El 28 de marzo se celebra el V centenario del nacimiento de Teresa de Cepeda y Ahumada, merece la pena celebrarlo.
Teresa de Jesús: una experiencia poética intensa pero inestable. Juan de la Cruz: la plenitud poética y humana. Lo que en Teresa de Jesús es pasión en Juan de la Cruz es revolución
♦ El 28 de marzo de 1515 nació para el mundo Teresa de Cepeda y Ahumada, mientras que el 4 de noviembre de 1582 nació para el cielo Teresa de Jesús. Ni estaba predestinada para llegar a ser santa, nadie nace predestinado para nada, ni tampoco, como dice la Iglesia con respecto a la Virgen María, fue concebida sin pecado original. Parece ser que tampoco nació en la ciudad de Ávila a pesar de que si vas al convento de la Santa te enseñan la habitación donde dicen que nació. Teresa de Cepeda y Ahumada, lo mismo que sus nueve hermanos, nació en Gotarrendura, un pequeño pueblo de la provincia a 21 kilómetros de la capital. Nadie ha podido probar lo contrario. En realidad da lo mismo donde naciera y como se llamara, lo que importa es que Teresa de Jesús para tirios y troyano fue y es una mujer de las que rompen moldes, grande entre los grandes, una singular escritora con un puesto de honor entre nuestro clásicos del llamado Siglo de Oro; además de prosista, poeta de ahora y de siempre.
“Vivo sin vivir en mí,/y tan alta vida espero,/ que muero porque no muero”.Esta es la primera estrofa del poema más popular de la Santa de Ávila, también el más controvertido, ridiculizado e incomprendido de toda su poesía por culpa de la brutal paradoja que lo sustenta: vivir sin vivir y morir sin morir. Sin embargo, conviene preguntarse hoy y siempre, ¿Quiénes son los que viven sin vivir en sí mismos? Hoy, en nuestro país, las familias que son expulsadas de sus casas por desahucio, los jóvenes subsaharianos que esperan tras la verja asesina de Melilla, los jóvenes españoles que se ven obligados a emigrar a Alemania porque aquí, en su país, no encuentran trabajo, los engañados por su banco con las preferentes, los enfermos de hepatitis C que habiendo una medicina que les puede curar no se la suministran porque dicen que es muy cara, las mujeres que reciben malos tratos y son asesinadas por sus maridos, los niños que no están bien alimentados porque sus padres están en el paro y no perciben ninguna ayuda y tantos otros a los que podemos poner cara.
Todos ellos, lo mismo que Teresa de Jesús, tan alta vida esperan, tanta justicia, que mueren porque no mueren. Todo lo demás es lírica y metafísica. Los pobres no son bienaventurados sino más bien desgraciados, muy desgraciados. En cierta ocasión Miguel de Unamuno exclamaba: “¡Bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos!”, para añadir a renglón seguido: “¡Y malventurados los ricos, sobre todo si son mansos, esto es, astutos, porque ellos poseen la tierra”. Es decir, lo pobres, un día, no se sabe cuándo, tendrán el reino de los cielos a su disposición, pero mientras tanto, los ricos, por lo siglos de los siglos, poseen la tierra. Eso hay que cambiarlo.
Teresa de Jesús: una experiencia poética intensa pero inestable. Juan de la Cruz, la plenitud poética y humana. Juan de la Cruz escribe al final de su poema titulado La noche oscura del alma:“cesó todo y dejéme,/dejando mi cuidado/ entre las azucenas olvidado”.
Lo que en Teresa de Jesús es pasión, en Juan de la Cruz es la revolución. En Juan de la Cruz, cuando dice: “cesó todo”, es que han desaparecido todas las contradicciones, todos los ataques y defensas que la existencia nos imponen desde que nacemos. Es el logro de la síntesis suprema sin más tesis y antítesis. El reino de los cielos que está dentro de nosotros se ha realizado, en él, en el poeta, aquí en la tierra. Ya no es necesario morir para alcanzar la vida que se espera como parece anhelar Teresa de Jesús. Pero para que esa revolución total se produzca hay que abandonar todo “cuidado” –todo aquello que nos impide ser como hay que ser frente a nosotros y ante los demás– “entre las azucenas olvidado”. Las blancas azucenas, símbolo de la inocencia alcanzada, no figurada. Olvidado quiere decir no recordado. Pero mientras nada pueda ser olvidado es necesario purificarlo y me estoy refiriendo a tanto político, tanto tesorero, tanto banquero, tanto consejero, tanto empresario, tanto yerno de reyes, etc., etc.,corruptos hasta no poder más. También conviene que echemos un vistazo dentro de nosotros.