Hoy es un día triste para todos los europeístas y más triste aún para los británicos que no querían separarse de la UE. Pero ni la más mínima compasión para con los británicos que han querido marcharse. En realidad, estos últimos no han estado nunca totalmente dentro. Creo que la adhesión de Gran Bretaña a la UE fue un engaño, una farsa, fue un acuerdo inconstitucional, pues se violó el Tratado de la UE, que en su artículo 1 dice “…proceso creador de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa”. La Gran Bretaña oficial se adhirió a la entonces Comunidad Europea, sin la menor intención de avanzar lo más mínimo hacia una Unión Europea. Gran Bretaña nunca ha querido aceptar que se trataba de un “proceso de integración”, nunca ha querido admitir que la UE fuera algo más que un mercado común o un mercado interior. Gran Bretaña nunca debió adherirse, y nunca le deberían haber permitido esa farsa los demás Estados miembros. Y esto mismo vale también para algún otro Estado miembro. En este sentido, ya era hora de que Gran Bretaña se marchara.
Aunque yo no pretendo imponer mi opinión ni mi actitud a nadie, pues se trata de un asunto muy delicado, yo no toleraría jamás que mi propio país me privara contra mi propia voluntad de la ciudadanía europea ni de los derechos que ésta conlleva. Antes renunciaría a mi ciudadanía española, aunque, bien entendido, renunciar a mi ciudadanía española no implicaría la renuncia a la ciudadanía de mi propio pueblo.
Unos se van y otros son expulsados de la UE. Pero la puerta para los británicos que quieran volver siempre deberá quedar abierta. Puerta abierta a una UE de la que nadie les pueda volver a echar y de la que ningún Estado se pueda marchar sin consultar previamente a todos los ciudadanos de la Unión. A una Europa mucho más solidaria, mucho más social y con muchos menos privilegios y excepciones. A una Europa mucho más unida, donde los ciudadanos podamos elegir directamente al presidente de Europa y donde se dé mucha más importancia a la profundización que a la ampliación y más importancia a las personas que a las mercancías.
Si no se dan estos cambios, si la integración europea no vuelve a ser un proyecto ilusionante, es probable que los ciudadanos británicos se lo piensen muy mucho antes de querer volver.