Incluso los más acérrimos europeístas nos sentimos desencantados con la UE actual. Y sin embargo seguiremos luchando, porque no hay otra solución y, porque, a pesar de todo y a pesar de los políticos actuales, la única forma de salvar la democracia y los valores de la sociedad europea, que tanto sudor y tiempo nos han costado conquistar -y que Europa ha conquistado también para el mundo-, es la UNIÓN POLÍTICA.
Si no me confundo y he sabido navegar por las difíciles aguas de la página web del Parlamento Europeo (y os aseguro que no es nada fácil), para los próximos meses está previsto un debate en el Pleno de dicho Parlamento sobre “El impacto y las consecuencias del Brexit sobre los derechos adquiridos de los ciudadanos en la UE».
No puedo adivinar en qué sentido se va a pronunciar, pero, en vista del informe que el propio Parlamento ha encargado a dos especialistas españoles en derecho constitucional, me temo lo peor. Hubiera deseado que ese informe estuviera ya a disposición del los ciudadanos, pues uno de los principios de que hace gala el Parlamento Europeo es “del derecho del ciudadanos a la información sobre la UE”, pero tendremos que esperar, y me limitaré a unas observaciones generales.
La poca información al respecto que he encontrado en Internet dice lo siguiente:
“Ni libre circulación ni trabajo: los británicos «perderán» los derechos de la Unión Europea una vez que se haga efectivo el Brexit. Así de contundente es el Parlamento Europeo (PE), que advierte en su informe » de que esos derechos no deben considerarse «adquiridos» por los individuos y, por ello, se extinguirán una vez Reino Unido esté oficialmente fuera del club comunitario”.
La contundencia con que algunos declaran que los británicos han perdido todos la ciudadanía europea contrasta con las dudas que tiene el mismo Parlamento Europeo. Si no tuviera dudas, no habría encargado este informe.
¿Por qué insistir de nuevo en este tema? Son muchas las razones para hacerlo y no quisiera que se me escapara ninguna:
- Porque no se trata de un tema puramente teórico, sino que afecta de manera trascendental a muchos ciudadanos, que, antes que británicos o que españoles o portugueses, son personas.
- Porque no quisiera que nos pasara a los españoles lo que les está pasando a los británicos, si un día España decidiera salir de la UE. Con los populismos y nacionalismos que se están fomentando y la poca convicción de nuestros políticos en defender la necesidad de Europa, esto podría ocurrir en un día no muy lejano.
- Porque el informe de estos especialistas en derecho constitucional –en ninguna parte he leído que sean especialistas en derecho de la UE – nos hablan de los derechos de los ciudadanos de la UE, pero no hablan nunca de la ciudadanía europea, que es algo muy diferente y precisamente la fuente de todos los derechos relacionados con la UE.
- Porque el Derecho de la UE no es Derecho internacional, sino supranacional, es decir un derecho que está por encima y, por tanto, prima sobre los Derechos nacionales. Esto lo sabe cualquier estudiante de Derecho, y parece que nuestros políticos lo están olvidando. Si el Derecho de la UE le otorga a una persona el título de ciudadanía europea, ¿cómo es que un Derecho inferior, es decir un Derecho nacional, se lo puede quitar?
- ¿Puede el Parlamento Europeo quedarse impasible viendo cómo a unos ciudadanos –a los británicos que votaron a favor de la permanencia- se los despoja contra su voluntad de la ciudadanía europea?
- ¿Es acaso necesario modificar los tratados de la UE para regular esta situación? Pues, ¿a qué se está esperando?
- Si realmente fuera así, es decir que un Estado estuviera facultado para privar a sus ciudadanos –contra la voluntad de estos- de la ciudadanía europea, sería más lógico, más sincero y menos fraudulento, suprimir de un plumazo de los tratados el concepto de Ciudadanía Europea. Ya está claro en los tratados que la ciudadanía europea no es una ciudadanía de primera división, pues depende de la ciudadanía nacional, pero es que con su actitud pasiva el Parlamento Europeo nos está diciendo que no tiene ningún in interés en defender a sus ciudadanos.
A los ciudadanos se nos podrá engañar una vez, pero no conseguirán tenernos eternamente engañados.
“Nunca más servir a señor que se me pueda morir”, dijo Francisco de Borja ante el féretro de Isabel de Portugal, mujer de Carlos V. “Nunca más ilusionarme con una ciudadanía que me la puedan arrebatar”.