El día de la mujer es una fecha propicia para reflexionar sobre las relaciones de poder entre un sexo y otro, entre los que no se consideran de ninguno de ambos y que naciendo mujeres se sienten hombres y los que ostentado los atributos de los varones se sienten hembras…, incluso los seres asexuados. Relaciones de poder, opresión física y psicológica, de discriminación económica o de marginación social. No se trata —pensamos— de convertir el asunto, más allá de la reflexión y la reivindicación, en una auténtica guerra de sexos como pudiera entenderse de las pinturas de guerra y las consignas que lanzan algunas activistas…
Ese día, en Getafe, antes de la manifestación, se suele celebrar una carrera. Es la moda. Casi todo se celebra con una galopada, competitiva o festiva. La Carrera de la Mujer por la Igualdad, organizada por la Asociación Recreativa Cultura Cerro de los Ángeles, con salida y llegada en Plaza España acabó con los típicos discursos. Además de las consignas feministas hubo tiempo, incluso, para la anécdota jocosa cuando la alcaldesa se refirió al hombre que la introdujo en política como becaria —recién salida de la facultad—, le dio trabajo en alcaldía, la nombró jefa de su gabinete, la educó, la dirigió y la colocó en el primer puesto de salida para heredar el cortijo socialista de Getafe.
Se trata de Pedro Castro Vázquez, su padre político, aunque al cabo de los años les pese a los dos la adopción, a uno más, suponemos, que al otro. La manía u obsesión patológica, no mitológica, de matar al padre político [o a la madre] acaba por modificar la relación inicial en un revoltijo de odios, rencores, despechos, y desilusiones.
En la meta, la presidenta de la Asociación de Mujeres Cerro de los Ángeles, Ana Martín Rubio, dio las gracias a todos los participantes, citando en el capítulo de agradecimientos a uno de los más veteranos: Pedro Castro; el exalcalde no se pierde una ni obligado a disfrazarse. Este año, el evento cumplía 25 años con gran éxito de participación. Cada vez son más los hombres que se suman a la carrera por la igualdad.
Para cerrar el acto, como es habitual y protocolario, intervino la alcaldesa que no dejó pasar la ‘endiablada’ pelota de la anterior oradora; a ver si lo transformaba en gol. «Tengo que deciros a todos que Pedro Castro y yo somos lo mismo. Todos los días hablamos por teléfono para tratar los temas de la jornada y si, por alguna razón, algún día no podemos comunicarnos, lo hacemos al día siguiente». De repente las palabras de la actual regidora herían como puñales escondidos entre algodones, untadas de vaselina, para ‘abochornar’ a su principal víctima, al icono del heteropatriarcado político socialista de Getafe.
«Sabéis que Pedro Castro —continuó Sara Hernandez—, es un soñador nato con grandes proyectos y muchos sueños por realizar; pues yo los he hecho míos. Quiero dejar claro que yo soy Pedro Dos». Y así, se pasó en un periquete, en la centésima parte de un segundo, del día de la mujer al día del padre, fruto de la incontinencia verbal de la alcaldesa o, visto desde el punto de vista de los asistentes que conocen las [inexistentes] relaciones entre ambos políticos de un discursillo irreverente, una burla descarada con choteo y rechifla.
Las mujeres [y los hombres] que estaban cerca del exalcalde le miraron de reojo y le notaron congestionado, rojo como se pone él hasta el borde mismo de las canas, más cerca del tomate maduro que de una cara curtida en mil diatribas, y con la expresión de un camión en marcha con la primera metida; ni él mismo estaba seguro si estaba sorprendido o cabreado, aunque el shock cardiogénico había sido tremendo. Pedro Castro estaba casi KO. «Lo de esta mujer es de traca. Lleva ocho años sin dirigirme la palabra, sin llamarme por teléfono; me ha bloqueado en las redes sociales… ». Castro dudó por un instante entre subir al estrado para llamar mentirosa a su hija política o marcharse con viento fresco, sin armar ningún escándalo.Tiene demasiada experiencia para caer en la trampa.
Mientras se alejaba no dejaba de soltar imprecaciones. Si pretendía enojarle, lo consiguió con creces; sacó el teléfono y se lo mostraba a los vecinos que se le acercaban a saludar. «Mira, si todavía me tiene bloqueado en twitter… Miente más que habla. ¿Habrá tomado algo en mal estado, un alucinógeno? ¿Será posible lo que he escuchado hoy? ¿Sufrirá del trastorno de la realidad distorsionada?» Pues sí; al rato, otras vecinas y amigos le llamaban por teléfono extrañados por la intervención de Sara Hernández, y más con los tiempos tan revueltos que se viven en la Agrupación Socialista de Getafe. «Quizás quiera reanudar una relación política de compañerismo y reconocerte, al fin, la paternidad aunque sea política y putativa…».
«Desde hace casi tres años, el Ayuntamiento me adeuda la provisión de fondos para las costas que aboné en el Caso Aparcamientos, finalmente archivado. No solo me imputaron injustamente; yo no estaba en la Junta de Gobierno que adjudicó a la cooperativa de los familiares de Cristina, fue ella, Sara Hernández la que presidió la Junta y la que le adjudicó a su amiga… Pero yo no he protestado nunca por eso; lo asumí». Ella era el porvenir… [mal futuro, parece recapacitar.
Tras el [inexplicable] archivo por el juez de la denuncia del PP por prevaricación administrativa [la exconcejala Cristina González votó la adjudicación a una cooperativa dirigida por su marido, su padre y su madre], el Ayuntamiento devolvió en el año 2017 las provisiones de fondos que habían depositado a título personal a todos los imputados menos a Pedro Castro. Él sigue esperando a que Sara Hernández le pague ya sus 12.700 euros, y que no maree más la perdiz.
¿Eso no será también prevaricación, tomar una resolución injusta a sabiendas de que lo es? Fastidiar por fastidiar. Sin embargo, reconozca el lector, que sería muy fuerte que Pedro Castro, su ancestro político y compañero, el original, el genuino, se querellase contra su su hija, contra Pedro Castro Dos, como se ha autodenominado ella misma. ¿Pensará [Sara Hernández] que ha sido uno de sus mejores discursos o simplemente un desliz sin protección, una salida de tono, una gracieta, una provocación más al viejo? Solo ella, en su fuero más íntimo, lo sabe aunque todo apunta a que algo de verdad sí que ha aflorado en su confesión, como si, hechizada por el momento psicológico, hubiera dado el primer paso para curarse del síndrome de alienación parental.