originalidad de sus poemas.
Desde las atalayas de la madurez y sin otras presiones que el hacer bien su trabajo, Julián Fraile ha culminado su ‘Fuego cincel’, con un manejo del lenguaje poético más que correcto, con el que proyecta una riqueza intelectual propia de aquellos que se toman la poesía «muy en serio», con un estilo literario perfectamente definido. Y ya, solo con esto, le debería bastar al lector para añadirlo a la nómina de poetas que no hay que perder de vista.
Haciendo uso de la prosa poética como ‘arquitectura’ para la composición de la mayoría de los poemas, el libro nos cautiva a medida que vamos profundizando en él, con un discurso denso, lleno de sugerencias y con una carga filosófica que se viste con la metáfora (ese recurso poético fundamental) para iluminar las palabras, para hacer atractivo aquello que por su temática pudiera resultar árido o incómodo. Dice José María Nievas Ruiz en la introducción: «La dualidad entre luz y sombra, razón e ignorancia, es el tema principal de un libro que nos sitúa continuamente dentro y fuera de la Caverna».
La Caverna. Estamos ante un poemario comprometido, sincero, donde llama la atención una alta inquietud existencialista («La verdad está en el exterior»), en el que su autor muestra esas paradojas que afligen al ser humano, y también —y ahí se encierra la grandeza de la estética de la poesía sin fronteras— nos deja entrar en el universo más íntimo del poeta, nos invita con sus reflexiones a mirarnos dentro, a preguntarnos y, por supuesto, emocionarnos con altas dosis de sensibilidad, pero nunca sensiblería ni otras florituras poéticas recubiertas de mucha cáscara y de poco contenido. También en ‘Fuego cincel’ hay espacio para poemas de corte social, de denuncia, sin perder nunca la perspectiva de su estilo: «El autor le da voz a seres que a menudo pasan desapercibidos, empezando por aquellos que nos habitan y que también sufren la censura de una sociedad decadente», dice José María Nievas Ruiz.
Dando por hecho que ‘Fuego cincel’ es un poemario que está correctamente construido tanto en la forma como en el contenido, que no desentona y con el ritmo adecuado para dar la armonía a la composición, aportando todo aquello que debe aportar una obra literaria, es decir, conocimiento, estética, y el placer de la lectura, desde estas páginas nos asaltan también dudas lógicas sobre la personalidad de su autor, ciñéndonos estrictamente al ámbito de la literatura, al Julián Fraile poeta. Ante el talento que posee para el ejercicio de este arte (y que por lo leído en ‘Fuego cincel’ no viene de hoy), nos hace preguntarnos el por qué de haber saltado a la ‘palestra’ ahora, en plena madurez, cuando la vocación por la poesía la llevaba dentro desde su primera juventud. Haciendo uso de la sinceridad, nos cuenta que nunca tuvo pretensiones de dedicarse a la literatura más allá de su fuero íntimo. Ahora, nos felicitamos porque haya decidido sumarse, como indicábamos más arriba, a hacer pública su obra.
El encuentro con la gran poesía
Nos cuenta Julián Fraile que su primer contacto con la poesía fue a los 17 años, a través del histórico concierto de Paco Ibáñez en el Olimpia de París (1969), donde el cantante prestó su música y su voz a grandes poetas de la historia de nuestra Literatura, como Jorge Manrique, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, León Felipe, Antonio Machado, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Gabriel Celaya, Blas de Otero o José Agustín Goytisolo.
Incombustible lector, entre sus autores de cabecera destaca, entre tantos que le han impactado y a los que sigue de cerca, a Walt Whitman (‘Briznas de hierba’) o Ted Hughes (‘El cuervo’). Desde hace cinco años asiste al taller literario del Centro de Poesía José Hierro. Junto a esa actividad ‘formativa’, que sin duda es un aporte fundamental en su creación, actualmente imparte el taller de poesía en el Centro de Mayores de Getafe. Asimismo, y por su sed de conocimiento, está investigando sobre la poesía de Al-Andaluz (del siglo VIII al siglo XV), otra gran fuente donde beber de la lírica. Comenta que «mi primer viaje fue a 5.000 kms. El de ayer al bar de la esquina, con un libro de Bukowski en la mano. Mitad jubilado, mitad trabajando. Disfrutando entre lo bueno y lo malo, y siempre viviendo».