Esta misma semana nos abraza ya la Nochebuena y Navidad. Momentos de paz para compartir con los más cercanos. Días de fiesta para dar pausa al frenético ritmo habitual y reencontrarse con la luz y calma de estos momentos. Aunque las luchas justas no entienden de treguas.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que no todo el mundo tiene la suerte de poder vivir la Navidad de la mejor de las maneras. Por eso, no hay que olvidarse de ellos. En esta oportunidad, mi recuerdo, nunca suficiente, es para las espartanas y espartanos que se parten el pecho en la lucha. Una batalla cuya victoria, que llegará, supondrá una Navidad para todos. Una batalla que arrojará luz en los oscuros tejidos de los poderosos y nada comprometidos con los trabajadores.
Es un camino muy difícil el que están haciendo. Sin ir más lejos, cuando esta Navidad 2016-2017 haya finalizado, su conflicto alcanzará los tres años. Tres años sin tregua en los que se han vaciado completamente por unas condiciones justas. Tres años en los que han mirado a los ojos a los acomodados patrones para decirles que los derechos del obrero no los pisotea nadie. En suma, tres años en los que, lección tras lección, han dejado claro que la dignidad y los valores no se negocian.
No es fácil estirar las fuerzas de manera tan prolongada. Sin embargo, las espartanas y espartanos encuentran motivación en su propia causa. Una causa, a fin de cuentas, es una idea. Yo siempre he pensado que resulta prácticamente imposible derrotar a las ideas. Lo llevan claro los de la chispa de la vida. La chispa del obrero, del honrado, se traduce en un mar capaz de arrasar con cualquier injusticia, aunque el trayecto se prolongue. A veces, todo es cuestión de tiempo.
Sin embargo, el poder conocerlos tan de cerca me ha hecho vivir de primera mano su travesía. Detrás del valiente y osado soldado, quedan sus cicatrices. Éstas son los momentos que han quitado a sus familias, las frías noches de campamento, los problemas y agravantes de salud, las madrugadas sin dormir, el mirar a tus hijos e insistirles en que hay que aguantar un poco más para poder resistir, cuando los Magos de Oriente tuvieron que pasarse por el Campamento de la dignidad…
Y todo esto, ¿todo esto de tanta belleza y de tanto valor humano lo vamos a comparar con un simple refresco? No hace falta ni respuesta.
Ciertamente, nunca he sido habitual a los productos que ofrece esta compañía. No en vano, los erradiqué hace años cuando iba poniendo cara a la gente que está detrás de esta historia con sus gorras y camisetas de combate.
Su travesía bien merece nuestro apoyo. Bien merece un regalo de Navidad. Y no me refiero a ningún presente que traiga el orondo personaje creado por la compañía que no acata sentencias y maltrata a trabajadores; aquí preferimos a Melchor, Gaspar y Baltasar. El mejor regalo que les podemos hacer es que en nuestras mesas, durante estas fiestas, no haya ningún producto de Coca Cola; hay muchas y mejores cosas con las que brindar. Es decir, #NavidadSinCocaCola.
Gracias espartanas y espartanos por vuestro firme empeño de conquistar la justa y merecida felicidad del obrero. El día está cada vez más cerca. Mientras haya gente como vosotras y vosotros durante los 12 meses, tendremos Navidad.