¿Tiene algún sentido hablar de Europa cuando los ciudadanos se sienten cada vez más desilusionados del proyecto de integración europea?
Precisamente por esta razón, tenemos que hablar ahora de la UE. Hace ya más de dos décadas que se inició este proceso degenerativo y desalentador, y ni sabemos ni tenemos interés en saber cuál es la causa. La UE está enferma, y al parecer no queremos llevarla al médico. Además, debemos hablar ahora de la integración europea, porque no nos queda otro remedio. Queramos o no necesitamos una UE.
Se han violado y se están violando los tratados constitutivos de la UE, y, como con secuencia, han vuelto a renacer los fantasmas de los populismos, de la xenofobia y de los egoísmos nacionales. Y ese es el primer paso hacia la guerra
Ante la pasividad de nuestros representantes, los eurodiputados, se han violado los tratados y se ha parado el proceso integrador de la UE, que debía aspirar a “una unión cada vez más estrecha entre los ciudadanos”. Se han permitido excepciones (es decir privilegios) a troche o moche y se cambiaron los tratados para que un país pudiera abandonar la UE (y vino el Brexit) y para que los parlamentos nacionales pudieran hacer de policías del Parlamento Europeo y de la Comisión. Y, todavía más grave, se ha tolerado que los ciudadanos quedaran definitivamente excluidos del proceso integrador. ¿Dónde está, entonces, la raíz de la enfermedad de la UE?
“Europa …………. se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho», Robert Schuman, Declaración de la Comunidad Carbón y del Acero y el (CECA).
Ante los graves problemas que nos afectan a todos los ciudadanos de Europa no hay solidaridad, como tampoco la hay entre las diferentes regiones de un mismo país (léase España, Italia…) ¿Y por qué no hay solidaridad? Ahora ya nos vamos acercando al fondo de la cuestión, o de la enfermedad de la UE. La enfermedad de Europa está en el monopolio de los partidos políticos, tanto a nivel europeo como a nivel nacional, que han fomentado o permitido esta degeneración. Las elecciones al Parlamento Europeo se han convertido a mejor ocasión para castigar al partido del gobierno del respectivo país. Por eso, es necesario hablar de la UE y por eso son necesarias unas listas transeuropeas en las elecciones del próximo año al Parlamento Europeo, para que los ciudadanos nos sintamos ciudadanos europeos, para que podamos elegir, al menos en parte, a las personas que queramos nosotros y no a las que nos impongan los partidos, y para que estas personas que alijamos defiendan nuestros intereses, y no los intereses de los partidos nacionales.
Ni Europa, ni mucho menos los países miembros de la UE por separado, podrá subsistir, si no se llega a una integración política. Y no se llegará a una integración, si no desechamos los nacionalismos (y no me estoy refiriendo sólo a los nacionalismos regionales). Y no habrá integración, si no hay solidaridad. Y el ciudadano no volverá a sentir afección por Europa hasta que no la vea como una cosa suya.
Las listas transeuropeas serían una ocasión extraordinaria para que los ciudadanos participaran con ilusión en el proyecto europeo. Pero se trata de unas listas transeuropeas que propongan los ciudadanos, no los partidos políticos. No queremos otro engaño más. Y si esto no fuera posible, deberíamos revelarnos y crear nuestras propias listas. En este caso, nuestro voto sería nulo, pero habríamos demostrado por dónde debe ir el futuro de Europa: la participación ciudadana. De todas maneras, no importa que en este caso nuestro voto fuera nulo. En anteriores elecciones tampoco ha servido para nada.