La semana pasada hablé de la responsabilidad que tiene el Parlamento Europeo en la deriva de la UE, pero no quisiera cargar las tintas sobre los europarlamentarios, pues la mayoría de ellos están sometidos a la disciplina del aparato de su respectivo partido. Dicho esto como atenuante y no como descargo, pues la responsabilidad de los europarlamentarios sigue siendo enorme, quisiera insistir sobre otro aspecto que afecta también a los europarlamentarios. No solamente estamos ante unos políticos generalmente de segunda a los que se quiere tener alejados de los órganos de poder, sino que en muchos casos se trata, además, de personas que ni siquiera están convencidos o ilusionados por la idea de Europa. Ocupan el sillón del Parlamento Europeo hasta que no les sale otro puesto políticamente más interesante. Y así vemos cómo se relevan constantemente.
¿Cómo van a ilusionar a los ciudadanos por la idea de Europa si ellos mismos no están ilusionados?
El ciudadano no siente ilusión por Europa, porque hemos culpabilizado a Bruselas de todos los males, como si Bruselas fuera algo diferente de los gobiernos de los Estados miembros Nos han vendido la idea de una Europa de la prosperidad económica, la Europa del bienestar y de los seguros sociales, Europa del pleno empleo. Y cuando esto ha fallado, al ciudadano se le ha venido abajo la idea de Europa. Los europarlamentarios no solamente no se han preocupado suficientemente de mantener esta Europa social, sino que muchos ni siquiera son conscientes de que hay otros valores en los que se funda Europa: la solidaridad, la paz, la seguridad, el acercamiento entre los ciudadanos de los diversos países y la Europa de los Derecho humanos. Habíamos fundado la idea de Europa en el bienestar puramente económico y la crisis económico-financiera ha hecho tambalear la idea de Europa. Estábamos tan drogados con la idea del bienestar, que nos hemos olvidado de que Europa ha vivido sesenta años en paz, como si esto no tuviera tampoco ningún valor
No nos sentimos europeos, ni nos ilusiona la idea de Europa porque el Parlamento Europeo no se ha presentando como el parlamento de todos, sino como una parlamento nacional de segunda que se ha dejado pisar por el Consejo de Ministros y ni siquiera ha sido capaz de dotarse de propio reglamento electoral. Todas las iniciativas que ha adoptado el Parlamento Europeo con miras a convertirse en el parlamento de todos los europeos han sido rechazadas. Unos partidos transeuropeos que representaran a todos los ciudadanos de la UE, que pudieran coexistir con los partidos tradicionales y que pudieran ser elegidos por todos los ciudadanos, es lo que aprobó en su día el Parlamento Europeo. Pero el Consejo de Ministro los rechazó y el Parlamento calló. Unos partidos transeuropeos transnacionales escaparían al control tanto de los partidos nacionales, como de los gobiernos de los Estados miembros, y esta idea no prosperó. Y Europa se hunde por el espíritu nacionalista de nuestros gobernantes.
De acuerdo que según los tratados de la UE el procedimiento electoral aprobado por el Parlamento Europeo necesita no sólo la ratificación, sino la ratificación por unanimidad del Consejo de Ministros, pero mantener la unanimidad precisamente en este punto, cuando ha desaparecido prácticamente en los tratados de la UE, es denigrante para el Parlamento Europeo. Las decisiones por unanimidad en política son lo más antidemocrático que existe, pues en ese caso la mayoría, incluso el 99%, queda sometida a la decisión de la minoría.
La labor pedagógica que el Parlamento Europeo debería haber desarrollado fomentado el sentimiento de identidad europea, ha brillado por su ausencia. No se nos ha educado en un sentimiento de solidaridad más allá de nuestras propias fronteras, y ni siquiera dentro de ellas, y se ha insistido machaconamente en las diferencias y características de cada a país y de cada región, como si no fueran precisamente las características de cada individuo las que nos constituyen en persona, y no tuviéramos nada en común.
¿Nos sorprende que en estas condiciones la UE se hunda?
Félix de la Fuente Pascual es Secretario de Acción Política de CILUS–Ciudadanos Libres Unidos