► Editado por Luceat Ediciones SL en su colección de poesía Isla de Delos
► En la presentación en La Libre del Barrio se vendieron 60 ejemplares
Estación de transbordo, el último poemario de la escritora leganense María J. de la Vega (1953), y cuya fotografía de portada ha sido inmortalizada por Rafa Martín, desbordó el aforo hace unas fechas del epicentro de las letras más inconformistas de Leganés, La Libre de Barrio. Decenas de personas quisieron ‘subirse al tren’ de una cita que registró una venta cercana a los 60 ejemplares. A través de la tinta que brota en las páginas de esta obra, de la Vega pretende pintar actos concernientes a una “etapa reciente” en su vida. Eso sí, según asegura a nuevocronica.es, la intención de que sea comprensible para todo el mundo siempre está presente cuando forma versos. Posteriormente, el icónico y referencial cultural Libertad 8 de Madrid también tuvo la ocasión de ser testigo de otra-la segunda-presentación; y están previstas otras dos (por el momento) para Cuenca y Valencia, tierras familiares para la autora. Entre tanto, continúan los encargos del libro a Luceat Ediciones S.L, la empresa que lo ha editado través de su colección de poesía Isla de Delos. Se piensa ya en una segunda edición, aseguran desde la editorial.
“Yo no pienso exactamente que esto va a ser un libro. Me viene una imagen, algo que siento, y lo plasmo”, señala María de la Vega a este medio para explicar su proceso de creación. Según reconoce la autora, “cada poema, que produzco uno al mes aproximadamente, se toma bastante tiempo para ‘hacerse’; hasta que pienso que lo he acabado. Es un poco inconsciente”.
De la Vega ha dedicado su vida laboral a la educación, desempeñándose como técnico de esta área en el Ayuntamiento de Leganés durante 33 años. Sin embargo, actualmente está jubilada, “hice un rescate de la vida”. Este dato es vital para adentrarse en las entrañas de Estación de transbordo. “Mi tema es aquel que me atraviesa durante un tiempo. Mientras que en mi anterior libro se cierra el duelo por la muerte de tres personas muy cercanas; éste pertenece a mi etapa más reciente, aunque también recoge ese dolor, pero más serenado e incorporado a la vida. Tengo la sensación de estar en un tiempo de tregua”. ¿Y la portada? ¿Podemos interpretar que la vida es un continuo cruce de trenes y transbordos con estaciones de sol, y otras de lluvia? “Eso es absolutamente correcto”, sentencia la creadora.
Y, efectivamente, tropezaremos, en el poemario de María, con el paso del tiempo y sus consecuencias. Con lo que la vida te va quitando, pero, a la vez, dando. Así, la autora nos mostrará la faceta áspera que reviste cierta parte del peregrinaje vital, pero también la prueba de que la amamos y que recoge, en cierta forma, no sólo lo propio, sino el tiempo. Y ese cuadro, lejos de reducirse, se hace extensivo a la vida de la gente, que tan importante es para María.
Una luz que genera sinceridad en el mensaje y consigue mostrar el alma de la poeta. “Creo que me desnudo en todos, prácticamente. Pero, pienso, que es aplicable también a todos mis libros. Las personas más allegadas a mí conocen todo, y además me lo dicen. Trabajo desde el inconsciente, pero no hago ciencia ficción con la poesía”, aclara María de la Vega, que reconoce que ‘Estación de transbordo’ incluye cuatro poemas sacados “de un libro que no está publicado, porque a quienes lo leyeron les resultó muy duro, y tienen que ver con la guerra”. De hecho, María publicó por vez primera entrada su osamenta en el medio siglo.
La claridad por bandera
El poemario lleva apenas un mes en circulación, pero ya ha cosechado la crítica que más ha enamorado a su autora. “Ha habido gente que me ha dicho que no le gusta la poesía, pero que lo que digo en el libro sí lo entienden y les transmite y por eso les ha agradado. Me complace escuchar eso porque intento hacer poesía para la gente a la que no le gusta y me muevo en la calle porque ellos son realmente mis interlocutores”. La claridad por bandera, pues. Es perfecto el símbolo para sintetizar la esencia de la forma de esta autora, a la que baña con una naturaleza referenciada en el correr de las páginas y que apoya desde la metáfora al mensaje, haciendo del verso, luz.
¿Por qué ese afán por la claridad? “Seguramente por dos razones. Por mi trayectoria política, en donde hay que explicarse con precisión; y porque de pequeña, que hablaba mucho, me ‘obligaban’ a hacer un esfuerzo hacia la claridad y así poder decir las cosas con el lenguaje que la gente usa para hablar. Es más, considero que la forma de escribir con la que no te va a entender nadie es más banal”. Precisamente, ese registro conforma un perfecto maridaje con las intenciones de María, quien interpreta la poesía como una herramienta para contar a la gente lo que sucede en las calles, tratando de esta forma sus inquietudes, y “para poner palabras a sus sentimientos”.
En esa línea, completaría a la perfección el círculo vital de los versos dotarles de alas. Ser cantados. “Me encantaría. Si alguien pusiese voz a mis poemas sería estupendo. Me parece, en realidad, la mejor manera de divulgarla”.
La Educación (Pública)
En María de la Vega, la Educación, otra de sus pasiones, es inherente también a la obra. Batalladora por la pública, tiene una mirada preocupada por la realidad acuciante de los días. “La Escuela Pública lleva varios años sufriendo un ataque sistemático por parte de la Comunidad de Madrid que se nota en los recortes salvajes de profesorado, medios y también en los recursos para los chavales con necesidades especiales, todo un ataque a la inclusión”, manifiesta mientras añade que “desde las administraciones debemos hacer un esfuerzo para que los niños y niñas vean sus centros limpios y modernos y capten el mensaje de que nos importa su educación. Cierto es que las competencias municipales en esta materia son muy escasas, pero tampoco puede suponer un excusa, siempre hay fórmulas…”
Más allá de un debate tan profundo, como el estado de la Escuela Pública, qué duda cabe que la poesía resulta, sea cual sea el momento, un antídoto indicado. “Aquí ha habido interés por el género. Recuerdo el colectivo Leopoldo María Panero, a grandes poetas locales como Marisa Vaquero y Santiago Gómez… Y traíamos a grandes premios literarios a los institutos… Quizás no hay lo que en otras provincias, que es ese amor a lo propio que hace que se le cuide y se le ponga voz…”
María continúa ya con el siguiente libro. “Estoy escribiendo, sí, pero muy despacito, fiel a mi proceso”. Larga y clara vida…