♦ ¿Se puede llegar más lejos aún? Una vez que estamos levantando alambradas en las fronteras de los países de la UE, ya sólo nos queda construir campos de concentración para emigrantes y refugiados. ¿Tendrán que seguir bajando los salarios en España para que el 90% de la población pase a engrosar el equipo de los quinientos-euristas? ¿Tendremos que llegar a poder gozar del inmenso privilegio de que nos llamen extranjeros en nuestra propia ciudad, cuando se proclame la república catalana? -Conviene recordar que los no-independentistas catalanes, que hemos votado no al independentismo somos mayoría y, sin embargo, tenemos que someternos a la minoría-. ¿Qué más tiene que suceder para que nuestros políticos abran los ojos?
No, no es un problema político, porque el adjetivo “político” viene de “polis”, que ya sabemos que quiere decir ciudad. El problema de Europa, de España y de Cataluña no es un problema de los ciudadanos ni de la ciudad. Los ciudadanos estamos sufriendo las consecuencias de este problema que han creado otros, somos los sujetos pasivos del problema, no los sujetos activos. Y lo venimos sufriendo desde hace ya muchos años. No nos sirve que unos nos digan que se hará cumplir la Ley, porque desde hace ya muchos años venimos soportando estoicamente el incumplimiento de la misma y hace ya muchos años que los políticos gozan de bula para podérsela saltar impunemente. Ni nos sirve tampoco que se quiera reformar ahora la Constitución cuando durante muchos años no se han preocupado de tal reforma o incluso la han impedido. Tampoco nos sirve que nos vengan con promesas de regeneración unos partidos que no gozan de una auténtica democracia interna, pues como dice el proverbio latino “nadie da lo que no tiene”.
Ha llegado hora de la auténtica renovación
No, no es un problema político, es decir de los ciudadanos, es un problema de los políticos, y por tanto no son los ciudadanos los que deben resolverlo. El ciudadano sólo puede votar, pero en la mayoría de los casos tiene que votar a unas personas totalmente desconocidas para él. El término político aplicado a los ciudadanos es algo muy digno y muy noble, pues el ciudadano es el soberano, como dice nuestra Constitución. Pero el término político aplicado a unas personas que se dedican a gobernar o dirigir la sociedad es algo totalmente contaminado, es sinónimo de corrupción. El desprestigio se lo han venido ganando a pulso durante muchos años los partidos políticos. Y el mismo mal de que adolece España es la enfermedad de parálisis que sufre la UE. Los partidos políticos han secuestrado la democracia en España. De servidores de los ciudadanos se han convertido en señores y han esclavizado a los ciudadanos, a quienes deberían servir. Incluso hoy mismo, cuando parece que por fin los líderes políticos empiezan a darse cuenta de la amenaza que supone para la democracia el independentismo catalán, prestan más importancia a hundir al partido contrario para salir vencedores que al bien de los ciudadanos. Lo hemos visto en las elecciones al Parlamento catalán. Para los partidos constitucionalistas, su enemigo eran los otros partidos constitucionalistas, no los partidos independentistas. ¿Resultado? Unos partidos constitucionalistas suben y otros bajan, pero el resultado total de los partidos constitucionalistas sigue siendo el mismo.
¿Se pondrán de acuerdo ahora los partidos constitucionalistas? Ojalá. Pero mientras no reconozcan que el principal problema de España son ellos, un problema incluso más grave -me atrevería a decir- que los propios independentistas, es difícil que cambien las cosas. Para llegar a un acuerdo se impondrán entre sí unas condiciones que los demás partidos no puedan aceptar. Ojalá me equivoque, pues sigo pensando en la necesidad de los partidos políticos y yo mismo pertenezco a uno. Pero sabemos por experiencia que en lo único en que se ponen de acuerdo los Partidos políticos es en repartirse entre sí los altos cargos de todos los ramos y órganos de la administración y de la vida pública. Lo han hecho y lo siguen haciendo tanto a nivel nacional, como a nivel de la UE.
Y aunque se lleguen a poner de acuerdo en este punto concreto del independentismo, la enfermedad seguirá existiendo, porque el origen del mal no está en la familia Pujol, sino en todos los que han consentido que siguiera gobernando durante décadas el principal esquilmador de los catalanes. Si le había salido bien lo de Banca Catalana, ¿por qué le iban a salir mal otros negocios similares? Incluso se ha permitido el lujo de insultar y difamar a todos los españoles, engañando al mismo tiempo a la sociedad catalana, con el eslogan de “España nos roba”. El origen del mal está también en quienes contemplaron impasibles cómo Maragall anunciaba y al mismo tiempo ocultaba el negocio del tres por ciento. En cualquier país con un grado medio de democracia se le habría obligado al señor Maragall a soltar lo que sabía. ¿Dónde estaba entonces la fiscalía de Estado?
El “viva la república catalana” es la culminación de un ataque a la democracia que ha durado muchos años. Por otro lado, la situación de los refugiados en todos los países de la UE nos ha puesto en evidencia que la Unión Europea está gravemente enferma y, como mínimo debería ser echada a patadas de la ONU.
Los políticos han intentado vendernos una Unión Europa próspera y rica, olvidando otros valores mucho más importantes, como son la paz, la solidaridad, la convivencia, y los derechos humanos, entre otros. Y cuando viene la crisis económica, para muchos ya no tienen razón de ser la UE, al haber desaparecido la riqueza. Y los que asociamos a la UE con todos esos otros valores, tenemos cada vez más difícil defender la necesidad de una Unión Política de Europa. Por otro lado, ante la pasividad de nuestros políticos y ante la corrupción y despilfarro de los mismos -el despilfarro es también una forma de corrupción-. resulta también muy difícil defender unos partidos políticos en España.
Félix de la Fuente Pascual, es Secretario de Acción Política de CILUS – Ciudadanos Libres Unidos