La Cumbre Mundial de la Hepatitis que se ha celebrado en la ciudad escocesa de Glasgow del 2 al 4 de septiembre ni tan siquiera ha mencionado el plan del ministro Alonso.
♦ La Organización Mundial de la Salud denuncia que: “Aunque los costos de producción de estos agentes antivíricos –los que pueden curar al 95% de los enfermos de hepatitis C– son bajos, los precios inicialmente fijados por los fabricantes son muy elevados y, probablemente, dificultarán el acceso, incluso en países de ingresos altos”. Hay que tener en cuenta, según datos de este organismo que debería velar por nuestra salud con uñas y dientes que en el mundo hay entre 130 y 150 millones de infectados con el virus de la hepatitis C y que más de 500.000 personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con él.
Durante la Cumbre Mundial de la Hepatitis que se ha celebrado en la ciudad escocesa de Glasgow del 2 al 4 de septiembre, el director del Programa Global de Hepatitis de la OMS, Gottfried Hirnschall ha llegado a afirmar: «Sabemos cómo prevenir las hepatitis virales, tenemos una vacuna segura y eficaz contra la hepatitis B, y ahora tenemos medicamentos que pueden curar a las personas con hepatitis C y controlar las infecciones por la B». Si esto es así, ¿en qué están pensando nuestras autoridades sanitarias comenzando por el ministro de Sanidad, siguiendo por los consejeros de las comunidades autónomas y terminando por el último gerente del último hospital público de nuestro país? ¿Por qué no se da una solución definitiva al problema? Un problema grave como el que más pero que tiene una solución; sin embargo, “el acceso al diagnóstico y al tratamiento sigue siendo inaccesible en muchas partes del mundo», se lamenta el director del Programa Global de Hepatitis de la OMS.
El objetivo de la mencionada reunión era dar a los gobiernos «una llamada de atención y conseguir un impulso para prevenir, diagnosticar, tratar y eliminar la hepatitis viral como problema de salud pública».
La mayoría de los afectadospor la hepatitis C fueron infectados por el sistema público de salud hace aproximadamente veinte años, cuando las jeringuillas no eran desechables, no se controlaban las transfusiones de sangre… tal como se hace en la actualidad. Uno de estos enfermos me contaba la otra tarde que en el cuartel donde prestaba el servicio militar obligatorio, la mili, allá por los años ochenta, fue vacunado, no recuerda contra qué, junto con veinte o treinta compañeros. Eran jóvenes llenos de vida. Les pusieron en fila, les hicieron quitarse la camisa y les fueron pinchando en un brazo con las mismas agujas depositadas en alcohol dentro de una bandeja de metal.Años más tarde, se encontró con algunos de sus compañeros y todos padecían de hepatitis C. No sólo en los hospitales o en la silla del dentistapodía uno terminar infectado por el virus, también en los cuarteles. Es verdad, todas estas personas no son refugiados tirados en la estación de tren de Budapest, es más, el problema de la hepatitis C es tan grave como el que más pero con una diferencia importante, que tiene una fácil solución pero el gobierno del PP apenas hace nada. Algo hace pero ni mucho menos lo necesario. Y lo que hace es después de que los enfermos se echaran a la calle y se encerraran en los vestíbulos de los hospitales el invierno pasado.
Y es que a pesar de que el ministro Alonso, a primeros de este año, aprobó un plan nacional para tratar a los enfermos de hepatitis C de nuestro país, la cumbre de Glasgow ni tan siquiera lo ha mencionado. Era lo que menos se podía esperar puesto que los 130.000 infectados por este virus que se calcula que hay en toda España, el plan aspira a suministrar en poco más de tres años los antivirales de nueva generación a 52.000 enfermos. El resto, es decir, la inmensa mayoría deben permanecer en sus casas y esperar a que el virus avance y se vaya comiendo su hígado impunemente.