♦ La crisis actual de los refugiados está dejando al desnudo las vergüenzas de nuestra sociedad europea actual, pero al mismo tiempo nos está demostrando que hay también valores humanos europeos que se encuentran muy en auge.
El comportamiento de algunos políticos frente a los refugiados, levantando alambradas o confinándolos como si fueran reses, es incompatible con cualquier democracia y mucho más con el grado de democracia que se exige para pertenecer a la Unión Europea. Otros políticos no es que se nieguen a recibir a solicitantes de asilodentro de sus fronteras pero ponen tal cúmulo de trabas que están convirtiendo en papel mojado su obligación de abrir las puertas a los refugiados, obligación que han asumido en virtud de la Convención de Ginebra sobre el estatuto de los refugiados y que, como seres humanos, no pueden eludir frente a unas personas que huyen de la guerra No, no se puede regatear con cupos o número de personas como si se tratara del reparto de los cupos de leche. Sí, la actitud de los políticos de la Unión Europea, que son los mismos políticos nacionales –no lo olvidemos-, nos ha mostrado la cara más dura de la Europa mercantilista que nos están imponiendo. No podemos admitir el principio de que las cargas que supone la atención a los refugiados haya que repartirlas entre todos los Estados, pero los beneficios que indirectamente les reportó a los países ricos de la Unión la crisis griega y la crisis financiera, esos no se reparten, porque son méritos puramente nacionales. Se impone una auténtica unión política con un presupuesto común en la que se repartan las cargas y los beneficios.
Es verdad que la mayoría de los Estados miembros de la UE y las mismas instituciones de la Unión están reaccionando, pero los refugiados han tenido que pasar semanas de horror y de calamidades, hemos tenido que ver la imagen del niño sirio de tres años ahogado en una playa de Turquía, para que despertara la conciencia de nuestros políticos.
Las personas que están llamando a las puertas de Europa suponen el 0,11% de la población europea, mientras que los refugiados acogidos en El Líbano, país mucho más pobre que Europa, se elevan al 25% de la población. ¿Estamos regateando la asistencia a personas que huyen de la guerra mientras nuestros dirigentes y sus partidos políticos están despilfarrando en autobombo inútilmente millones?
Por el contrario, la solidaridad que están mostrando muchos ciudadanos europeos y tantas organizaciones no gubernamentales (no quiero nombrarlas por miedo a olvidarme de alguna) es algo de lo que podemos estar muy orgullosos. La solidaridad es la versión moderna y actualizada de lo que antes llamábamos caridad. La sociedad actual, o al menos gran parte de la sociedad, ha asumido con toda naturalidad que todos tenemos ciertos deberes frente a nuestros conciudadanos y frente a las personas, cualquiera que sea su nacionalidad, cuando éstas se encuentran en necesidad o en peligro. La solidaridad es el fundamento de toda sociedad moderna.
La solidaridad ha sido el principal motor de la integración europea y la sustitución de la solidaridad por la subsidiaridad es la causa del fracaso y de la parálisis en que se encuentra actualmente la UE. La falta de solidaridad entre las españoles y entre las diferentes regiones de España es también la causa de nuestra actual miseria social, económica y política. En España todos queremos ser diferentes, todos queremos tener privilegios, todos queremos ser singulares, como si pudiera haber alguna persona que no fuera singular. Si por singularidad entendemos privilegios, estamos atacando a lo más noble y profundo de la democracia: la igualdad de todos ante la Ley.
Matricula de honor para estas organizaciones no gubernamentales y para tantos ciudadanos europeos que están ofreciendo su apoyo y su casa a los refugiados, mientras los políticos, tanto nacionales como de la Unión Europea, no merecen más que un 1 ramplón, salvándose del cero gracias a la actitud que han adoptado estos últimos días. Las organizaciones no gubernamentales nos están demostrando que no está aún todo perdido, que se puede luchar por una sociedad más justa y más solidaria y que el camino es la unidad cada vez más estrecha no sólo entre los europeos sino entre los europeos y los demás ciudadanos del mundo, y que el camino no es levantar alambradas ni controles policiales. Un cero también de calificación para todos aquellos gobernantes que con su corrupción y sus fraudes fiscales están practicando y fomentado la insolidaridad, y un cero para todos los partidos políticos que exigen solidaridad de los ciudadanos pero ellos mismos están disfrutando de multitud de privilegios y de subvenciones.
Una vez más conviene recordar que los retos a los que se enfrenta Europa -que son muchos- sólo tienen solución con más Europa y también con más España, es decir con más solidaridad.
Félix de la Fuente Pascual es Secretario de Acción Política de CILUS, Ciudadanos Libres Unidos