Comienza el año literario con la presentación, en el Colegio La Inmaculada de la nueva novela de Eva Barro. Esta obra, titulada “Un hombre normal”, tuvo el honor de ser finalista en el XXII Premio de Novela Fernando Lara, y sale al mercado bajo el sello de la prestigiosa editorial madrileña Bohodón Ediciones. Ya podemos disfrutarla, solicitándola en cualquier librería o a través de la página de la autora www.evabarro.es.
Inauguró el evento Alberto Lope, director del centro, a continuación intervino José Luis Muñoz, editor, y después la autora explicó la portada, algunos aspectos de la obra y de su génesis para dar paso a las preguntas del numeroso público, todas interesantes, de entre las que destacamos la siguiente:
—¿Para qué sirven tantos premios literarios?
—Bien, en principio, para alimentar la vanidad, no hay duda. En serio, a mí me sirvieron para abrirme las puertas de una editorial como Bohodón que aceptó el manuscrito de “Un álamo en otoño” al saber que había sido galardonada con el premio Juan Valera hace unos años. Estamos encantados de que nuestra relación profesional sea, desde entonces, tan fructífera. Y sobre todo, creo que los premios sirven para que, cuando al autor le acosa la incertidumbre o el miedo a que a la gente no le llegue su obra, al constatar que un jurado de la talla del que Planeta pone al frente del premio Fernando Lara, recobre la confianza y la tranquilidad. Después, ya vienen las felicitaciones del público.
Terminó el acto con la firma de ejemplares y la satisfacción de una magnífica tarde dedicada a la buena literatura.
Sinopsis
Arturo, experimentado profesor de Física, pide la excedencia para abstraerse de la realidad y tal vez analizarla a distancia, para encauzar su vida tras los extremos soportados, darle reposo a su espíritu y descanso a su cuerpo. Las leyes científicas, que domina bien, le son insuficientes para encontrar la paz. En el norte, hacia el que orientará su viaje, descubre la importancia de las raíces; las suyas tienen un arraigo insospechado a orillas del mar Cantábrico y otro en las montañas cercanas coronadas de nubes.
Ha luchado contra la vida, le llegó la hora de vencer: a los fantasmas del pasado, al sufrimiento de la enfermedad, a las malas decisiones, a la soledad y a la incertidumbre; llegó el momento de caminar libre y carretera arriba, de trocar el gris por el delicioso color del flan, de subir rebasando el miedo hasta encontrar el amor, de crecer incluso ante la probabilidad de desarrollar el terrible síndrome de Steinert.